ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA

Al hacer el resumen del período, el Che consignó en su diario que agosto de 1967 había sido el mes más malo de la guerrilla hasta ese momento. La falta de contacto con el exterior, sin razonable esperanza de restablecerlo de inmediato, golpeaba al destacamento. Tampoco tenían noticias del grupo de la Retaguardia, quien comandado por Joaquín (Vilo Acuña) se había separado de la columna principal ante la necesidad de brindar atención a los enfermos. Las noticias de la radio sobre las informaciones que dos desertores de ese grupo habían dado al ejército eran preocupantes.

El Guerrillero Heroico, a pesar de los contratiempos, no perdía el optimismo. Escribía en su diario: «Las tareas más urgentes siguen siendo las mismas del mes pasado, a saber: restablecer los contactos, incorporar combatientes, abastecernos de medicina y equipo». El análisis terminaba con una valoración sobre dos combatientes, de quienes consideraba que despuntaban cada vez más como cuadros revolucionarios y militares: Inti y Coco Peredo. 

El primer día de septiembre llegaron a una choza que el ejército boliviano había ampliado para albergar tropas. La encontraron vacía. En un improvisado almacén hallaron harina, manteca y sal. Varios chivos pastaban cerca y dos de ellos terminaron su existencia en un chilindrón. Al amanecer del siguiente día se retiraron y Che dejó postas emboscadas por si regresaban los guardias. Solo capturaron cuatro arrieros. Un soldado venía atrás con un quinto campesino pero un guerrillero disparó antes de tiempo y pudo huir el uniformado. Esa noche la radio trajo otra intranquilizadora noticia: el aniquilamiento de un grupo dirigido por un cubano llamado Joaquín.

Río Grande arriba, en las cercanías de la casa de un latifundista (3 de septiembre), una avanzada de seis guerrilleros encabezada por Inti y Coco, toparon con unos 40 soldados, a quienes le hicieron una baja mortal. Un avión bombardeó la zona por el río Ñancahuasú, muy lejos de donde se hallaba la guerrilla.

Los revolucionarios avanzaban a pesar de la inhóspita naturaleza. Che puso emboscadas de ocho hombres, a cargo de Pombo y Olo Pantoja, pero el ejército carecía de acometividad. Llegaron a un arroyo con un caudal multiplicado por las crecidas. Allí pudieron bañarse y lavar pertenecias. La radio y volantes arrojados desde aviones por la región anunciaban que el gobierno ofrecía 4 200 dólares por datos que permitieran capturar al Che vivo o muerto.

En Alto Seco (22 de septiembre) se aprovisionó la guerrilla. Era entonces una aldea de casas de adobe y tejas y callecitas de tierra blanca y resbaladiza. Che e Inti se reunieron en la escuelita del lugar con los alumnos. El joven comunista boliviano argumentó ante sus compatriotas el por qué luchaban y el alcance de la revolución.

Sorteando alturas de 1 800 metros, agotados por la caminata y acompañados por nubes, llegaron al alba del 26 de septiembre a Picacho, a más de 2 200 metros, donde fueron muy bien acogidos por los pobladores. Ya mediodía, la vanguardia salió de exploración hacia Jagüey. Treinta minutos después disparos en la lejanía delataron que habían caído en una emboscada por lo que Che organizó la defensa del poblado. A poco llegaron tres guerrilleros heridos con la noticia de que Manuel Hernández Osorio (Miguel), Coco y Mario Gutiérrez Ardaya (Julio) habían caído en combate.

Sobre Miguel el Che escribiría: «Fue un gran combatiente y un espíritu ejemplar. Una gran pérdida». A Julio lo valoraría como «combatiente ejemplar, sobre todo por su calor humano y su entusiasmo contagioso». De Coco consignó: «Junto con Inti los mejores prospectos bolivianos. Era una garantía en toso sentido, arrojado en el combate y de una alta moral».

Tras rechazar a las tropas que emboscaron a la vanguardia, Che ordenó soltar loma abajo los animales que llevaban. Enrumbaron por un pequeño cañón donde el agua era amarga. Marcharon sobre una tierra árida, de una vegetación seca y espinosa que en los momentos de descanso apenas les dejaba reposar, porque había zarzas por doquier. Siguieron avanzando. La sed les atenazaba porque  todas las fuentes de agua que hallaban, debido al magnesio del suelo, le impregnaban al líquido un sabor insoportable.

Al resumir septiembre, Che señalaría que debió haber sido un mes de recuperación y estuvo a punto de serlo, pero la emboscada donde cayeron los tres valiosos compañeros lo malogró todo. Eludir la persecución del ejército y buscar zonas más propicias eran para él las tareas esenciales. Luego, restablecer los contactos «a pesar que todo el aparato está desquiciado en La Paz, donde también nos dieron duros golpes». Y no perdía el optimismo: «la moral del resto de la gente se ha mantenido bastante bien».

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Miguel Angel dijo:

1

1 de octubre de 2016

05:48:15


El Che no perdía su optimismo, portador de un carácter indoblegable, pero las condiciones eran sumamente difíciles, muchos contratiempos, la guerrilla estaba cercada, la CIA había preparado a las mejores tropas de Barrientos en la lucha antiguerrillera, sin contacto con el exterior, carencia de medicamentos, etc, el panorama era desolador, hasta q infelizmente ocurrió lo peor.