Como una experiencia enriquecedora y maravillosa cataloga el doctor José Ángel Zayas Power el integrar por dos ocasiones el Contingente Henry Reeve, especializado en el enfrentamiento a desastres naturales y epidemias, creado en el 2005 por el líder de la Revolución Fidel Castro y con una labor en más de 20 países hasta la fecha.
“He aprendido a buscar soluciones con escasos recursos a la mano”, asegura a Granma Internacional el Subdirector Asistencia Médica del Hospital Ortopédico Fructuoso Rodríguez, quien en 2015 viajó a Nepal y en 2016 a Ecuador, en ambos sitios socorrió a las víctimas dejadas por terremotos de gran magnitud.
El también especialista en Medicina General Integral (MGI) y en Ortopedia y Traumatología, relata: “En la primera misión se hace una llamada telefónica a mi centro de trabajo y el director explica la necesidad de elegir a dos ortopédicos de inmediato. Nos hicieron todos los trámites de rigor para el viaje y estuvimos esperando casi 12 días. Las pistas de aterrizaje en Nepal se dañaron con el sismo y era peligroso el aterrizaje del avión.
“El 11 de mayo salimos para el país asiático y casi al aterrizar, la tripulación nos informa de la ocurrencia de un segundo terremoto. Ya en tierra nosotros mismo bajamos una carga de más de 24 toneladas, entre medicamentos, instrumental médico, un hospital completo de campaña, productos antisépticos, alimentos secos y avituallamiento para el personal.
“Al día siguiente nos trasladaron para la zona del desastre y afortunadamente eran los terrenos de un centro hospitalario que ellos utilizaban para las investigaciones, con afectaciones mínimas en su arquitectura.
“Con nosotros viajó un gran número de especialistas en MGI que nos ayudaron en la pesquisa de la población en zonas muy alejadas. Practicamos cirugías a personas que no pudieron recibir ayuda durante el terremoto o posterior a la catástrofe, porque se encontraban en lugares muy distantes de la ciudad.

“Recuerdo a una niña encontrada arrastrándose en uno de los centros para damnificados. Ella llevaba un yeso en una de sus piernas. Al trasladarla se activó todo el sistema de urgencias médicas. Llamamos a las autoridades nepalesas y la valoramos clínicamente varios especialistas de la brigada. La tuvimos que operar de emergencia para salvarle su tobillo. Incluso la apodamos como “La 3000” porque en ese momento ya habíamos llegado a ese número de cirugías”.
—¿Cuáles fueron los criterios de la población del lugar?
—Fuimos los primeros cubanos que trabajamos en Nepal, allá no había brigada médica de Cuba. Antes de partir recibimos información de las características del lugar y viajamos a la expectativa de cómo sería la aceptación por parte de las autoridades y de la población. Laboramos por tres meses y la brigada hizo cirugías de apendicitis, trastornos de la vesícula y ginecológicos, hernias abdominales e inguinales. Al concluir quedaron muy satisfechos por el trabajo desplegado lo cual mostraron en su agradecimiento hacia Cuba y su Revolución.
—¿Cómo rompieron los obstáculos idiomáticos?
—A nuestra llegada se presentó un grupo de voluntarios, jóvenes graduados en universidades cubanas, que se brindaron para ser nuestros traductores. Cada miembro de la brigada domina el inglés y la comunicación fundamental la hicimos en ese idioma, pero en regiones apartadas sólo se hablaban diferentes dialectos y eso obstaculizó la comunicación. En la medida que nos acercamos a la población aprendimos términos esenciales para un diálogo. Las expresiones fundamentales de cada uno de los dialectos las fuimos conociendo a través del roce continuo.
¿Hubo barreras culturales?
—En Nepal tuvimos que adaptarnos a una cultura muy diferente a la latina. Por ejemplo, la mujer no asiste a la consulta si el esposo no autoriza. Utilizamos la inteligencia y el respeto.
“El cubano se caracteriza por brindar cariño y se muestra muy colaborativo para solucionar los problemas. Nosotros en primera instancia cumplimos con sus normas.
“Al evaluar a una mujer se le pidió permiso al esposo y siempre tuvimos una traductora para facilitar la comunicación con las mujeres. Buscamos similitudes de acuerdo con el sexo, si el paciente era hombre lo atendía un enfermero, de ser mujer, una enfermera”.
—¿La comunicación con Cuba?
