Ni cadenas, ni oscuridad, ni un hueco inhabitable. Ahora solo existen alegrías, reencuentros, y ese amor que trascendió fronteras y le movió la fibra más profunda al corazón de esta tierra. El regreso de los Cinco no termina de impactar a los cubanos, de recordarle que para ellos traicionar su Patria nunca fue una opción imaginable, y que, como dijera el Maestro, “cuando hay muchos hombres sin decoro, hay siempre otros que tienen en sí el decoro de muchos hombres”.
No podía ser de otra forma. Un programa de televisión dedicado a reflejar la historia Patria a través de sus protagonistas tenía que ser inaugurado por ellos, para llevar a nuestras pantallas esas vivencias personales, los detalles de su encierro durante 16 años, y cómo es la rutina familiar que los embarga desde el pasado 17 de Diciembre, cuando finalmente se puso fin a una larga espera y comenzaron a grabarse en la memoria los recuerdos del regreso.
RETRATO DE UN ENCUENTRO
Antonio Guerrero: “A las cinco y media de la mañana llega una enfermera y me dice: ‘¡Guerrero!, baje, tiene que empacar, a las 6:30 tienes que estar en el andén, ¿tú me entendiste? ¿quieres que te lo diga en español?’
“Las puertas estaban cerradas, abren como a las 6 y pico y le digo al compañero de celda mío: ¡levántate, te dije que me iba primero que tú! Él se iba en libertad el 20 de enero, y yo algunas veces le decía que había la posibilidad de que me fuera antes.
“En el departamento desde donde nos trasladan empiezo a notar cosas raras, empezando porque no había solicitado ningún traslado. De ahí me pasan para el cuarto donde me vienen a recoger y estando ahí llegan y me dicen: ‘¡Guerrero!, tú vas para Bourne’, el centro médico de Bourne.
“Yo seguía pensando en la posibilidad de que iba para algún otro lado, pero ya me estaban diciendo que iba para una prisión. Vienen los tenientes, me llevan para un terminal aérea muy pequeña, ejecutiva, viene el avión. Todo estaba sucediendo de una manera que no era normal en otros traslados que habían hecho. Yo tuve un traslado médico parecido, pero no igual, incluso le digo al teniente que me acompaña desde la prisión: ‘Usted se va a acordar toda su vida de este traslado’.
“Llegué después de Ramón, sobre las tres de la tarde del lunes 15. Ahí voy al departamento, no tuve la dicha de Ramón de saber que Gerardo se había trasladado, no tenía esa información y cuando llego a ese departamento hay una enfermera, un puertorriqueño trabajando y un oficial al que trato de sacarle información, y lo que me dicen es que ahí hay una unidad que es de trabajadores, que no es de médicos y todo indica que estaba asignado a esa unidad.
“Me llevan a una celda del hueco de otra área, me dicen ¡duerme tranquilo que mañana a las siete te vengo a buscar!
“Antes de las siete viene a preguntarme si estoy listo, viene un oficial de los que me había trasladado y me viene a recoger. Vamos por un pasillo, me quitan las esposas, pero vamos a una velocidad supersónica.
“Había unos oficiales corriendo y los que me llevan no se detienen, me entran en un pasillo del salón de visitas, está parado en la puerta el oficial y me dice: ¡vamos! y es cuando veo a una persona que está dándole la mano a Gerardo, había bastante gente allí, pero no me pude contener y le dije: ¡Gerar!, me imagino que a él le habrá pasado lo mismo, pero hasta ese momento no tenía idea y él también me dijo que no sabía qué estaba pasando. En Bourne tuvimos ese primer encuentro”.
Gerardo Hernández: “Salí de la cárcel sin ser avisado. Cuando a mí me mueven me tienen 11 días en un hueco en Oklahoma. Yo pienso que ellos querían también que yo refrescara los detalles por si tenía que corregirle algún detallito a Kcho en la instalación. A Ramón y a mí nos mueven el mismo día, el lunes 15, en condiciones distintas.
“Uno va coleccionando detalles a pesar de que yo siempre dije ‘pensaré que voy para Cuba el día que el avión aterrice’.
