Al borde de la bahía, La Habana luce diferente. Poco a poco, entre escombros, cimientos restaurados, vigas y estructuras, se vislumbran los resultados de un proyecto que pretende devolverle a la ciudad ese vínculo de su gente con el mar.
Desde que en 2009 la Oficina del Historiador de la Ciudad (OHC) impulsara un plan integral para redescubrir una de las entradas más fabulosas del centro histórico, la reanimación de la Avenida del Puerto ha dejado atrás la condición de sueño a posteriori para convertirse en una realidad.
Del Muelle de Caballería hasta los Almacenes San José, cada tramo comienza a intervenirse y refuncionalizarse, en genuino compromiso con las generaciones precedentes y futuras.
En 2011 la Reanimación Integral de la Avenida del Puerto fue merecedora del Premio Gubbio, un reconocimiento internacional a la puesta en marcha de acciones concretas en cuanto a la protección, revitalización patrimonial y recalificación de ámbitos territoriales.
El galardón, otorgado por la Asociación Nacional de Centros Históricos Artísticos de Italia, ha sido un estímulo para los jóvenes ingenieros e inversionistas que diariamente se enfrentan a las complejidades constructivas de un tramo que debe incorporarse a la vida social, pero respetando sus tradiciones y estilos arquitectónicos.
Dificultades en el aparcamiento, inexistencia de vías peatonales, problemas de contaminación ambiental y la necesidad de darle continuidad a esa franja marítima, son algunos de los puntos a resolver cuando hablamos de las obras que se encuentran en esta parte de la bahía.
Con tales antecedentes, ahora la intención versa sobre convertir la rada habanera en un puerto turístico, toda vez que sus funciones habituales las transfieran a la Zona Especial de Desarrollo Mariel.
CÁMARA DE REJAS… CIEN AÑOS AL SERVICIO DE LA CIUDAD

Varios son los inmuebles que se incluyen dentro de la reanimación de la Avenida del Puerto, pero, quizás, el menos conocido sea aquella estructura centenaria que de manera silenciosa sigue funcionando hasta nuestros días: la Cámara de Rejas del sifón del alcantarillado de La Habana.
“Es una obra genial, recogida dentro de las maravillas de la ingeniería hidráulica en Cuba, pero que no se ve. Al estar por debajo, muchos de los habaneros desconocíamos la existencia de una obra de tal magnitud y de importancia para la ciudad”, comenta el arquitecto Orlando Inclán, encargado de las obras de la Dirección General del Proyecto de Arquitectura y Urbanismo de la OHC.
Aunque su construcción se remonta a mayo de 1911, la idea de establecer un sistema de cloacas que mejorara este servicio en la capital, proviene de la primera intervención norteamericana con la campaña de modernidad, limpieza e higienización.
A cargo estuvo el reconocido ingeniero estadounidense Samuel Gray, quien evaluó dos puntos esenciales: primero, que los residuales no se llevarían a la bahía por su condición de bolsa, sino al océano Atlántico y segundo, la construcción de sistemas separados de drenajes para impedir que desviara su curso al puerto.
El sistema de alcantarillado de la ciudad recibe los colectores de la zona norte y la zona sur que llegan justamente a este punto, la Cámara de Rejas. “Desde aquí cruza toda la bahía, –lo que se conoce como el sifón de La Habana–, llega hasta Casablanca, luego se bombea y se vierte hacia la playa del Chivo, donde las diferencias de temperatura hacen que esto vaya al Golfo y no regrese hacia la ciudad”, rememora Inclán.
Desde entonces, esta cámara subterránea situada al pie de la calle Enna y frente al Muelle de Caballería, filtra las aguas albañales de siete de los municipios de la capital y evita que piedras, arenas y otros materiales penetren en las cloacas, teniendo en cuenta que las presiones de agua dificultan la limpieza manual del área.
El enmascaramiento surge como un original concepto que nos obliga a entender una cultura de trabajo, ingeniosidad y constancia. A más cien años de su puesta en marcha, el funcionamiento de la cámara de rejas todavía sorprende por su importancia como infraestructura social y ambiental.
Desde esta perspectiva, “el Cubo” –como se conoce el proyecto – ha sido una experiencia novedosa tanto en el plano estético como formal. Si bien destaca por su diseño contemporáneo y una visualidad simple, éste mantiene una postura abierta y diáfana, en constante diálogo con las edificaciones patrimoniales. “En las noches, funciona además como una gran lámpara urbana que desde el otro lado del puerto nos enseña la ciudad”, agregó el arquitecto.
En cuanto a los retos, las principales dificultades estuvieron enfocadas en la cimentación, ya que el equipo de trabajo, integrado por la Empresa Productora de Aceros Inoxidables (ACINOX), Aguas de La Habana y la Oficina del Historiador, tuvo que montar las estructuras de acero con la cámara de rejas en funcionamiento. Además, la cercanía al mar complejizó las labores de excavación, encofrado y hormigonado.
Con una inversión cercana al millón de pesos entre moneda libremente convertible (CUC) y moneda nacional (MN), en 2013 los transeúntes del viejo puerto habanero vieron finalizada esa gran ventana de cristal que invita a conocer lo que se esconde debajo de La Habana.
DESDE LA PLAZA DE SAN FRANCISCO...VOLTEAR LA MIRADA AL MAR

