
En la noche del 21 de agosto de 1958, horas después de la partida desde El Salto hacia Providencia de la Columna 2 Antonio Maceo, comandada por Camilo, Fidel redactaba una orden militar en la cual se encomendaba “al comandante Ernesto Guevara la misión de conducir desde la Sierra Maestra hasta la provincia de Las Villas una columna rebelde y operar en dicho territorio de acuerdo al plan estratégico del Ejército Rebelde. La columna No. 8 que se destina a esta misión llevará el nombre de Ciro Redondo”.
A la vez se nombraba al Che “jefe de todas las unidades rebeldes que operan en la provincia de Las Villas, tanto rurales como urbanas, y se le otorgan facultades para […] coordinar operaciones, planes, disposiciones administrativas y de organización militar con otras fuerzas revolucionarias que operen en esa provincia, las que deberán ser invitadas a integrar un solo cuerpo de ejército para vertebrar y unificar el esfuerzo militar de la Revolución”.
Poco después de las ocho de la noche del 31 de agosto de 1958, en medio de una pertinaz lluvia, la columna invasora No. 8 Ciro Redondo partió de El Jíbaro, Sierra Maestra. La integraban 144 hombres, distribuidos en cinco pelotones (la escuadra médica, encabezada por el doctor Oscar Fernández Mell, pertenecía al pelotón de la comandancia). El comandante Ramiro Valdés fungía como segundo jefe de la tropa.
El Che y sus hombres avanzaron penosamente bajo el temporal desatado por un ciclón. El Cauto se hallaba tan crecido que no pudieron cruzarlo hasta el 3 de septiembre. Los campesinos de la zona, en un bote de remos, pasaron toda la columna. La operación duró unas ocho horas y obligó a los rebeldes a abandonar los caballos.
El campesinado oriental los siguió ayudando. Para los invasores en peores condiciones físicas consiguieron caballos.
Chapoteando fango llegaron al campamento de Concepción Rivero, jefe de un destacamento de escopeteros rebeldes. Allí, al Guerrillero Heroico le ofrecieron un plato de arroz con pollo. “¿Hay para toda la columna?”, preguntó el Comandante. Cuando le dijeron que solo alcanzaba para cinco o seis raciones, replicó: “Repártelo entre los enfermos”.
Desde su entrada a territorio camagüeyano, en la noche del 7 de septiembre, hasta el arribo a suelo villareño, el 12 de octubre, tras el cruce del río Jatibonico por el paso de El Toro, a seis kilómetros de El Jíbaro, la travesía por la región agramontina resultó compleja y difícil. No solo por las inclemencias del tiempo, ciclón incluido con sus lluvias torrenciales. Al desconocimiento del terreno se sumó la falta de informaciones sobre los movimientos de tropas del ejército batistiano. En los 34 días de su avance hacia Las Villas la Ciro Redondo experimentó 26 bajas, en tanto se le incorporaron 19 hombres.
Cuando el Che y su tropa acamparon en tierras espirituanas, hallaron una complicada situación. En las lomas villareñas operaban distintas agrupaciones guerrilleras, desde las genuinamente revolucionarias, pertenecientes al Directorio (DR), el Movimiento 26 de Julio y el Partido Socialista Popular (PSP), hasta el llamado Segundo Frente Escambray, donde coexistían elementos honestos con una dirección francamente contrarrevolucionaria. Para el Guerrillero Heroico, la labor de unidad de las fuerzas que combatían a la tiranía en la región tenía prioridad.
Ante el inmovilismo del llamado Segundo Frente Escambray, el comandante Guevara lanzó un ultimátum: “Si ustedes dentro de cinco días no han tomado [el cuartel de] Güinía de Miranda, nosotros vamos a tomarlo”. Transcurrido el plazo, al atardecer del 26 de octubre fuerzas de la columna 8, guiadas por combatientes del DR, partieron hacia el reducto enemigo.
Momentos antes de iniciar el combate los atacantes entonaron el Himno Nacional. Para los soldados batistianos, acostumbrados a que el Segundo Frente tiroteara el cuartel sin presentar combate, la acción armada resultó una sorpresa. La victoria rebelde, al decir del Che, “políticamente fue un fuerte golpe que demostró nuestros deseos de hacer las cosas bien”.
A partir de Güinía de Miranda el proceso de unidad continuó fortaleciéndose hasta que el 1ro. de diciembre de 1958, Che, en nombre del M-26-7, suscribió con el DR el Pacto del Pedrero, al cual se sumó días después el PSP, con el cual se propinaba un fuerte golpe a los elementos divisionistas y sectarios.
Tal como lo previó Fidel al elaborar su plan estratégico, la unificación del esfuerzo militar de la Revolución en el centro del país desalentó las maniobras intervencionistas. El avance rebelde en la región oriental era, a la vez, incontenible. El triunfo revolucionario ya se avizoraba.



















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Xiomara dijo:
1
30 de agosto de 2016
22:18:17
Emma G. Acevedo Fanego dijo:
2
31 de agosto de 2016
08:01:14
pedro dijo:
3
31 de agosto de 2016
15:16:01
Achim Lippmann dijo:
4
2 de septiembre de 2016
00:25:51
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