ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
Ilustración­: René Portocarrero.

El barco pasa rozando la punta de Maisí. Desde el puente, José Martí puede ver la farola. Avistar la costa cubana le emociona. Tras más de quince años de ausencia, tiene ante sí la tierra amada, de la que España lo ha deportado dos veces, en 1870 y 1879.

Noche cerrada, de chubasco. A unas tres millas de la costa bajan un bote, el que han em­barcado en Inagua con la complicidad del ca­pitán. “A tierra”, conmina Gómez. Llueve grueso y enrumban mal en un principio. Un ban­dazo de agua les arrebata el timón. Al fin fi­jan rumbo. Martí va en la proa. Salas rema se­gundo. César Salas y el dominicano Marcos del Rosario bogan desesperadamente. Pa­qui­to Borrero y Gómez ayudan de popa. La luna asoma, roja, bajo una nube, y Gómez puede consultar el reloj. Son pasadas las diez del 11 de abril de 1895.

Arriban a una playa de piedras, al pie de Ca­jobabo. El Apóstol relataría en su diario: “Me quedo en el bote el último, vaciándolo. Salto. Dicha grande”. Gómez se arrodilla y besa la tierra cubana. Marcos del Rosario hace lo mismo.

Al voltear el bote para ocultarlo con ramas, se rompe el garrafón de agua. Apagan entonces la sed con vino de Málaga. Echan a andar tierra adentro. Martí consigna: “Arriba por piedras, espinas y cenagal. Oímos ruido, preparamos, cerca de una talanquera. Ladeamos un sitio, llegamos a una casa. Dormimos cerca, en el suelo”.

Avanzada la madrugada tocan a la puerta del bohío del patriota Gonzalo Leyva. Ense­gui­da reconocen a Gómez. El joven Silvestre Mar­tínez los guía hasta la cueva de Juan Ra­mírez, un antiguo campamento mambí, bajo un farallón, a la derecha del río Tacre. Gómez le envía un mensaje a Fernando Ley­va, un ve­terano combatiente. Asan boniatos y duermen sobre hojas secas.

Al mediodía siguiente se les une un práctico, José de Jesús. El 14 de abril abandonan la cueva y cruzan el Tacre. Describe el Poeta: “Luego, a zapato nuevo, la altísima loma, de yaya de hoja fina, majagua de Cuba y cupey, de piña estrellada.

Vemos, acurrucada en un lechero, la primera jutía”. Marcos la degüella y el práctico descubre matas de naranja agria.

Martí prueba una: “¡Qué dulce!”.

Continúan ascendiendo y José, el práctico, se echa al hombro el pesado jolongo de Gómez y este a su vez coge el fusil de Martí. El Apóstol comprende que subir lomas hermana hombres: “Por las tres lomas llegamos a Sao del Nejesial, lindo rincón, claro en el mon­te, de palmas viejas, mangos y naranjas. Se va José. Marcos viene con el pañuelo lleno de cocos.

Me dan la manzana”. Allí Félix Rue­nes y sus patriotas se les unen. Juntos avanzan hacia el rancho de Miguel Aguirre, al que llaman Tavera.

En el trayecto loma abajo, los baracoenses no permiten a los expedicionarios llevar carga alguna, gentilmente se echan encima mochilas, jolongos con pertrechos. El Apóstol exige quedarse con su rifle y las 100 cápsulas.

En Vega de la Barea, donde está ubicado el ran­cho de Tavera, les reciben con júbilo. Rue­nes los presenta. Soldados y civiles quieren oír hablar a Martí. Este y Gómez usan de la palabra.

Al romper el sol del 15 de abril, Martí co­mien­­za a escribir su primera carta en la manigua, dirigida a Gonzalo de Quesada y Ben­ja­mín Guerra, dos de sus estrechos colaboradores en el Partido Revolucionario Cu­bano. Tras relatarles los pormenores del viaje desde Ca­­bo Haitiano a la manigua cubana, les orien­ta: “Junten bien y a constante altura la acción de ustedes con la nuestra. Descabecen la intriga de ahora. Prepárense a la campaña de fuerza. No intenten expediciones de hombres sino de armas y parque, y 10 hombres a la vez (…) Trabajen recio en esa dirección. Que en cada grupo venga alguien hecho a la manigua”.

Interrumpe la redacción de la carta. Gó­mez ha llamado a Paquito y a Guerra, junto con ellos se retira a una cañada donde les es­pera Ruenes. “¿Nos permite a los tres solos?”, le dice a Martí. Este, mohíno, se siente excluido, pero de pronto piensa: “¿Será algún peligro?”. Pocos minutos después, sube Ángel Gue­rra, llamándole a gritos, con el rostro feliz.

Era que Gómez, como General en Jefe, había con­­vocado a un consejo de jefes, quienes re­conocen a Martí en la guerra como Delegado del Partido Revolucionario Cubano y a la vez, le nombran en atención a sus servicios “y a la opinión unánime que los rodea”, Mayor Ge­neral del Ejército Libertador.

Abraza a Gómez. Le abrazan todos. Esa noche, para celebrar, carne de puerco con aceite de coco. “Y es buena”, comenta Martí.

COMENTAR
  • Mostrar respeto a los criterios en sus comentarios.

  • No ofender, ni usar frases vulgares y/o palabras obscenas.

  • Nos reservaremos el derecho de moderar aquellos comentarios que no cumplan con las reglas de uso.

RAMON FONSECA GOMEZ dijo:

1

15 de abril de 2015

08:44:49


¡Que gran momento de nuestra Historia Patria, que clases de Gigantes Martí y Gómez!

Saul Martínez Conmas dijo:

2

15 de abril de 2015

09:09:17


Martí era tan grande que otro grande, como Gómez, reconoció que merecía el ascenso a Mayor General del Ejercito Libertador, es bueno conocer esos momentos de nuestra rica historia.

norbelis dijo:

3

15 de abril de 2015

10:04:00


Excelente artículo, en lo particular me estremece hasta la última fibra de mi cuerpo, es muy bueno que se publiquen hechos tan relevantes de nuestra historia como este, asi es una manera de contribuir a muchos jóvenes se adentren mucho más en el conocimiento de nuestras raices y nuestra identidad, y que visiten el lugar donde ocurrió, está en oriente, en el municipio Imias pero vale la pena un reencuentro con la historia y nuestro apóstol

Orestes Oviedo dijo:

4

15 de abril de 2015

10:06:17


“….. HONRAR a los que cumplieron con su DEBER es el MODO MAS EFICAZ de ESTIMULAR a los demás que lo CUMPLAN” Epistolario martiano tomo 2 pag 217 Se afirma UN PUEBLO que HONRA a sus HÉROES O. C. Tomo 8 pag 192

alexis dijo:

5

15 de abril de 2015

16:07:06


Sería bueno que sobre todo los historiadores cubanos recuerden que el desembarco del 11 de abril de 1895 se produjo en territorio de la antigua jurisdicción de Baracoa. Jamás se menciona, y la mayoría de los cubanos lee el garrafal error de que los expedicionaros llegaron a Playitas de Cajobabo, municipio de Imías. Por favor, más respeto a la historia y la investigación.

José Echemendía Gallego dijo:

6

15 de abril de 2021

03:23:14


Gloriosa página de nuestra historia