
“Queridos amigos,
Se han ido amontonando los años, los pensares, los decires, los sufrires. Para mí es un merecido honor estar en este templo de la cultura, de la escultura del escribir, del pintar, del sentir, de transformarla en nostalgia y en sentimiento; en poesía, en sensación que se transmite a lo largo del tiempo, que intercomunica a los seres humanos.
Porque yo soy un paisano que algún día me enamoré y soñé –como muchos que están acá- con cambiar el mundo. Y así me fue. ¡Ah! Pero, alguna cosa aprendimos para transmitirle a las nuevas generaciones: que cometan los errores de su tiempo, no los nuestros.
Hasta los 22 años era un apasionado de la literatura. Leía hasta la guía telefónica…Pero, cuando entré en este negocio de cambiar el mundo, cambió la historia: saltaron los libritos, había que buscar 38 y 45 y etcétera. Y se nos acabó la literatura y se nos amontonaron los años y las penurias. Y tuvimos que estar terriblemente alejados de la cultura. Y no nos trataron muy bien en los años de presidio, tuvimos que estar muchos años sin libros.
No le he dedicado a la cultura el respeto que merece y el tiempo que merece. Estar acá para mí es un honor no merecido, porque esto es un templo que simboliza el esfuerzo más comprometido de la cultura latinoamericana, con la cual tenemos una deuda vieja. Y esto fue algo levantado entre el redoble de un viejo sueño y de una muy vieja bandera que nos dice –en términos sintéticos- hemos logrado fundar en estos últimos doscientos años varios países, pero la nación todavía es una deuda.
Esta es la deuda que tenemos con Martí, con Bolívar, con nuestra historia. Pero antes era por un sueño, por una defensa, una actitud de defensa ante el Imperio. Soy de los que interpreta que la lucha por una integración de América Latina es por el espanto. ¿Por qué? Las batallas de nuestra humanidad, ser o no ser, ahora penden de lo que está en peligro: la propia existencia de la especie en este planeta.
La vida se va y ya no creemos -no podemos creer en estas sociedades laicas- que este mundo es un valle de lágrimas para ir al paraíso.
Y nuestra vida se nos va y tenemos sed de felicidad, y no queremos confundir –por lo menos muchos- felicidad con comprar cosas nuevas todos los días.
El sentimiento de felicidad está unido a cosas entrañables, antiguas, eternas: tiempo para los hijos, para la familia, para un puñado de amigos. Tiempo libre que no se vende, que no se compra. Sabemos perfectamente, por obligación, que en este mundo hay que trabajar para acompañar y hacer frente a las necesidades materiales; pero la vida no es solo trabajar. La vida es la lucha por la libertad, y libertad es tener tiempo libre para dedicarlo a las cosas que nos conmueven.
Bueno, por eso acudimos a la historia. No es la liturgia de recordar a Martí solo por hacer un homenaje. Vamos al baúl a buscar herramientas intelectuales que nos sirvan para esta lucha de hoy… Nuestras lecciones están en las raíces de nuestra historia. Pero el porvenir no es nostalgia. El porvenir es siempre un mundo nuevo.
Los que nos llamamos, más o menos, de izquierda tenemos necesidad de acudir a fuentes como las de Martí... No sé, ni tengo autoridad para decir, si era pre-modernista o algo por el estilo, no me importa. Lo que me importa es que era un soñador, un constructor y no se quedaba escribiendo papeles. Escribía papeles pá impulsar la vida y la acción.
Y este hombre singular se define por ahí que quiere jugar su suerte con los pobres, lo que habla de una enorme sensibilidad social. Pero que, a su vez, ante las dificultades de su tiempo, sabe que la lucha por la independencia es doble.
Tuvo la grandeza pragmática de ver el escenario y plantear un partido para todos, con todos… Entendió que tenía que fundar una herramienta, un partido revolucionario, inclusivo, que tratara de llevar a todas las clases sociales posibles a esa lucha. Y que, tal vez, premonitoriamente, nos ofrendó su vida como una manera de suscribir su compromiso. Es un personaje informado en su época: escritor, ensayista, poeta, enamorao “como pata de catre” –es un dicho uruguayo, no puedo dejar de hablar en lenguaje muy paisano-. Amaba la vida y la sentía.
Martí representa un momento preciso de la historia. Establece el compromiso del intelectual con una causa viva. Por un lado se trata de un pensar, pero, por el otro, pone la vida al servicio de lo que piensa. Y sinceramente es fácil pensar, es fácil para la gente intelectualmente bien dotada escribir novelas que pueden ser apasionantes, pero hacer todo eso y jugarse la vida convencido por una causa, no es corriente. Este hombre es una cosa que sacude las entrañas. Acá le dicen el Apóstol, para mí es un puente entre los viejos gestores de la independencia latinoamericana y los desafíos del porvenir.
Yo no creo que la segunda independencia sea esta. Pero si esta es la segunda entonces nos falta la tercera, y la tercera es la propiedad del conocimiento que nos haga libre. Y la creación de una cultura libertaria, no sometida a los valores del capitalismo. No importa la naturaleza de la propiedad y la distribución, lo que importa es la conducta de las masas, la conducta natural del hombre, y tenemos la deuda con la construcción de una cultura contestataria distinta.