Cuando vi a Ramón y a Tony entonces me dije ‘Esto cambió’. Aún cuando aterrizó demoramos un poco en bajarnos y los funcionarios americanos bajaban y subían, y yo les dije: ‘Si esto arranca otra vez yo me tiro por la ventana’”.
Ramón Labañino: “En mi caso fue interesante. Uno lleva 16 años esperando este momento. Un oficial de la prisión me dice que me prepare y recoja mis cosas: Yo estaba dormido y la primera impresión fue ‘bueno vamos a ver qué pasa’.
“Me llevan al lugar donde uno se cambia de ropa, y de ahí voy para donde me ponen las cadenas. En este lapso de tiempo donde estoy esperando que venga el otro oficial, ellos se ponen a comentar, yo siempre he tenido buen oído para escuchar y ese día mucho más, y oigo que dicen ‘esto es una cosa rara’, hay que sacar a estas personas urgentes para el aeropuerto más cercano’. Allí pienso que es algo serio. Entonces, me entró la inquietud.
“Me sacan, me esposan con la caja negra y me montan en el Van con dos guardias para trasladarme al aeropuerto de Lexington; allí me suben a un avión pequeño y me llevan para Bourne. Yo no sabía absolutamente nada y preguntaba, pero no me respondían. Llego a Bourne, eso fue una operación relámpago y con mucha tranquilidad, y allí escucho a un guardia diciendo ‘apúrense que atrás viene el otro’.
“Esa noche no pude dormir porque empecé a pensar que estaba en Cuba y estaba pendiente de si veía a los muchachos pasar. Me la pasé haciendo ejercicios. Todo estaba muy bien coordinado, calculado a milímetros”.
TRAS LAS REJAS
Antonio: “El hueco fue una tortura, un castigo injusto. A nosotros se nos privó de la comunicación, y se nos hicieron algunas cosas allí, por ejemplo, yo salía algunas mañanas a recreación y no había terminado el desayuno y me botaban lo que teníamos en la celda, y nos requisaban la celda en la menor oportunidad. Cuando hacíamos solicitudes para ir a la biblioteca legal, o queríamos cambiar la comida o necesitábamos ir al dentista, en las caras nos rompían las solicitudes, ya entra en el rango de un ensañamiento.
“A nosotros nos llegaba algo, ya fuera una carta o lo que fuera y nosotros lo compartíamos todo. Ese proceso de casi dos años que estuvimos allí el objetivo era doblegarnos. A nosotros aparte de la unión, nos ayudaba la fuerza que nos dábamos entre todos.
Gerardo: “Fue un momento bien difícil. Inicialmente los arrestados éramos diez. Yo era el único que conocía a los otros nueve. Eso dice mucho de la actitud de nuestros compañeros. En efecto, cinco personas no resistieron las presiones y decidieron cooperar con las autoridades en contra nuestra. El daño no fue tan grande desde el punto de vista operativo, porque gracias a la compartimentación no sabían tanto. Solo pudieron sentar a una persona en el juicio a testificar contra nosotros. Al final se dieron cuenta de que estaba haciendo más daño que beneficio”.
“Aquellos primeros momentos fueron de reafirmación. Estábamos conscientes de que sus intenciones era armar un show propagandístico. Ellos sabían que no habíamos hecho ningún daño al país, ni teníamos información que dañara la seguridad nacional de EE.UU.”.
“Recuerdo unos años después un artículo que salió en el Miami Herald con el título El espía tiene la llave, y apostaba por que yo acusara a Fidel y Raúl el día que perdiera las apelaciones.
“Había tres oficiales entre nosotros, y estaban en el grupo de los Cinco que no se doblegaron. Los que decidieron colaborar con EE.UU. no tenían ese rango. Por eso el sueño dorado de la fiscalía era tener un oficial para acusar a Cuba.
Cuando no lo consiguieron, se decidieron por el ensañamiento.
“Quiero resaltar la actitud de mis otros cuatro hermanos. Contra René tenían muy poco, igual que contra Fernando, si hubieran claudicado no habrían durado ni un año en prisión. Sin embargo establecieron su postura sin ninguna duda y desde ese primer momento surgieron los Cinco.
