Llegó a ella a través de algunos amigos. Incrédula al inicio de que la calidad respondiera al “bajo costo” de la oferta; permaneció allí en parte por curiosidad, en parte por aceptar el desafío. A sus 21 años, Diamela Trejo no creyó retomar libretas y lápices, olvidados en el onceno grado que se quedó trunco.
La encontramos por sorpresa en un ejercicio de cosmetología, del curso de maquillaje que imparte el profesor Teófilo Bolaños, coordinador de la Casa de Orientación a la Mujer y la Familia, enclavada en la capitalina intersección de 42 y 5ta. A, en Playa, institución que le abrió sus puertas a Diamela y a un grupo donde las mujeres son mayoría, y en el que la oportunidad se dibuja como la primera incursión en un programa de adiestramiento de esa naturaleza.
“La calidad de las clases es lo que me ha hecho quedarme, no pensé recibirlas con el nivel de preparación que las da el profesor, y sobre todo porque el precio es muy bajo si comparas esta con otras ofertas”, comenta la joven mientras adelanta sus planes más inmediatos de utilizar lo aprendido para iniciarse en el trabajo por cuenta propia como maquillista y cosmetóloga.
A pocos días de celebrarse el cuarto de siglo de creada la primera de estas casas, el 8 de septiembre de 1990 en Villa Clara, la iniciativa se valida como un espacio alternativo para la familia cubana, no solo de superación, sino de orientación y facilitación social.
LA CASA, A TRAVÉS DE LA LUPA DE LA HISTORIA
Cuando en las postrimerías de la década de los ochenta, Fidel había anunciado que el país iba a atravesar por una etapa difícil de la economía —periodo especial—, la Federación de Mujeres Cubanas (FMC) avizoró que tenía dos momentos a las puertas, rememora a Granma Oneida Broche, funcionaria que atiende esta actividad a nivel nacional en la organización femenina.
“Un primer momento era que nuestras mujeres y la población en general habían alcanzado un alto nivel de preparación que requería que la Federación les llegara desde una nueva posición para seguir ayudando a ese crecimiento personal como ser humano pleno. Teníamos que buscar alternativas para que sintieran que la organización les seguía resultando importante y nos entendieran, desde sus prácticas cotidianas, con un perfil mucho más profesional y multidisciplinario, sin sustituir el trabajo de la delegación de base. Ese resultaba un reto porque la generación era otra”, significa Oneida.
A eso se unió —recuerda la funcionaria— el imperativo de gestionar espacios que fueran atractivos y utilitarios para quienes (por razones multifactoriales aunque con el denominador común del periodo especial) se habían desvinculado del estudio y el trabajo, y así poder reconectarlos a la vida social. Fue Vilma quien sabiamente sembró la idea.
Ello devino pretexto para que profesionales de distinta procedencia del saber maquetaran iniciativas y parieran buenos proyectos. Así, la capital villaclareña asumió la maternidad de la propuesta pionera de las Casas que hoy conocemos, presentada específicamente por el Instituto Pedagógico “Félix Varela”. En este último había surgido en fecha anterior la Cátedra de la Mujer, que gracias a sus estudios iniciales y las pequeñas intervenciones comunitarias, permitió tomarle el pulso —desde la palestra investigativa— a las necesidades enunciadas por la propia población.
Al inquirir nuestro diario por el minuto cero, del día cero en que vio la luz esta proposición, Oneida no puede evitar recontar las noches en vela en que “cocinaban” lluvias de opiniones o los recurrentes sueños “en símbolos”. Entonces ella era muy joven y se desempeñaba como secretaria general de la FMC en el municipio de Santa Clara. Lo primero en desempolvar de los recuerdos durante nuestra plática fue el enorme papelógrafo que fragmentó y repartió entre el equipo para que cada secretaria de las delegaciones de base le caracterizaran “su pedacito” de área de actuación. El mismo papel que, una vez recompuesto, ayudó a organizar y darle forma al asunto.
