Aquel 22 de abril del 2000, en plena madrugada, la voz atronadora de mi abuelo Enrique se sintió más fuerte que de costumbre. El silencio de la noche se rompió con un recio “¡Tírate de la cama!”, al cual respondí de inmediato, asustado, con un salto.
“Rescataron a Elián”, me dijo en la oscuridad del pasillo, con el sonido de fondo de los locutores de Radio Reloj u otra emisora que no logro recordar. Aquello era histórico, sin duda, un paso vital para el regreso a Cuba del niño Elián González tras varios meses alejado de su padre y otros familiares.
Este miércoles, 14 años después, dormía la mañana tras una larga jornada laboral que había concluido pasada la medianoche. Entonces sonó el teléfono y mi abuelo Enrique, quien reconoce mi voz de sueño aun en la distancia, me soltó otro “¡Tírate de la cama!”, igual de rotundo, que llevaba detrás la mejor noticia que he recibido en mucho tiempo.
“Van a regresar los Cinco, o los tres que quedaban, Gerardo, Antonio y Ramón. A las 12 Raúl va a hablar al país para anunciarlo”, me comentó, con hablar tropeloso, emocionado, casi llorando. Y yo, que duermo incluso cinco minutos después de despertarme, pensé en la magnitud de aquello y di el mismo brinco de hace 14 años, dispuesto a no perder más el tiempo con el sueño.
“La gente en la calle está eufórica, tírate de la cama viejo, ve para el trabajo, desde allí me cuentas más”, refunfuñó y me colgó el teléfono. Enseguida salí, y en efecto, tenía toda la razón.
Conversé con Javier Torres, taxista que confesó a Granma haber visto a la gente “contenta, diferente, no igual que los demás días, se nota que estamos ante algo novedoso”.
Y no es para menos, el retorno definitivo de Gerardo Hernández, Ramón Labañino y Antonio Guerrero, presos en cárceles norteamericanas desde hace 16 años, así como el restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre Cuba y Estados Unidos luego de más de medio siglo, removió los cimientos del archipiélago.
Con espontaneidad, se rompieron el silencio y la rutina cubana, tal cual relatan Mayrena Mora y Edel Favier Vargas, estudiantes de la Facultad de Derecho de la Universidad de la Habana. “Nos concentramos en el lobby para seguir las palabras de Raúl, estaban todos pendientes y cuando dijo que ya habían llegado Gerardo, Antonio y Ramón aplaudimos y la algarabía fue tremenda, la gente se abrazaba aunque no se conocieran, lloraban, muy emocionante”.
Ese mismo grupo no dudó en colocar unas pancartas en la Plaza Cadenas de la Universidad para que todo el que desee estampe su firma y mensaje de felicitación a “nuestros hermanos”, como los llamara Martha Beatriz Rodríguez, señora de más de 60 años que labora en la Facultad de Economía.
Su mensaje, de madre y cubana, dirigido a los Cinco y sus familiares, no se hizo esperar: “Quienes peinamos canas lo hemos sentido muy profundamente, porque nos ponemos en el lugar de los familiares de los Cinco, todo lo que han sufrido en estos años, la necesidad de tenerlos cerca y poder disfrutar de una vida normal, con libertad”, espetó.
Ya sin sueño, avanzado el día y constatado el júbilo popular, regresé el llamado a mi abuelo. “¡Tírate de la cama!” —le dije en broma— y sonrió. Le conté las peripecias de la jornada, el sentir y las pulsaciones de la nación, y no dudó en reafirmarme el mensaje de unidad que hoy reina en Cuba: “¡Ya estamos todos!”.



















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Julito dijo:
1
18 de diciembre de 2014
07:33:17
n dijo:
2
18 de diciembre de 2014
13:26:38
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