ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA

Un amigo me contó esta fábula que paso a relatar. Recién graduada, la joven ingeniera decidió asumir la dirección de una fábrica en quiebra. El caos reinaba en el lugar. Milagrosamente, un taller seguía funcionando a la perfección.

Deseosa de descifrar el misterio, sentada en un parque, frente a la mole silenciosa, conversó con el jefe. El personaje tenía algo de filósofo. La invitó a visitar el bosque cercano en varias ocasiones.

Se aproximaba el invierno. Observaron el comportamiento de las ardillas. Aco­piaban alimento para tiempos difíciles.

Trabajaban sin descanso. Su guía compartía la tarea para conducirlas luego al refugio. En otra oportunidad, el hombre acompañó a la joven  hasta el río. Los castores preparaban sus viviendas. No tenían jefe. Organizados en equipos, actuaban con precisión de reloj. Los movimientos eran rápidos y bien coordinados. En el último recorrido, contemplaron el cielo. Las bandas de patos silvestres volaban hacia el sur. Se escuchaba un rumor singular, como el aleteo sincronizado a modo coral. Inne­cesario para el vuelo, constituía una forma de estímulo  para sostener el ánimo para soportar largas marchas.

El instinto de los animales provee fórmulas de organización destinadas a ga­rantizar la supervivencia de la especie. Son métodos milenarios de probada eficacia. Marcados por el devenir de la historia y por la creciente complejidad de las sociedades. Los seres humanos hemos tenido que valernos de las ciencias de la dirección. Diseñamos organigramas, flujos de producción y distribución, manejamos esta­dísticas y teorías económicas. Todo está muy bien en  el plano conceptual. Pero, la evolución de nuestra especie ha conformado algo intangible y decisivo, hecho de ideas y sensibilidad que hemos dado en llamar conciencia. No somos fichas intercambiables. Si nos robotizamos, perderíamos las cualidades que nos diferencian de las restantes especies animales. Cesaría la capacidad de crear, de innovar, de transformar la realidad y, sobre todo, la posibilidad de soñar. Caeríamos en una atrofia repe­titiva.

Los edificios se construyen desde los cimientos. Se sostienen sobre ellos y sobre las columnas que arrancan ahí. La vida real de las sociedades palpita en su base.

La conducta organizada de ardillas, cas­tores y patos silvestres se define por el instinto de preservación. De él emana un solo objetivo claro. Los humanos aprendimos a preguntarnos  el por qué y para qué de las cosas. Nuestras actividades son múltiples. Se ajustan a circunstancias va­riables. A la necesidad de subsistir, aña­dimos muchas otras. En algunas de ellas, lo material y lo espiritual se entremezclan. El buen vestir responde al acicate de la rivalidad, de la pertenencia grupal y al valor simbólico  asociado a una clase social. Por espíritu grupal, nos sometemos  al doloroso proceso de tatuaje.

Todavía sudoroso al término de una carrera triunfante, el caballo recibe un terrón de azúcar y unas cariñosas palmadas en el lomo. Pero, el equino es animal domesticado por su amo. Las ardillas, los castores y los patos silvestres actúan movidos por un instinto ancestral. Año tras año, ante el cambio de temperatura, repiten los mismos gestos.

El jefe de taller filósofo de mi fábula sabe que está construyendo una metáfora. Des­liza tres nociones fundamentales para la coordinación de un colectivo en función del cumplimiento de un propósito determinado. El dirigente se sostiene en una autoridad inmanente, derivada de su actitud ante el trabajo. Poco podrá existir si desaparece, supuestamente involucrado en múltiples e interminables reuniones, si las ausencias enmascaran la incapacidad de afrontar con transparencia y decisión los problemas que se presentan en la práctica cotidiana.   La formación de equipos asegura el ritmo y la eficacia y garantiza el intercambio de experiencias enriquecido por el ejercicio de la crítica. El estímulo moral para vencer el cansancio  o la pereza producida por un laboreo monótono nace de la cohesión del grupo animado por la obtención del objetivo final.