Ramón: “A mí me repetía mucho el oficial que estaba conmigo: ‘yo me sé tu historia, yo sé quién tú eres y qué estás haciendo aquí’. Y yo le decía: ‘bueno, dime qué estoy haciendo aquí’, para ver qué pasaba. Porque en todo esto uno tiene aquello de que a lo mejor están confundidos, piensan que es drogas u otro asunto. Pero cuando vi a todos los muchachos me di cuenta de que la cosa era más seria.
“Hay un instante del hombre en que este debe definirse y saber qué lado va a tomar en la historia, y es el momento es que se reafirma como revolucionario. Y nosotros optamos por la opción correcta, la de estar al lado de nuestro pueblo, de nuestro Comandante y de la historia patria.
“Porque desde el primer momento nos percatamos de que no sería una traición solo del tipo personal, sino que podía tener grandes consecuencias, incluso la excusa para una escalada de otro tipo, que en lo más extremo podía ser militar. Aquel proceso podía manipularse en contra de nuestro pueblo.
“Cinco o seis se doblegaron ante tantas pretensiones y regalos. A nosotros nos pasan para el centro de detención de Miami, para el piso 13, que es incluso por encima del hueco, que es en el 12. Ahí estuvimos alrededor de 15 días, pero todos aislados. Eso fue el sábado 12, y el lunes 14 bajamos a la Corte.
“En la Corte es cuando los cinco nos reafirmamos como lo que íbamos a ser. Ese 14 de septiembre de 1998 me percaté — y cada uno tendrá su percepción diferente— de quiénes estábamos o no a la altura que el momento exigía.
“En aquel momento no conocía a René. Por razones del trabajo había ciertas personas que no nos conocíamos, pero cuando fuimos a la Corte estábamos decididos a morirnos juntos.
EL REGRESO
Antonio: “El 31 bailamos, lo pasamos en familia, una familia ampliada. No son 16 años, en mi caso son 24. Pero cuando nos dábamos abrazos y besos amistosos se borraban los 24 años. Hemos contado algunas cosas pero desde que estamos aquí, desde que me despierto hasta que me acuesto, lo que ha pasado ha quedado atrás, no siento ni rencor ni nostalgia. Ya no sé dónde poner un pedacito más de felicidad dentro de mí.
Mis dos hijos son jóvenes maravillosos. Javier está en Panamá. Tuve la dicha de disfrutar con él algunos días, dormimos en el mismo cuarto y la misma cama, y eso me dio una alegría inmensa, lo mismo siento con mis sobrinos nietos. Yo acostumbro a despertarme temprano y ellos también lo hacen y ese era mi desayuno. En fin, la familia, el pueblo borró aquellos momentos de angustia y la felicidad es constante”.
Gerardo: “Gema es una niña bonita, tranquila. Desde el principio quería que fuera niña, porque los varones son muy malcriados. De todos modos, ya Gema tiene su camisita de Industriales, porque quién dice que el béisbol no es también para las niñas.
“Una de las cosas más difíciles de estar en prisión era la frustración de no tener hijos. En estos tiempos difíciles la única manera que encontramos de plasmar nuestros sentimientos fue a través de la poesía, aun cuando ninguno éramos poetas. Así surge la carta al niño que vendrá, la cual era para enviársela a Adriana, pero René me la pidió y me dijo que sería buena idea publicarla en el periódico para darla a conocer.
“La noticia hubo que guardarla muy bien. Cuando Cuba da su palabra la cumple, y estaba la palabra de tener en total discreción este hecho.
“Yo quería una niña, pero de todos modos ya ella tiene su camisita de Industriales.
“Cuba cuando da su palabra, la cumple; y nosotros habíamos dado la nuestra de guardar el secreto del embarazo y de todo el proceso alrededor de él para no perjudicar el objetivo mayor que era nuestra libertad”.
Ramón: “No paramos de la emoción. Desde que llegamos ha sido emoción tras emoción, una más grande que la anterior.
Ha sido emocionante ver a mis hijas crecidas, hermosas, a mi esposa delgadita. Yo trato por todos los medios de recuperar mi tiempo con ellas, aunque para mí siempre serán pequeñas, porque para todo padre sus hijos son siempre pequeños.
