GUANTÁNAMO.—La lluvia y el viento se convirtieron en un enemigo potencial en casi todo el oriente cubano. Eso se sabe. Lo que hasta ahora pocos han podido conocer a través de los reportes de la prensa escrita, es cuánto acontece en el municipio de Maisí, en el mismo hocico del caimán y al que Matthew intentó someter.
Y como para llegar hay que andar, el equipo de este diario se lanzó a otro intento y fue baldío. Quedó varado a la altura de Río Seco, que debe su nombre a la anemia de agua que sufre casi todo el año; sin embargo, esta vez, su cauce ensanchado se resistió a cualquier pacto. ¡Y pensar que estábamos a solo siete kilómetros por donde entró la furia!
La expedición, entonces, regresó escuchando historias y se detuvo ante cada palabra, cada anécdota de personas humildes, dedicadas ahora a restañar las heridas y a levantarse sobre el dolor, incluso, después de haber perdido todo, o casi todo, porque, al menos salvaron la vida y ahora pueden hablarles a los recién llegados.
Avanzamos y vimos gente que cree en la obra que hizo germinar a muchos de estos lugares de la Sierra. Por eso el niño, el hombre, la mujer, el anciano no hablan de sueños frustrados y sí de manos extendidas que se juntaron todas, algunas llegadas desde muy lejos.
Historias que delatan sentimientos de solidaridad, como relata Ronny Romero Rivera, quien se fue a la cueva Guarisiano junto a unos 30 pobladores de Río Seco y cuando bajó a su casa la encontró destruida en terreno inundado. «Nos fuimos a resguardar a la loma, porque sabíamos lo que se nos venía encima. Y no nos equivocamos en tomar esa decisión. Cuando pasó todo, regresamos y para sorpresa de nosotros a las casas de guano no les llevó el techo y, sin embargo, acabó con las de cubierta de zinc».
En el caserío La Llana una bandera cubana permanecía enhiesta, sobre un asta improvisada, mientras una niña clamaba por la salida del Sol para que secara los libros que les había dado la maestra y el huracán se los había mojado.
Comentaron las autoridades que antes de que el ciclón abrasara a Maisí con sus tentáculos, en el municipio permanecían el alimento para varios días de cobertura y las brigadas de trabajo, listas, porque sabían que el refuerzo podría demorar en llegar y podían quedar incomunicados si el ciclón elegía una trayectoria por encima del territorio, como al final ocurrió.
Aunque todavía el silencio se adueña del Maisí incomunicado, poco a poco, las brigadas van subiendo y bajando lomas, limpiando lo que dejó Matthew en la tierra por donde primero sale el Sol, porque Maisí existe.



















COMENTAR
MANU GALLO dijo:
1
7 de octubre de 2016
02:30:35
JAHD Respondió:
7 de octubre de 2016
18:44:41
Miguel Angel dijo:
2
7 de octubre de 2016
04:45:11
Francisco de Alencar dijo:
3
7 de octubre de 2016
08:32:39
thelma dijo:
4
7 de octubre de 2016
10:26:18
Responder comentario