Las ardillas, los castores y los patos sil­vestres de este cuento integran manadas. Están guiados por el instinto. Los seres hu­manos hemos construido sociedades. De esa manera, hemos forjado cul­turas. Ocu­pamos funciones diferentes. Depen­demos de formas de comunicación complejas nutridas de componentes afectivos, de memorias, de aspiraciones, de proyectos de futuro que tienen carácter individual y tienen  continuidad en la huella que queremos dejar de nuestro paso por la Tie­rra, porque sabemos algo que los animales ignoran. Somos mortales. Por eso, desde tiempos inmemorables, nuestra tozuda voluntad de perdurar ha construido túmulos y monumentos conmemorativos.

Por todos esos motivos, somos personas. Un extraño malentendido ha llevado a algunos a cancelar la individualidad en favor del empeño colectivo. En verdad, el proyecto socialista se orienta en sentido diferente. Propone liberar al hombre de las cadenas  que arrojan y someten a la explotación en lo objetivo y en lo subjetivo. La Revolución Cubana rescató talentos que, sin ella, se hubieran perdido en el anonimato.

El individualismo es la expresión patológica de la individualidad. Se exacerba cuando el dinero se convierte en valor supremo, origen de la lucha de todos contra todos. Para contrarrestar esas tentaciones, no podemos convertirnos en simples conductores de ardillas. Desde la comunidad y el taller más modesto, hasta las instancias administrativas, el reto consiste en cohesionar.

Potenciar las capacidades individuales, no entorpece el empeño colectivo. Las de­formaciones individualistas se manifiestan cuando el dinero se convierte en motor único y decisivo.


(Tomado de Juventud Rebelde)

COMENTAR
  • Mostrar respeto a los criterios en sus comentarios.

  • No ofender, ni usar frases vulgares y/o palabras obscenas.

  • Nos reservaremos el derecho de moderar aquellos comentarios que no cumplan con las reglas de uso.

Alberto dijo:

1

15 de agosto de 2016

00:09:35


Muy bello ese artículo en todos los órdenes, tanto formal como de contenido. Habría que tener en cuenta que la fuerza productiva fundamental de la sociedad es el hombre. La acción de ese concepto general "hombre" se manifiesta siempre como acciones individuales. Muchos son los ejemplos de sociedades fallidas y autodestruidas por convertir a los individuos en rebaño subordinado al colectivo. Incluso las leyes utilizan el concepto de "interés social" para vicitimizar o despojar a individuos. Una metarregla humanista debe ser que ninguna acción colectiva deba mermar la felicidad o el bienestar de un individuo de ese colectivo. Retomando el concepto expresado en primer lugar de que el hombre es la fuerza productiva fundamental de la sociedad, si sobre este se establecen relaciones jurídicas que merman su libertad o cortan su bienestar, se da lo que Marx señaló de la contradicción entre las fuerzas productivas y las relaciones de producción, que a largo plazo en los periodos históricos ha sido la causa fundamental de los cambios en los modos de producción. La historia reciente de los fracasos en los modelos de "socialismo" es una prueba de ello, sin olvidar las peculiaridades singulares de cada una de esas sociedades y la incidencia de factores aleatorios que le han dado colorido a esas regularidades.

Mirelys León dijo:

2

15 de agosto de 2016

05:38:31


Muy bueno este artículo. Excelente. Mis felicitaciones. Debería estudiarse en cada colectivo.

oscar dijo:

3

15 de agosto de 2016

06:27:40


Felicitaciones a esa gran maestra. Excelente artículo. Debería convertirse en material de estudio para los que, desde un parque observan inamovibles y sonrientes a ardillas, castores y patos silvestres sin mínimas ideas.

javier Gómez dijo:

4

15 de agosto de 2016

06:53:56


Lamentablemenet en los últimos tiempos en nuestro país ha ido creciendo la cifra de los que piensan que el dinero lo es todo, el egoismo y el individualismo han ido ganando espacio y es imprescindible revirtir esto

agustina dijo:

5

16 de agosto de 2016

05:49:15


Tenemos sobrados ejemplos de desigualdad.el enemigo alienta estas practicas lo cual descoloca la unidad social.es muy peligroso este tiempo y si el pais no revierte este escenario una nueva corriente de pensamiento se impondra