
Tienen más de un elemento en común, y su vínculo va más allá del riesgo epidemiológico, subrayó a Granma el doctor Guillermo Guerra Bustillo, director del Instituto de Nefrología (INEF), al referirse a la estrecha interrelación existente entre la enfermedad cardiovascular (ECV) y la enfermedad renal crónica (ERC), hecho que obliga a nuestros especialistas a perfeccionar diagnósticos y tratamientos y los coloca ante más de un desafío.
«El riñón recibe el 25 % del gasto cardiaco, para poder realizar sus funciones, todo lo cual lleva un complejo entramado vascular». Justamente, explicó por su parte el doctor Lorenzo Llerena Rojas, director del Instituto de Cardiología y Cirugía Cardiovascular (ICCC), el denominador común de las lesiones tanto en corazón como en riñón son afectaciones vasculares; y en la medida que esto sea más severo pues una influye sobre la otra, a tal punto que se estima que los pacientes con síndrome coronario agudo tienen hasta un 30 % de lesión renal añadida. «Ello compromete y afecta su pronóstico y es un predictor tanto de complicaciones mayores para cualquier procedimiento que se le realice al paciente, como de mortalidad a largo plazo».
De ahí, dijo el doctor Guerra Bustillo, la pertinencia del Taller Cardio- Renal— organizado por el INEF y el ICCC, el cual sesionó durante dos días en esta última institución— y que propició el debate entre cardiólogos, nefrólogos, clínicos, epidemiólogos, entre otros profesionales, en torno a temas medulares cómo el control de los factores de riesgo que desencadenan las ECV y ERC; el diagnóstico del daño cardiaco y renal, el manejo del paciente con riesgo vascular en la atención primaria de salud; el síndrome cardio-renal en el ámbito pediátrico, así como las particularidades del tratamiento en pacientes que además padecen diabetes mellitus.
«Ha sido un encuentro para integrarnos, el principio de un largo camino; y visibilizar la magnitud del problema, el enfoque de riesgo necesario, intercambiar sobre los medios diagnósticos, qué herramientas tiene el mundo, cuáles hay en Cuba, cómo utilizarlas mejor y darle calidad a las pruebas diagnósticas, que es el primer paso para luego tratar a estos pacientes. La proyección nuestra es justamente hacia la atención primaria, que es el verdadero escenario de los resultados nuestros cuando hablamos de un problema con tanta prevalencia; y el primer eslabón para que la población también se empoderarse de los conocimientos sobre cómo prevenir la enfermedad y sus complicaciones», explicó.
Es un espacio estratégico para avanzar en el trabajo conjunto, comentó el doctor Llerena Rojas, pues las enfermedades vasculares y cardiovasculares constituyen la primera causa de muerte en Cuba y el mundo. «Somos un país con limitaciones pero con un cuadro de salud de país desarrollado, donde gravitan elementos como el envejecimiento de la población, lo cual lleva implícito un incremento de las morbilidades, es decir, enfermedades que acompañan a otras y que hacen más complejo el manejo de los pacientes».
De acuerdo con el director del INEF, la ERC va en aumento cada día, y se estima que un 10 % de la población mundial la padece. «No estamos hablando de insuficiencia renal, esta es cuando ya el órgano no empieza a garantizar las funciones para las que está diseñado en el organismo. Nos referimos a ERC que es tal vez el daño renal más precoz; y ante el cual un diagnóstico temprano es fundamental. Tenemos a nuestro alcance diagnosticadores diseñados y producidos por la industria cubana efectivos, pero a los que todavía no le damos el uso necesario sobre todo a nivel de la comunidad».
En ese sentido, es importante entender que la ERC es un factor de riesgo cardiovascular, en tanto se estima que un paciente con ERC tiene un riesgo equivalente a haber tenido un infarto previo, destacó el especialista.
Solo diagnosticando precozmente cualquiera de estas dos enfermedades, controlando los factores que coadyuvan, facilitan y desencadenan otras complicaciones y son los mismos para ambas (hipertensión arterial, sedentarismo, tabaquismo, diabetes, dieta no saludable, etc.), se pueden abordar mejor estos enfermos, evitar las complicaciones a mediano y largo plazo y disminuir la morbilidad y mortalidad, reiteró el director del ICCC.
Para el doctor Orlando Landrove, jefe del programa nacional de enfermedades no transmisibles del Ministerio de Salud Pública, es este un primer esfuerzo que pone en evidencia nuevamente la necesidad de un trabajo coordinado entre todos los sectores sociales, pues el bienestar de la población no puede ser solo una prioridad para la salud pública.
Asimismo destacó el papel que tienen las sociedades científicas en la gestión de proyectos proactivos que impulsen una verdadera toma de conciencia, y fomenten la alianza y colaboración entre instituciones que redunden en una mayor calidad de vida.
Este taller refuerza entonces una premisa esencial: educación del paciente en la autorresponsabilidad con su salud. Sobran ejemplos. Al cierre de agosto la cifra de pacientes dializados en el país era de 3125, en las 51 unidades nefrológicas existentes.
«Esas personas, que llegaron a necesitar este método sustitutivo de la función renal, nos dicen que hemos fracasado en lo primordial, la prevención. Ahí está la principal tarea que tenemos», reiteró el doctor Guerra Bustillo.



















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