
El 4 de julio de 1817, durante la campaña de Guayana, Bolívar se hallaba en la laguna de Casacoima, por los Castillos de Guayana en el río Orinoco, activando la salida de algunas embarcaciones de la armadilla de Brion, cuando fue sorprendido y atacado por una flotilla realista comandada por el capitán Juan Cosmos. Lo acompañaban en ese dramático momento su amanuense Martell y los generales Juan Bautista Arismendi, Pedro León Torres, Carlos Soublette, Jacinto Lara y José Gabriel Pérez. Era una noche de tiniebla y chubascos, pero ante el peligro inminente y aunque el río estaba infectado de caimanes, Bolívar se despojó de su casaca y junto a sus compañeros se lanzó al agua, atravesó a nado la laguna y se ocultó en la otra orilla.
Allí, sin haberse disipado aún el peligro, la mente de Bolívar comenzó a delirar en voz alta:
Dentro de pocos días rendiremos Angostura, y entonces iremos a libertar Nueva Granada, y arrojando a los enemigos del resto de Venezuela, constituiremos a Colombia. Enarbolaremos después el pabellón tricolor sobre el Chimborazo e iremos a completar nuestra obra de libertar a la América del Sur y asegurar su independencia, llevando nuestros pendones victoriosos al Perú: el Perú será libre. Martell y los generales murmuraban entristecidos: “ahora sí que estamos perdidos, El Libertador está loco”, soñando con el Perú.
Pero lo cierto es que ese Loco de Casacoima, como algunos le llamaron, había tomado Angostura sobre el Orinoco poco después, luego fue libertador de Nueva Granada, más tarde venció en Carabobo, en 1822 liberó Quito y en 1824 hizo realidad su sueño de ver libre el Perú. Tal fue el Delirio de Casacoima.
Más de un siglo después, en diciembre de 1956, 13 días después del cruento desastre de Alegría de Pío, cuando todo parecía perdido, Raúl Castro se encontró con su hermano en la zona occidental de la Sierra Maestra, en un lugar conocido como Cinco Palmas de Vicana. Allí estaba Fidel con Universo Sánchez, Faustino Pérez y dos fusiles. Raúl, acompañado por Ciro Redondo, Efigenio Ameijeiras, René y Armando Rodríguez, y César Gómez, traía cinco.
Después del abrazo inicial bajo las palmas del cañaveral de Mongo Pérez, Fidel preguntó: “¿Cuántos fusiles traes?”. Raúl le respondió: “Cinco”, —“Y dos que tengo yo, siete. ¡Ahora sí ganamos la guerra!” fue la respuesta de Fidel. Después Raúl ha dicho que no se atrevió a escribir en su diario lo que pensó, y que solo se lo dijo al Comandante después de la guerra: “Yo pensé que te habías vuelto loco”. Pero también en este caso lo cierto es que poco más de dos años después, el Ejército Rebelde entraba triunfante en La Habana.
La analogía entre Casacoima y Cinco Palmas es sorprendente. Dos líderes extraordinarios, en situaciones críticas, se niegan a reconocer la derrota y sueñan con una victoria que a los demás les parece una locura, una quimera, pero que a la postre su tesón hizo realidad.
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Luis Eloy Suaez Escobar dijo:
1
30 de julio de 2016
03:06:03
yam dijo:
2
30 de julio de 2016
14:00:04
Karel dijo:
3
31 de julio de 2016
03:22:48
Pedro Acevedo dijo:
4
9 de enero de 2025
13:01:14
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