Como suele ocurrir con cierta frecuencia en las últimas cinco décadas, las imágenes de suelos agrietados, presas prácticamente secas, ríos al mínimo de nivel y carros pipa llevando agua a los barrios, vuelven a formar parte de la cotidianidad en extensas zonas del país.
Y es que sin llegar a la crítica situación originada por el extraordinario evento de sequía sucedido entre el 2003 y el 2005 (a principios de mayo de ese último año el volumen de agua embalsada a nivel nacional apenas representaba el 26,7 % de la capacidad total, y más de dos millones de personas recibían el vital líquido mediante camiones cisterna), el actual déficit de lluvia ya provoca severas afectaciones en diversos sectores de la vida nacional, incluido el abasto de agua a la población.
Datos aportados por el Instituto Nacional de Recursos Hidráulicos (INRH) indican que entre el primero de enero y el 31 de mayo del presente 2015 cayeron en Cuba 265,5 milímetros, cifra equivalente al 68 % del promedio histórico para ese periodo de tiempo.
Santiago de Cuba es la provincia donde menos ha llovido con solo el 41 % del acumulado habitual, seguida de Guantánamo, 49 %, Artemisa, 57 %, Pinar del Río, 63 %, Ciego y Villa Clara, 65 %.
Resalta la acentuada falta de precipitaciones registrada en los municipios de Guamá y el propio Santiago de Cuba, cuyos registros representan el 15 y el 29 % de sus promedios históricos.
Según precisó a Granma el máster en Ciencias Argelio Omar Fernández Richelme, especialista del Servicio Hidrológico y Disponibilidad de Agua del INRH, hay lugares que tienen déficits de lluvia continuados desde hace más de dos años, como sucede en las localidades tuneras de Jobabo y Majibacoa.
En cuanto al estado de los embalses, manifestó que al cierre de mayo los 242 administrados por el INRH retenían 3 317 millones de metros cúbicos, lo cual representa el 36,3 % de la capacidad total.
Las provincias que tienen los niveles más bajos de llenado en las presas son Sancti Spíritus (17,5 %), Granma (19 %), Las Tunas (23,4 %), Pinar del Río (24,6 %), Camagüey (27,4 %) y Santiago de Cuba (29,1 %).
Igualmente, de las cien cuencas subterráneas o acuíferos controlados, 68 están en descenso y de ellos 27 se encuentran cercanos al mínimo histórico, y siete en estado crítico.
Tan desfavorable situación perjudica el suministro de agua a un millón 193 282 personas a lo largo de todo el país, obligando a modificar los ciclos de entrega en diversos lugares, sobre todo en la región oriental.
Para Fernández Richelme la agudización o alivio de las condiciones de sequía dependerá en gran medida de las lluvias que pueden ocurrir en el actual mes de junio (al menos por estos días los aguaceros caracterizan la tónica del tiempo en gran parte del territorio nacional) y en septiembre, históricamente los más pluviosos del año.

Vale subrayar que la disponibilidad de agua en Cuba depende exclusivamente de las precipitaciones, y los ciclones tropicales son los sistemas que más influyen en la elevación de los acumulados. Los modelos climáticos de predicción referidos a los periodos 2021-2050 y 2071-2100 sugieren una progresiva disminución de estos, con estimados de alrededor del 10 y el 20 % menos al final de cada uno de los plazos mencionados.
Investigaciones desarrolladas por expertos del Centro del Clima del Instituto de Meteorología, muestran que los eventos de sequía en el archipiélago cubano reportan un significativo incremento en su frecuencia e intensidad a partir de los años 60 del pasado siglo, debido a la persistente influencia de marcadas condiciones anticiclónicas en los niveles medios y altos de la atmósfera, factor que limita los procesos de lluvia.
De acuerdo con esos propios estudios, en las cuencas hidrográficas de interés nacional del Cauto, Cuyaguateje y Guantánamo-Guaso, los promedios de precipitación anual disminuyeron en 342, 162 y 154 milímetros, respectivamente. Asimismo hay una reducción del potencial hídrico de la nación de un 15 %, en comparación a las estimaciones de ese indicador correspondientes a la etapa 1931-1972. Lo anterior apunta a que el país debe prepararse para convivir con menos agua.
MUCHO POR HACER
Si nos guiamos por la magnitud de la infraestructura hidráulica creada por la Revolución, el país dispondría de las reservas suficientes para enfrentar etapas de prolongada escasez de lluvia, como la que sufren hoy amplias zonas del occidente, centro y oriente de la nación.
Pero el deterioro de las conductoras y redes de los sistemas de acueducto, el desgaste de los herrajes y redes internas en viviendas e instituciones, unidos al despilfarro del vital recurso en el sector estatal y residencial, el no aprovechamiento apropiado de cierta cantidad de embalses, la baja eficiencia de los sistemas de riego y el empleo de índices de consumo no adecuados tanto en la producción como en los servicios, han condicionado un empleo inadecuado del agua, que agudiza en gran medida el impacto de la sequía, más allá de cuanto deje de precipitar.

Sobre el tema, el ingeniero José Antonio Hernández Álvarez, director de Uso Racional del INRH, plantea que junto con las inversiones en marcha dirigidas, entre otros objetivos, a trasvasar agua hacia fuentes de abasto deprimidas, suprimir salideros en redes y conductoras, dar mantenimiento a la infraestructura y avanzar en el metraje, es imprescindible incrementar el protagonismo de la ciencia, la tecnología y la innovación a fin de potenciar el tratamiento y reuso de las aguas en entidades productivas y de servicios.
Dijo, además, que debe trabajarse en la búsqueda de alternativas encaminadas a lograr el máximo aprovechamiento posible del agua de lluvia con fines diversos.
Tomando en cuenta la actual escasez del vital recurso, el INRH instrumenta un grupo de acciones para paliar los estragos ocasionados por tan complejo escenario, en coordinación con varios Organismos de la Administración Central del Estado.
Estas contemplan la realización de ajustes sistemáticos al Balance de Agua según las disponibilidades existentes y cumpliendo las prioridades de la política nacional aprobada por el gobierno al respecto, asegurar la continuidad y eficacia del programa de herrajes y el referido a la reducción de pérdidas, así como incrementar el control y reducción de los centros considerados grandes consumidores.
Sin la prominencia mediática de los huracanes, los eventos de sequía transcurren en silencio y de forma progresiva ocasionan sensibles daños. Baste decir que el impacto económico de la sufrida por el país en el bienio 2003-2005 se estimó en alrededor de 1 350 millones de dólares.
Cerrar brechas al derroche de agua demanda involucrar a toda la sociedad en tan estratégico empeño. Ahorrarla y manejarla de forma racional es un reto inaplazable de alcanzar.
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ROBERTO dijo:
1
5 de junio de 2015
00:42:17
Sally dijo:
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5 de junio de 2015
09:06:49
José dijo:
3
5 de junio de 2015
10:08:33
Julio Reyes dijo:
4
5 de junio de 2015
12:15:02
andres dijo:
5
5 de junio de 2015
13:47:57
cabrera vc dijo:
6
5 de junio de 2015
13:50:14
laines dijo:
7
5 de junio de 2015
14:16:05
Patricio Breglia dijo:
8
5 de junio de 2015
18:00:50
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