Diariamente, el jefe de la brigada informaba la situación al Ministerio de Salud Pública de Cuba. Constantemente y en varios momentos del día, el ministro Roberto Morales Ojeda, la viceministra Marcia Cobas, el canciller Bruno Rodríguez hablaron con el Jefe de la Brigada. A cada uno se le explicaba las acciones acometidas y los resultados obtenidos.
—¿Cómo fue la experiencia en Ecuador?
—La movilización a Ecuador fue muy rápida y sorpresiva. El terremoto ocurre el 16 de abril y al día siguiente me llaman a la casa pidiendo mi disposición. Quedaron en repetir la llamada a las siete de la noche, pero ya a las 4:00 pm, recibí la notificación para presentarme en la Unidad Central de Colaboración Médica. Pisamos tierra ecuatoriana en la madrugada del lunes 18 por el aeropuerto militar de Manta.
“En los días anteriores sesionó el VII Congreso del PCC en La Habana. Escuchamos la clausura de ese magno evento estando en tierra ecuatoriana.
Cuenta Zayas Power que junto a los médicos también viajó una Brigada de rescate.
“Los rescatistas se ubicaron en la zona del desastre en Puerto Viejo y nosotros nos instalamos en una edificación construida para penitenciaría. Allí nos integramos con la Brigada Médica Cubana que ya servía en el lugar y otros profesionales voluntarios llegados de varios países. Laboramos por unos doce días. Ahí recibimos la visita del presidente Rafael Correa y de la ministra de salud de Ecuador, Margarita Guevara.
“Las condiciones eran muy precarias, pululaban los derrumbes y el colapso de todas las instituciones sociales. Por necesidades de las autoridades ecuatorianas nos pasaron a la ciudad de Jama y nos encontramos con un poblado fantasma.
“Por suerte el policlínico soportó los embates del terremoto y utilizamos sus locales para brindar asistencia médica. Creamos las condiciones mínimas pero no fue posible montar un quirófano con todo su equipamiento. Por tanto iniciamos los servicios con cirugías menores en el Cuerpo de Guardia.
“Con los trabajos de reconstrucción de las instalaciones se incrementaron los accidentes y nos llegaron casos complejos. Tuve que improvisar cirugías y poner en práctica todo mi conocimiento al respecto para salvar a muchas personas y recuperar sus miembros inferiores o superiores. Llegué a realizar casi 700 operaciones, tanto en niños como en adultos”.
—¿Cómo establecieron un horario de vida y un programa de asistencia?
—Trabajamos intensamente. Al vivir dentro del hospital me llamaban a cualquier hora, interrumpiendo hasta el sueño. Nuestros especialistas en MGI y los enfermeros recorrían los sitios distantes buscando a las víctimas. El cirujano, el neurocirujano y yo, quedamos en el hospital. Ante cualquier hecho en la guardia médica acudíamos sin atender la hora. Con eso evitamos la remisión de pacientes al hospital más cercano que estaba a más de una hora de camino. Los especialistas en MGI realizaron partos sin ser ginecólogos, ellos tenían las experiencias de sus años de estudio.
“Enfrentamos cirugías de apéndices, niños convulsionando, y otras emergencias. También vimos accidentes automovilísticos. A veces los días de relativa calma nos interrumpían el descanso las réplicas del terremoto. “Recuerdo el día que a las once de la mañana yo estaba operando, los cristales de las vitrinas y los medicamentos caen al suelo. El primero en levantarse de la camilla resultó el paciente e inmediatamente el enfermero me pide salir del lugar. En breves segundos percibí temblar la tierra hasta alcanzar 7.2 grados en la escala de Richter. Una experiencia muy desagradable.
“Aunque sentimos temores, no se amilanó los ánimos de la brigada y armamos más casas de lona para incrementar la atención médica. Continuamos nuestro trabajo hasta que las réplicas disminuyeron y se volvió a la normalidad”.
—¿Ante estos desastres, sirve la experiencia académica recibida en Cuba, aunque nunca haya ocurrido un terremoto de gran magnitud en la Isla?
—Aquí realizamos el ejercicio Meteoro varias veces en el año y cada vez lo ajustamos más a la realidad para una preparación ante el azote de cualquier evento climatológico. Ese conocimiento los aplicamos fuera del país.
Por ejemplo en Ecuador, empleé una verdadera cirugía de guerra. La logística demoró en llegar y tuve que trabajar en condiciones extremas.
—¿Qué opiniones recibieron de la población y las autoridades ecuatorianas?
