El Debate reflexivo, fresco y comprometido sobre los principales temas de la educación superior contemporánea en la búsqueda de soluciones innovadoras y alternativas, está sobre el tapete en los países de América Latina y el Caribe.
Sobre todo porque cada vez se toma mayor conciencia del propósito de las universidades: formar profesionales en condiciones de responder a las demandas de la población.
No obstante, para preparar a esos profesionales no basta con que la universidad sea innovadora, gratuita y de calidad, ni con rechazar la mercantilización de la educación.
Es necesario que se aprueben políticas públicas de gobiernos y organizaciones, y que se definan las prioridades y responsabilidades de toda la sociedad en la solución de temas como la pobreza, el hambre y la inseguridad alimentaria, que se vuelven más acuciantes.
La región ha establecido sus posiciones al respecto no solo en las alianzas integradoras económicas, sociales y políticas (ALBA, Celac, Mercosur), sino también en el reconocimiento de que la educación superior está llamada a ser protagonista y abanderada en los cambios sociales.
Partiendo de la educación de calidad para todos -un derecho elemental reconocido por organismos internacionales y en el que también juegan su papel las universidades-, se hace más expedito el tránsito hacia el crecimiento económico sostenido y el acceso a la justicia y la paz, tan importantes en esta parte del mundo que ha sido declarada Zona de Paz.
Las convocatorias que cada dos años se realizan en la capital cubana para hacer los sistemas educacionales universitarios más pertinentes y proactivos, constituyen espacios de encuentro académico, sabiendo que la garantía de acceso a la educación por sí solo ya no es suficiente para enfrentar las complejidades actuales.
Es entonces que se habla de educación de calidad y de Casas de Altos Estudios que trabajen no en función de las élites, sino en beneficio de todos para poner en práctica los ideales de justicia social, dignidad y respeto a los derechos humanos.
Cuba ya lanzó la convocatoria para celebrar dentro de dos años el congreso Universidad 2018 con una frase que resume lo que espera la sociedad: “el papel de la universidad es de vanguardia y no de simple observador (…) debemos y tenemos que estar siempre adelante. A eso se nos llama. Ese es el reclamo que nos hacen nuestros pueblos”.
Es eso lo que esperamos todos, con la inclusión de la ética como brújula de la ciencia para enfrentar los desafíos actuales y venideros de nuestras sociedades.



















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