
Según ciertas versiones, los aparatos represivos de la tiranía batistiana lo aprehendieron el 20 de noviembre de 1957 en Belascoaín y Carlos III. En cuanto lo supo, la familia hizo indagaciones en las estaciones de policía; los trabajadores del Transporte demandaron que se respetara su vida, los abogados reclamaron su presentación ante los tribunales. Pero el régimen negó su detención.
La última vez que lo vieron fue a finales de noviembre de 1957, en el Buró de Investigaciones, una tenebrosa institución radicada entonces en la calle 23 entre 30 y 32, en el Vedado, demolida tras el triunfo popular en 1959 y donde hoy existe un parque. Tenía una pierna fracturada, al igual que varias costillas, y le habían desprendido la quijada, de acuerdo con testimonios de otros revolucionarios que sobrevivieron a su estancia en aquel antro de torturas.
José María Pérez Capote había nacido dentro de una familia campesina, el 29 de septiembre de 1911, en el cuartón Mejías, de la finca San Vicente, San Antonio de los Baños, en la actual provincia de Artemisa. A los cinco años su familia se trasladó para Jacomino, en la capital. Logró estudiar hasta el sexto grado. Autodidacta, matriculó en cursos nocturnos, los que nunca culminó.
Pronto se destacó como un activo militante de la Liga Juvenil Comunista. En 1933 comenzó a trabajar como cobrador en las rutas 16, 17 y 18 (Terminal de Palatino). Destacado en la lucha sindical, logró la unidad en la masa trabajadora y que se cumplieran sus demandas: la reposición de los cesanteados y la supresión del despido arbitrario por parte de la patronal, la creación del escalafón laboral, el establecimiento de la pareja de chofer y cobrador para cada carro, así como aumentos salariales.
Opositor de la tiranía machadista, primero, y luego de la tiranía Caffery-Batista-Mendieta, establecida tras el derrocamiento del Gobierno de los 100 días (1934), lo detuvieron durante la huelga de marzo de 1935. Al salir de prisión reorganizó las fuerzas dispersas del movimiento sindical entre los transportistas. Creó el Sindicato de Empleados y Obreros del Transporte de Pasajeros ese mismo año y logró su legalización.
Su ascendencia creció incluso fuera del sector transportista y cuando se organizó la Federación de Trabajadores de la Provincia de La Habana, en cuya creación participó activamente, le nombraron secretario general. Principal impulsor de la Conferencia Nacional de Obreros del Transporte, de la que surge la Federación Nacional de ese sector, es uno de los pilares en que se apoyó Lázaro Peña para la fundación de la Central de Trabajadores de Cuba (CTC) en 1939. Militante comunista, por votación popular ocupó un escaño en el parlamento burgués.
Tras el golpe de Estado perpetrado por Fulgencio Batista el 10 de marzo de 1952, arreció la persecución a José María Pérez. En cinco años lo detuvieron 17 veces. La represión no lo amilanó y se le vio en primera fila en la lucha por la unidad obrera, a la que calificaba «no una suma, sino una multiplicación de fuerza».
Añadía: «La unidad así interpretada, tiene que estar limpia de todo concepto sectario y limitativo, ha de ser amplia, ha de abarcar a todos, sin otro requisito que el que obligue a todos a entenderla y laborar por ella, como si fuera cosa propia, dándole toda la energía y toda la atención que ella demanda […]. Cada vez que el entendimiento cordial y sincero ha cobrado cuerpo entre sus militantes, el movimiento obrero ha marchado con éxito».
Por aquellos días había asumido el liderazgo del movimiento obrero no plegado a la tiranía. Principal promotor de la creación del Comité Nacional por la Defensa de las Demandas y por la Democratización de la CTC, constituido a fines de 1955, en su quehacer revolucionario de entonces evidenció su amplio espíritu unitario.
Sus contactos cada vez más frecuentes con Sergio González, El Curita, líder natural del Movimiento 26 de Julio en la capital, preocuparon al sátrapa y sus compinches, para quienes no era un secreto que en el caso de una huelga general, dada la creciente ascendencia y carisma de ambos sobre los trabajadores del transporte, significaban un enorme peligro para el régimen.
Se conoce por testimonios recogidos al triunfo de la Revolución que a José María Pérez lo condujeron inicialmente a la Décima Estación de policía, donde lo torturaron salvajemente. Del Buró de Investigaciones lo remitieron al Servicio de Inteligencia Naval. En una fecha aún por precisar, lo trasladaron agonizante hasta alta mar en una lancha. Nunca apareció su cuerpo. Poco menos de cuatro meses después la tiranía también asesinó a El Curita.



















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Miguel Angel dijo:
1
29 de septiembre de 2016
05:16:15
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