“Soy un padre extremadamente paternal, valga la redundancia. Comparto con ellas cada segundo, les pregunto cómo les va en la escuela, y qué pasó… La primera noche que estuvimos juntos, a las dos las desperté a las seis de la mañana y las llevé a ver la salida del sol. Para mí fue lo más hermoso de la vida.
“Trato de comer todo lo que pueda, probablemente el sabor cubano sea superior a todos los sabores, no es problema de chovinismo. Nuestro pueblo tiene una calidez, una emotividad y un abrazo muy especiales.
“Aunque soy el más abrazador de los Cinco, todos nos abrazamos y nos queremos. Por eso quería agradecer a nuestro pueblo de nuevo. Esta ha sido una victoria enorme que debe disfrutar la solidaridad internacional y el pueblo cubano. Viva Cuba y viva la humanidad”.
RAZONES PARA NO QUEBRARSE
Antonio: “He tratado de explicar que en la mente de nosotros nunca estuvimos presos. Ahora la gente va a decir: ‘Este se volvió loco en la Mesa Redonda’. Pero en la mente de nosotros siempre guardamos una ecuanimidad y una fuerza interior basada sobre todo en la inocencia. Si estás haciendo algo mal y te cogen, si tienes apego a las cosas materiales y te encierran, coges miedo. Pero nosotros materialmente llevábamos una vida muy austera. Estábamos dedicados a una tarea concreta. Yo, por ejemplo, hacía una vida normal, y esas condiciones y las cosas que teníamos dentro provocaron que nunca nos sintiéramos presos, y mucho menos rendirnos. Hubo momentos duros. En el hueco, el segundo día, bajamos a un cuartito y les comenté, tengo un poema en la mente, que aún no he podido escribir.
“A todos la poesía nos llegó de alguna forma, y la convertimos en un arma de resistencia. Pero en especial nosotros teníamos dos cosas: teníamos la convicción de que obtendríamos el apoyo constante por salir de allí, teníamos la inocencia y sobre todo, la disposición de morirnos ahí.
“Teníamos una foto de Mandela y otra del Che. Teníamos valores. Teníamos muy claro de que cuando tú mueres por una causa justa, no mueres. Con tranquilidad digo que no hicimos nada extraordinario, hicimos lo que nos tocó. En realidad debían haber arrestado a los terroristas, pero nos arrestaron a nosotros y nos impusieron en Miami las peores condiciones.
“Pero no hicimos nada extraordinario, hicimos lo que teníamos que hacer. Lo hicimos con sencillez. Sabemos que fueron muchos años. No nos sentimos nunca derrotados, siempre estuvimos optimistas, sabíamos que teníamos que luchar. La lucha fue larga y eso fue lo que trajo tanta solidaridad y que hoy una pionerita te vea y abra los brazos porque te siente ya de la familia.
“Y así pasábamos los días en la prisión, y cuando los días se pusieron más duros y mami iba allá, le decía: mami tranquila, que si Gerardo tenía que morirse en la prisión, lo hacía tranquilo. Pero al final ganamos y eso lo tenemos que celebrar”.
Gerardo: “Inicialmente Antonio y Ramón tenían las luces apagadas. En nuestras mentes lo único seguro que había era que debíamos morir en prisión, si se mantenía la decisión del gobierno. Obviamente, uno piensa que no será así, pero lo que uno sabe con certeza es que no estábamos en ese lugar por casualidad. No era una misión improvisada.
“El libro de esta profesión dice que si te atrapan, bajo ningún concepto puedes reconocer para quién trabajas. Si te cogen, te chivaste. Durante los primeros meses que estuvimos en prisión hubo un hecho que nos hizo mantenernos firmes: Cuando la Cumbre de Portugal, nos pasan el periódico del día y empiezo a leer las palabras de nuestro Comandante donde —entre otras cosas— afirma que era verdad que nosotros trabajábamos para Cuba y que Cuba nunca nos iba a abandonar. Eso fue lo que nos dio el puntillazo final. Ese día nos pasamos el periódico de una celda a la otra e hicimos luego nuestra mesa redonda. De ahí en lo adelante, el enemigo no tuvo chance con nosotros”.