—Realmente el pueblo ecuatoriano adora a los cubanos. Sienten un gran agradecimiento al personal médico porque les resolvimos muchos problemas de salud. En nuestro trabajo nos caracterizamos por el aliento constante, la mano en el hombro, la amistad sincera, la calidez en el trato y el humanismo.
“Al conocerse de nuestro regreso a la Patria, el pueblo de Jama hizo una carta al gabinete del presidente Rafael Correa para agradecer nuestra presencia y solicitar mayor número de profesionales cubanos en el lugar con vista a continuar la labor iniciada por el contingente Henry Reeve.
“Casi a la hora de tomar el avión el embajador cubano Rafael Dausá nos dio una carta de la presidenta de la Asamblea Nacional Ecuatoriana, Gabriela Rivadeneira, para destacar nuestra labor. Pienso que el médico cubano, por su formación humanista se gana el corazón y el cariño de las personas”.
FAMILIARES OPINAN
La esposa, Yipsi Yaquelín Armas Roque, refiere que la noticia del viaje siempre impacta, se rompe la cotidianidad y aunque prevén muchos elementos para cuando no esté, quedan tareas por hacer.

“Psicológicamente la familia se pone muy tensa por los temores hacia qué lugar va y cómo puede sobrevivir allá. Vienen esas preocupaciones de cómo se alimenta, dónde vive, si puede contagiarse con alguna enfermedad. Además se percibe la ausencia, porque falta el consejo del padre de familia, el decisor del camino a elegir ante las dificultades, o sea la persona que ayuda a aliviar la carga diaria. Como esposa me falta el ser querido que se espera a diario para conversar de las preocupaciones laborales o familiares”.
—¿Y el regreso?
—Uno se imagina la llegada desde el mismo día que toma el avión y desea recibirlo con algo totalmente diferente para complacer sus gustos. Pienso en confeccionarle la receta de su preferencia y alargarlo con lo mejor que ha pasado en la familia durante su ausencia.
El llega muy cansado y yo deseo que duerma lo más posible para que recupere fuerzas. Luego vienen las visitas de los familiares y amigos, la casa se vuelve una larga de fiesta durannte varios días.
—¿Qué significado tiene el contar dentro de la familia con un miembro de tan alta sensibilidad humana, que es capaz de alejarse de sus seres queridos para ayudar a personas de otros países?
—Es muy gratificante. Uno nunca deja de admirarlos y quererlos más.
El hijo mayor Reinier Zayas Padrón reconoce las principales preocupaciones cuando parte su padre: “Siempre pienso que pase lo que pase regresará a nosotros, aunque no seamos capaces de imaginar la verdadera dimensión de la tarea que va a cumplir. Esperamos su regreso con ansiedad y sabemos que es una persona muy responsable para cuidar de su vida, además sabe también cuidar a sus compañeros y confiamos en que ellos cuidarán de él”.
—¿Se percibe la ausencia en la familia?
—El es nuestro apoyo total para la unión familiar. Mis hermanas son hijas de otra madre y con su esposa actual no tiene hijos comunes, por tanto su presencia hace que todos nos mantengamos en activo para coincidir aunque no vivamos en un mismo espacio físico. Cuando él sale, me deja encargado del cuidado de mis hermanas y desea que yo pueda resolver cualquier obstáculo que se presente.
—¿Cómo se comunicaban con él?
—Al principio la comunicación no llega. El va a lugares que quedaron totalmente arrasados por tanto no existen los servicios básicos de electricidad, agua y telecomunicaciones. Al quedar restablecidas las condiciones mínimas comienzan a llegar los mensajes de correo electrónico”.
Reinier describe la llegada:“Nos emocionó el deseo de verlo y abrazarlo. Se pierden esos temores de que pudo pasar algo y la cotidianidad volverá como si él nunca se hubiese alejado. Además comienza la llegada de los amigos para saludarlo y se narran las experiencias de lo que aprendió en aquel sitio.
Cuando viaja vivimos pendientes a las noticias en los diarios y la televisión para ver si lo vemos en algún reporte de los periodistas. Nos ha ocurrido que ha salido en los noticieros, los vecinos y amigos nos avisan de inmediato. Además recibimos constantemente llamadas telefónicas para interesarse por él”.
—¿Qué sientes cuando mencionan el nombre José Angel Zayas Power?
—Un gran orgullo. Veo que mi padre ayuda a muchas personas necesitadas. Su labor es reconocida y sus amigos expresan sentir fascinación por lo que hace. En sus hijos despierta una gran admiración. No lo vemos como un héroe pero sabemos que realiza acciones heroicas.



















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