El eterno problema de las fuerzas del cambio es la lucha por la unidad, que significa respetar la diversidad y aprender a componer columnas con gente que tiene matices, pero no dividir las fuerzas del cambio porque eso es debilitarse frente a la derecha. Debemos tener bien claro cuál es la batalla principal. En el caso de Martí la batalla principal era conseguir, por un lado, la independencia del imperio colonial y, por otro, frenar la ambición norteamericana que era manifiesta sobre esta parte de América, ser conscientes de que si lo lograban estaban cumpliendo un servicio a favor de América Latina… De ahí la lucha diplomática y las representaciones consulares.
Claro que para Cuba, Martí es mucho más que esto. Para Cuba, Martí es el símbolo de la construcción de la República. Es, como lo llaman ustedes, el Apóstol. Porque da la impresión que casi buscó con la alegría, la muerte como una manera de suscribir lo que pensaba y lo que sentía. Había dado todo, o casi todo, le faltaba dar la vida por lo eterno.
Quisiera señalar la idea de los equilibrios que nos legó, porque creo que estamos en la coyuntura de esa lección, de esa lucha por el equilibrio. El equilibrio para asegurar la independencia de los países latinoamericanos. Si Cuba caía, o era anexada a Estados Unidos, todo el Caribe quedaba comprometido. Era evidente, y vaya qué había ganas de Estados Unidos. Él se dio cuenta de que romper con el imperio colonial y, a su vez, frenar la ambición norteamericana era una causa a favor de América Latina. Buscó la diplomacia interna, se dio cuenta del contubernio que tenía la República de Argentina con Inglaterra y desconfió de la política que traía Brasil desde la época de Don Pedro con un acercamiento hacia el gran mercado yanqui. Trató de moverse en las contradicciones en toda esa América, y nunca se olvidó de México, como corresponde.
Pero esa idea del equilibrio no es solo una cuestión de táctica política, es una visión del mundo, un mundo de equilibrio que creo que es un mensaje moderno y que hay que analizar en cada circunstancia histórica cómo se presenta la lucha por el equilibrio y las fuerzas, en un mundo que está totalmente desequilibrado y que parece de locos, no de desequilibrados.
Con una civilización que nos domina y que, con una enorme genialidad, acumulamos disparates. Hace poco ladrábamos contra el cambio climático…Estuvimos ladrando desde Kioto hasta acá inútilmente. De esas contradicciones estamos llenos…Yo pudiera pasarme horas hablando de estos disparates que estamos cometiendo como humanidad. Tiene razón Fidel, en algún discurso por ahí, que hace años decía: “Lo que está en juego es la vida humana”.
Porque hemos llegado a una etapa de interdependencia, de interrelación donde el mundo necesita decisiones globales, inapelables, que hay que tomarlas…necesitamos acuerdos mundiales porque nunca el hombre tuvo la fuerza que tuvo hoy. Nunca tuvo los medios que tiene hoy. Dos millones de dólares por minuto se gastan en el mundo por presupuestos militares… Decir que no hay recursos es no tener vergüenza.
Tenemos que empezar a racionar como especies responsables de la vida de este barco que se llama Tierra. Pero este mundo no tiene conducción, o mejor dicho, tiene conducción a través de la acumulación capitalista. No a favor de la vida.
Martí tuvo el desafío del desborde norteamericano, la independencia de las colonias y preservar a América Latina. Nuestro desafío es la lucha por la vida arriba de la tierra. Creo que muchas veces no somos conscientes porque vivimos en una sociedad marketinera…Nos tienen entretenidos. Los romanos inventaron el pan y el circo, acá tenemos la televisión y el entretenimiento para estar embobecidos. Es una civilización mediática a manera de dominarnos.
Yo no abogo por un hombre que vuelva a las cavernas o que viva debajo de una hoja de palmera. No defiendo la pobreza como ideal de vida, defiendo a muerte la sobriedad. Vivir livianos de equipaje, tener tiempo para vivir, recordar que la felicidad humana es la relación con otros seremos humanos. Que el hombre no es una mercadería, ni se compra ni se vende.
Creo sinceramente - y lo resumo- que nuestro deber es luchar por una cultura contestataria, libertaria, diferente, insujetable. Me van a decir que no se puede, yo creo que este bicho humano es el único animal capaz de reprogramarse en su conducta, si ejerce voluntad sobre sí mismo.
El hombre tiene capacidad de autoprogramarse y es la parte que tiene que ver con la construcción del porvenir.
Creo a muerte que hay que luchar por una liberación, una liberación de nosotros mismos, de la cultura que nos sujeta en lo más hondo de nuestras decisiones. Debemos luchar por la felicidad humana y la felicidad humana no es amontonar cacharros… La vida se nos va, y estas cosas que estoy diciendo son tan elementales y, por elementales, se olvidan. Cuando tú compras algo con plata, no estás comprando con plata, estás comprando con el tiempo de tu vida que tuviste que gastar para tener esa plata.
Pero el tiempo en la vida no lo podés comprar… Por favor, no malgasten el único milagro que tienen, el milagro de estar vivos.
Gracias”.



















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