A la propuesta presentada a la dirección nacional, Vilma le imprimió mucho de sí y de su tiempo, hasta revolucionar el concepto y legitimar la pertinencia de un proyecto local para llevarlo a la expresión macro. Desde aquel 8 de septiembre de 1990, comenzaría a hacerse extensiva la apertura de nuevos recintos de este tipo.
“¿Qué es la Casa? No es otra además de la sede municipal de la Federación, radican allí, con algunas excepciones en lugares que —por criterios fundamentados— poseen otro espacio físico para desarrollar su labor”, abunda Oneida.
Hoy son 173 Casas de Orientación a la Mujer y la Familia en toda la geografía cubana, con el objetivo común de orientar y dar herramientas, mostrar alternativas a las personas para que con sus propios medios puedan cambiar la realidad y armonizar su relación con el entorno, sea al canalizar sus problemas en espera de ayuda o al buscar vías para el cultivo del intelecto y aterrizar los conocimientos en la práctica.
Cinco constituyeron las líneas de trabajo fundacionales: la orientación individual y la grupal, la investigación, la intervención comunitaria y la capacitación. A estas alturas del siglo XXI, tras el perfeccionamiento de dinámicas al interior de la organización y de la convergencia de nuevos centros dedicados a una parte de estas tareas, las líneas actuales son tres y se concentran en las dos modalidades de orientación mencionadas y en la actividad capacitadora.
BRÚJULA, SIN PRESCRIPCIONES MÉDICAS
Meridiano ha sido el principio que ha caracterizado la gestión institucional: el de “no dar recetas, ni indicaciones”, mucho menos sustituir las funciones de ninguna institución en la sociedad. Sencillamente ofrecen un “norte”, como la gran brújula que en definitiva son, pero la asunción de caminos y sugerencias queda sujeta al derecho de elección libre de cada individuo.
Ahora, si a sus recintos acude alguien que requiere ayuda especializada o específicamente atención clínica, entonces el procedimiento más extendido es el de remitirlo hacia la institución de salud pertinente.
En esa inter y transdisciplinariedad, en el respeto a las competencias profesionales de cada campo del conocimiento, en el trastocar sitios baldíos en auténticas oportunidades y en esa capacidad-vocación de devenir una versión moderna de reparadores de sueños, están algunas de las llaves que abren las puertas de estas Casas, a 25 septiembres de su nacimiento.
Tres grandes vertientes dan formato a la capacitación: la llamada “preparación hacia adentro” (funcionarios, cuadros, colaboradores), la que solicitan disímiles organismos e instituciones y los programas de adiestramiento (mayormente en un oficio). Solo en la última modalidad —que atesora más de 45 tipologías de ofertas— se cobra a los cursantes un estipendio mínimo de 25 pesos cubanos, las demás son completamente gratuitas.
Entre la lista de variantes de adiestramiento, figuran idiomas foráneos, peluquería, barbería, gastronomía, lunch, maquillaje, cocina, Relaciones Públicas, repostería, manicura, carpintería, masajes, computación, artesanía, gestión comercial y nutrición e higiene de los alimentos. También se han incluido otras de gran impacto como las de asistentes para el cuidado de niños y de ancianos.
Todas de gran valor práctico, dado el espacio que va ganando —a ritmo creciente— la apertura en nuestra sociedad a las nuevas formas de gestión no estatal.
Los requisitos para ingresar a estos cursos son pocos: tener mayoría de edad y disposición para aprender y aprehender. De hecho, hasta extranjeros —sin residencia permanente en territorio nacional— pueden beneficiarse de estos programas.
Pero la mayor riqueza de las Casas de Orientación, cimentada en todo su hacer y su andar, al decir de la también fundadora de esos circuitos interactivos Oneida Broche, radica precisamente en quienes le dan vida: equipos de trabajo de profesionales de distintas ramas que, convertidos en colaboradores incondicionales, tributan a ese esfuerzo de manera voluntaria (en el tema orientativo), pues “para nada la Federación les paga un salario.
