
Cifras alarmantes para prestar atención: el informe de seguimiento de la Educación para Todos 2010-2015, de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco), estima que existen entre 93 millones y 150 millones de niños que viven con discapacidades, y muy pocos de ellos reciben una educación adecuada.
Entre las causas del limitado acceso a la enseñanza —refleja el citado documento— figuran el desconocimiento sobre las diferentes formas de discapacidad y las necesidades de los niños que las padecen, así como la falta de formación de los docentes y de las instalaciones físicas necesarias, las actitudes discriminatorias, y la diferencia.
Escenario propicio para abundar en el tema constituyó el VII Congreso Internacional Educación y Pedagogía Especial, que sesiona en el Palacio de Convenciones, y donde Orlando Terré Camacho, presidente de la Asociación Mundial de Educación Especial, ofreció este martes acertadas declaraciones a la prensa: “Las políticas neoliberales enarbolan la bandera de la inclusión para invisibilizar las desigualdades. Si no hay voluntad política, la inclusión es un simple slogan o es una bandera. Pensemos en un dato reciente: existen más de 65 millones de niños que viven en campos de refugiados”.
El investigador elogió el modelo de inclusión educativa cubano (en el que se atienden hoy a más de 37 000 niños) “pues se sostiene a partir de la responsabilidad”. La educación cubana es regla de tres: la escuela, la familia y la comunidad. El niño no va en solitario, sino acompañado justamente por esa articulación, expresó, a la vez que aprovechó el espacio para honrar a quien ha sido “un amante de la Educación Especial”. Esos logros existen porque hay un líder que ahora cumple 90 años —dijo refiriéndose a Fidel—, una Revolución.
Y destacó su confianza en los artífices de la concepción del proyecto cubano de Educación Especial, que hoy se concreta en las 365 escuelas de la enseñanza a lo largo y ancho del país. “La educación cubana por esencia es martiana, responde a los intereses de cada uno y está sostenida por un proyecto social. Los principios de la Unesco de aspirar a tener una educación para todos en el 2030, ya es una satisfacción en Cuba”.
Sobre el perfeccionamiento del sistema nacional de educación, dijo que se esperan resultados de ese proceso, y resaltó entre los derroteros pendientes cómo reformular el currículo de manera que se fortalezcan los conocimientos y habilidades del niño, dentro del espacio inclusivo.
Al ser interpelado por Granma sobre la necesidad de trascender los muros de las instituciones, para crear una cultura de la inclusión a escala social, Terré expresó que a la escuela le queda mucho por hacer. Cualquier experiencia práctica tiene que darse a partir de la conciencia. Si no aceptamos y reconocemos al individuo en la comunidad, la inclusión no es real, no es un proceso completo. La familia cubana, al margen de lo que queda por hacer, cuenta con todo un condicionamiento institucional que la acompaña, “la conciencia social está más cercana de lo posible”, a diferencia de otras naciones donde esta se encuentra abandonada, excluida, arguyó.
Pero cuando hablamos de inclusión no nos referimos solo a aquellos infantes con necesidades educativas especiales, también a niños trabajadores, abusados sexualmente, marginados, aquellos con resultados sobresalientes —que son productos de la fortaleza educativa— las minorías étnicas y lingüísticas…, profundizó Terré Camacho en el tema que requiere, si se desea ofrecer respuestas más efectivas, de una comprensión holística.
Entre los desafíos que existen hoy en el ámbito de la pedagogía, abogó por competencias del docente que respondan a los intereses, necesidades y problemas de los educandos, a partir del modelo enseñanza-aprendizaje. “¿Quién enseña y quién educa en la escuela de hoy? Históricamente, el maestro era el dador de conocimiento. Hoy el docente se transforma en un facilitador, los ritmos de aprendizaje son diversos, el educador tiene que brindar desde su experticia una serie de propuestas didácticas para el mejoramiento de este proceso. El mejor docente es el que acepta y ayuda al niño”, sostuvo.
Además, instó a esa ‘escuela de hoy’ a convertirse en una comunidad social, en la misma medida que no deja en solitario ni a la familia ni al educando, cualquiera sea su necesidad, y llamó la atención sobre la importancia de una educación basada en valores, “pero también en emociones. La escuela inclusiva tiene que cambiar su mirada hacia el potencial del desarrollo; no mirar el déficit, sino hacia lo que el niño es capaz de hacer. No puede haber inclusión si no reconocemos y aceptamos las diferencias. No hay inclusión si no abrazamos las emociones”.
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Luis Antonio Amigo Riaño dijo:
1
29 de junio de 2016
10:18:20
Luis Antonio Amigo Riaño dijo:
2
29 de junio de 2016
10:40:53
Miguel Angel dijo:
3
29 de junio de 2016
14:13:14
Daimi dijo:
4
30 de junio de 2016
15:26:10
Claudia Milena Payares Payares dijo:
5
30 de junio de 2016
19:07:12
Dario Pinto Ch. dijo:
6
18 de febrero de 2017
09:20:57
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