Ramón: “Cuando a nosotros nos retienen en Miami esa es la parte más dura, la parte que uno no quiere pensar, yo me negué a hacerlo. Entonces uno empieza una búsqueda a su interior, a soñar con cosas, eso y el idealismo revolucionario, es lo que te ayuda a vencer. Cada vez que yo pensaba en mi esposa, mis hijas, en la dureza, para ellas y para mí, de todo lo que estaba pasando, el no haber podido disfrutar ninguno de los dos embarazos de Elizabeth, no ver a mis niñas chiquitas, y en Cuba, el dolor era muy grande. Yo por ejemplo me refugié en el deporte, me obsesioné con él, soy fanático al ajedrez, el ajedrez me absorbe y dije, tengo que pensar en la tarea, en Gerardo, en la lucha.
“La mente es muy traicionera, vuela y tu te pones por las noches medio melancólico, y buscas recursos psicológicos que te ayuden: una música de Cuba, Silvio Rodríguez, Los Van Van o el deporte.
“La prisión ayuda a encontrar lo mejor o lo peor del ser humano. Todas las prisiones son duras. Hay personas que no tienen las fuerzas para sobreponerse a esas condiciones. Nosotros estuvimos en condiciones difíciles, principalmente Gerardo, en la penitenciaría del Estado, y en aquel momento tú haces una búsqueda a tu interior, incluso al interior de la historia de Cuba. Empiezas a pensar en Maceo, Mariana Grajales, en Martí, los sacrificios que ellos hicieron, en el Che asmático subiendo montañas, pensaba en que ellos también pasaron por esto, recordaba a nuestras compañeras que soportaron torturas durante la tiranía, y que también como nosotros tenían familia, tenían gente que las querían, que estaban al lado de ellas, y lo aguantaron.
“También me ayudó la poesía, yo escribo poesías, aunque no son tan bonitas como las de Tony, escribí muchas todos los días. Esos son los recursos que uno busca. Para nosotros cinco, Gerardo siempre fue el centro de todo, y sabíamos que estando él libre lo estaríamos nosotros. Ese espíritu de hermandad, cariño, amor de revolucionario que nos unió, fue también lo que nos dio fortaleza”.
“A todos, nuestro abrazo”
Antonio Guerrero: “Los abogados que inicialmente nos pusieron fueron de oficio. Pero cuando conocieron la esencia del caso llegaron a identificarse con nosotros, con nuestras familias, y a sentir admiración. No es común que un abogado tenga esos sentimientos por el cliente. No podemos dejar de mencionar a uno que nunca dejó de luchar en esta batalla, nuestro querido y entrañable amigo Leonard Weinglass que lamentablemente ya no está físicamente y no pudo disfrutar esta victoria.
“En el caso mío, la fiscalía trató siempre de encontrar al menos una persona para que testificara en mi contra, y nunca lo logró. Esa solidaridad se fue extendiendo por la prisión y cuando daba clases los presos me llamaban maestro y ese ambiente de admiración de los abogados, de la prisión y de todos los que sabían lo que es el pueblo de Cuba fue una constante en los Cinco.
“Hoy me preguntaban: ¿ustedes no tuvieron problemas en la prisión? Nosotros estuvimos ocho años y medio en las penitenciarías. Gerardo estuvo 12. Eran prisiones muy violentas. Pero nosotros nos dimos a respetar. Tuvimos discusiones serias muchas veces, pero prevaleció el respeto. Porque éramos cinco inocentes injustamente encarcelados por una cuestión política, por el simple interés de castigar a Cuba por el asunto de las relaciones entre los dos países”.
Gerardo: “No se puede hablar del caso de los Cinco sin hablar del movimiento de solidaridad. A través de los años el orgullo de ser cubano se multiplicó, gracias a las muestras de solidaridad de nuestro pueblo. Asimismo, muchas personas en Estados Unidos hicieron un enorme sacrificio, incluso perdieron su trabajo para dedicar su vida a nuestra causa. A todos ellos, nuestro abrazo”.


                        
                        
                        
                    





    
    










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