Son personas a las que les gusta el quehacer de la organización y creen en un ser social mejor, por lo que sin tanto protocolo ponen sus saberes en función de aquellos que lo necesitan”.
A esa raza superior del magisterio popular pertenece Teófilo, “el profe de Playa”, alguien para el que cinco años impartiendo programas de adiestramiento son, no solo el noviazgo de un amor mayor por el arte de educar, sino además la manera que ha encontrado para agradecerle a la Federación las satisfacciones otras que se ganan con los años, al encontrarse a un alumno emprendiendo su propio rumbo. Eso y el hecho en sí de la afluencia permanente de gente interesada en aprender un oficio, de reinsertarse en la sociedad, resultan medidores fehacientes del éxito de estas opciones de capacitación, dice.
Alcance del que también dio fe María de la Caridad Mazorra, organizadora de la FMC en Marianao, quien abundó en el sentido humanista de esta idea, pensada para la familia.
Otra de las riquezas estriba en la de irradiar su labor hacia los centros penitenciarios —fundamentalmente de mujeres—, con vistas a coadyuvar a la reinserción social de las internas, unas vez cumplidas sus sanciones. En este sentido, se trabajan las modalidades de orientación y trabajo grupal, así como los referidos programas instructivos.
Tentativas todas que responden a la máxima de que la FMC “nació para unir y su condición de organización femenina no implica que sea exclusiva para mujeres”.
“DE NO ESTAR TÚ, DEMASIADO ENORME SERÍA EL BOSQUE”
A 25 calendarios en las venas de las Casas mucho se ha alcanzado, como involucrar en actividades puntuales a más de medio millón de personas, el llegarle a disímiles familias en cualquier forma de ayuda o asistencia, el coadyuvar a la realización profesional de jóvenes colaboradores o, simplemente, que la gente los busque.
Ya no sucede como en los umbrales de los noventa cuando apenas acudían unas pocas amas de casa apenadas, hoy se dirigen a ellas grupos heterogéneos, incluso hombres que buscan asesoramiento en temas otrora tabúes como la sexualidad, afirma la funcionaria de la FMC a nivel nacional.
Sin embargo, no todo está conquistado. Cerrar brechas de toda índole entre hombres y mujeres, ejercer mayor poder de convocatoria, divulgar más lo que se hace, hacer de la sistematicidad una práctica incorporada, evitar que sigan llegando a hogares maternos adolescentes embarazadas sin la madurez necesaria para asumir una maternidad responsable —asevera—, son de los retos aún pendientes. Y a ello se suma la urgencia de asumir, si no el cambio de mentalidad, al menos la mentalidad de cambio por algunos cuadros en el empeño de continuar revolucionando la Revolución de las mujeres en la Cuba de estos tiempos.
Antes de apagar la grabadora este periódico quiso saldar una deuda para con la propia historia —todavía sin escribir— de estos espacios de inclusión y asistencia, y preguntó cuánto de Vilma hay en las Casas y cuánto le deben las Casas a Vilma. A lo que Oneida replicó —de atrás hacia adelante y basada en sus cuatro décadas de experiencia en la organización femenina— con la emoción a flor de piel: “Las Casas le deben a Vilma su existencia, le deben el amor que le ponen a cada cosa, el seguir accionando, haciendo en función de la familia cubana siempre, porque es su obra, es su legado.
“Y tienen de Vilma eso mismo: el amor, la impronta, el cariño, el respeto, las ilusiones, la alegría y tienen, sobre todas las cosas, el deseo de seguir construyendo una sociedad donde los valores de la Revolución se perpetúen cada día”.
La frase del escritor japonés Kobayashi Issa que da título a este epígrafe, explica per se por qué habría sido abrumador el bosque de los desafíos cotidianos para muchos hoy, de no haber sido por el apoyo que allí han encontrado. Es que la Federación ha diseñado las llaves de las Casas, pero el dueño legítimo de estas es la familia, que constituye —a fin de cuentas— su razón de ser.



















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