
Hombre generoso, sencillo en el trato, y de probada tenacidad, Carlos Juan Finlay tiene el mérito de haber enunciado el 18 de febrero de 1881 en Washington, Estados Unidos, la teoría del contagio de la fiebre amarilla, a través de la presencia de un agente intermedio, capaz de trasmitir el mal de un individuo enfermo a otro sano.
Seis meses más tarde y ante una sesión de la Real Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de La Habana, efectuada el 14 de agosto del propio año, adelantó la hipótesis de que este debía ser un mosquito, probablemente el hoy conocido como Aedes aegypti.
Nacido en Puerto Príncipe (actual Camagüey) el 3 de diciembre de 1833, el noble galeno cubano completaba así su genial descubrimiento, que mostraba por primera vez ante el mundo una nueva forma de propagación de las enfermedades epidémicas mediante un vector biológico. Tal hallazgo significaba una ruptura total con las concepciones epidemiológicas prevalecientes hasta entonces.
Ese fue el principal aporte de Finlay a la ciencia mundial. Según el fallecido doctor e historiador José López Sánchez, su principal biógrafo, nunca antes un investigador había esbozado una teoría, cuya comprobación por métodos experimentales diera tan certeros resultados.
Pero el más universal de nuestros científicos incursionó en otras aristas de la práctica médica, donde sobresalió también por el rigor en los trabajos investigativos y las atinadas recomendaciones.
PARADIGMA DE INVESTIGADOR
Graduado de médico en el Jefferson Medical College, de Filadelfia, Estados Unidos, bajo la tutoría del doctor Silas Weir Mitchell, Finlay lleva a cabo importantes estudios sobre la diseminación del cólera en La Habana, a partir de la severa epidemia desatada en la ciudad en 1868.
Registra muchos de los casos reportados, visita las casas donde hay enfermos, y comprueba que la mayor incidencia del brote se localizaba en los sitios más cercanos a la Zanja Real.
Con notable sagacidad, plantea que la propagación del cólera obedecía al consumo de aquellas aguas probablemente contaminadas por los propios pacientes. De inmediato, sugiere que no se beba, ni utilice para cocinar.
Lamentablemente los resultados de las investigaciones no fueron divulgados en aquel momento, debido a la rígida censura establecida por las autoridades coloniales españolas.
Solo cuando ya había terminado la epidemia, la Real Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales, logró publicarlos en 1873.
Uno de los problemas médicos a los cuales prestó particular atención fue el referido a tratar de prevenir la aparición de tétanos en el recién nacido.
Para ello, señala el doctor López Sánchez en el libro El hombre y la verdad científica, Finlay recomienda la desinfección obligada de las manos y los instrumentos a emplear por las personas encargadas de cortar y retirar el cordón umbilical.
Según creía Carlos Juan, no aplicar esa medida profiláctica en una operación considerada de rutina y sencilla, era la causa de la alta mortalidad por esa dolencia prevaleciente durante aquellos años.
Aunque el promedio de muertos por tétano en los bebés fue disminuyendo en correspondencia con la mayor aplicación de lo enunciado por el médico camagüeyano, aún la frecuencia de casos era en cierta medida notable.
Ello hizo que en 1903 le pidiera al doctor Juan Nicolás Dávalos, un reconocido bacteriólogo cubano de la época, que indagara en la flora microbiana contenida en el material utilizado en la práctica de anudar el citado cordón.
Tal búsqueda permitió detectar la presencia del bacilo de Nicolaier. De ahí en adelante crecería el empleo de los apósitos esterilizados.
Finlay también estudia el muermo (enfermedad del ganado equino que podía afectar al hombre), y reporta el primer caso de filaria en sangre observado en América.
Al igual que su padre, practica la oftalmología. Incluso, publica un artículo científico donde expone algunas consideraciones generales sobre la extracción de las cataratas, y describe un nuevo método operatorio.
Igualmente, se destaca por el espíritu innovador al crear distintos aparatos de laboratorio, que destina a las investigaciones sobre la fiebre amarilla. Diseña, además, un dispositivo para atenuar la brillantez de la luz en los operados de cataratas, y un efectivo vendaje ocular.
Como manifiestan reconocidos historiadores de las ciencias, entre 1905 y 1915 fue propuesto en varias ocasiones para el Premio Nobel de Medicina, el único cubano conocido en el orden individual que haya sido candidato a merecer tan alto galardón. Nunca lo recibió, y los motivos aún no están totalmente esclarecidos.
PASIÓN POR EL AJEDREZ
Quizás muchas personas desconozcan que Finlay sintió particular predilección por el juego ciencia, al extremo de hacer análisis público de importantes partidas, y llegar a competir en diferentes torneos.
Sobre el tema, el profesor y colega Jesús González Bayolo indicó a Granma que Carlos Juan figura entre los fundadores del Club de Ajedrez de La Habana en 1885, uno de los más famosos del mundo a fines del siglo XIX.
“Allí tiene lugar una célebre anécdota en enero de 1889. El austríaco William Steinitz, entonces campeón mundial, defendía su título frente al ruso Mijail Chigorin. Este perdió la segunda partida del match, pero la pudo ganar o hacer tablas, según les demostró Finlay a ambos contendientes en una magistral valoración de aquel juego, publicada después en una revista especializada de la época”.
Cuenta Bayolo que el insigne científico compitió en varios torneos nacionales y en uno de ellos celebrado en mayo de 1892, ocupó el sexto lugar entre veinte contendientes.
Tres años antes en un inolvidable encuentro disputado en 1889 contra un famoso jugador nombrado George H. Mackenzie, campeón de Estados Unidos, el norteño tuvo la osadía de ofrecerle a Finlay de inicio un caballo de ventaja, pues confiaba en la “marcada” superioridad sobre su contrincante.
“El cubano aceptó el duelo y dando muestras de un profundo conocimiento del juego, lo derrotó en menos de 30 movidas, a pesar de conducir las piezas negras. Para los amantes del ajedrez en Cuba, Carlos Juan constituye también un verdadero símbolo”, agregó.
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DrC. Esequiel dijo:
1
21 de marzo de 2015
07:18:00
Juan Ramirez dijo:
2
21 de marzo de 2015
10:10:40
DR MIGUEL ANGEL dijo:
3
22 de marzo de 2015
11:22:31
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