En el sitio que ocupara el antiguo muelle de San Francisco, el edificio de la Aduana se erigió en épocas pasadas como una de las principales instituciones administrativas de la capital. Construida entre 1910 y 1914, esta obra respira el aire ecléctico del centro histórico y figura como patrimonio cultural por sus valores arquitectónicos.
Con sus muelles ingleses y los tres espigones aún se puede apreciar algunos elementos de su estructura y diseños originales, otros, perdidos por el tiempo como los aleros coloniales y las cubiertas de tejas en las torres.
Pero la transformación más drástica fue el cierre hermético de la planta baja, despojando al inmueble y a los citadinos del vínculo visual entre el mar y la avenida. De ahí, que el propósito de remodelación no solo se centre en arreglar la fachada y recuperar la imagen de antaño, sino también en darle continuidad a ese separador que viene desde la Cámara de Rejas y con ello, el paseo marítimo que se proyecta para todo el tramo de la bahía.
En palabras de Ademar Ramírez, ingeniero que atiende el grupo de inversiones de estas obras, "aprovechando la coyuntura de los trabajos de redes en el vial de la Avenida del Puerto, tomamos la decisión de comenzar a trabajar en este proyecto con la construcción del separador central en esta etapa, y posteriormente, concretar lo que sería la plataforma única que todavía está en discusiones..."
Una vez terminadas las labores, se montaráen el espigón de la Machina un aparcamiento en dos niveles para 400 vehículos y al abrirse los vanos de la Aduana, la Plaza de Francisco podrá conectarse con la bahía a través de una plataforma que favorecerá el disfrute público de estos espacios.
Aunque por estos días la escena es de ruido, constructores y grandes zanjas en la calle, el resultado final beneficiará a todos. "Con esta zona del vial pretendemos que haya una coexistencia pacífica entre el peatón y el vehículo, la plaza y por supuesto la bahía; que exista esa continuidad espacial desde el punto de vista urbano", agregó Ramírez.
No obstante a los cambios, el edificio se mantendrá como punto de atraque de los cruceros turísticos que llegarán a la ciudad, con la reparación y puesta en funcionamiento de otra terminal marítima.
Muy cerca también se encuentra el edificio Prácticos del Puerto, donde un equipo de inversionistas, arquitectos y otros técnicos trabajan en pos de restaurar los apartamentos de la residencia.
"Trabajamos en la recuperación del fondo habitacional, es decir, históricamente, hubo viviendas en planta alta y comercio en planta baja; se está rescatando este mismo concepto.... estamos tratando de mantener la estructura original, salvando las características de la carpintería de fachada y las barandas de hierro", explica Ismael Vázquez, arquitecto que dirige estas obras.
Asimismo, Dolores Valdés, arquitecta a cargo de la intervención, expresa que el proyecto se pensó a partir del estado técnico que tenía el edificio y la necesidad de crear condiciones idóneas de habitabilidad. "Ahora dispondrá de nueve viviendas y de servicios gastronómicos en el primer piso", especificó.
El nombre del inmueble se remonta a mediados del siglo XVIII y al flujo comercial del área. En esta zona radicó el Servicio de Practicaje organizado e implantado por la metrópoli española y, luego, en tiempos de la neocolonia, la Capitanía del Puerto; la costumbre hizo el resto...
ROSTRO NUEVO EN LA BAHÍA HABANERA

El Emboque de Luz constituye una de las obras incluidas en la renovación integral del litoral portuario que se encuentra en pleno proceso de rehabilitación.
El edificio, valioso exponente del patrimonio industrial cubano, destaca por su marcada visualidad y sus excelentes dimensiones volumétricas. El proyecto para el nuevo enclave propone un “diálogo” entre el eje vial y la rada habanera.
Un poco de historia...
En los albores del siglo XX el entorno marítimo de la bahía mostraba un vibrante trasiego. Desde la estación de la calle Luz, el ir y venir constante de pasajeros entre la ciudad y los pintorescos pueblos marinos Regla y Casablanca, era permanente.
Entre 1930 y 1950 miles de turistas norteamericanos viajaron en los vapores ferries de la línea Cayo Hueso-La Habana para evadir la Ley Seca, e ingresaron por la mencionada Estación toda clase de productos provenientes de Estados Unidos, incluidos la mayoría de los autos clásicos que circulan por las calles habaneras.
En 1942 y como repuesta necesaria a la continuidad de sus funciones, se estableció el Cuartel de Bomberos con el fin de auxiliar al puerto durante la Segunda Guerra Mundial. Terminada la contienda bélica se mantuvo durante muchos años funcionando como tal, lo que provocó que el emboque de Luz perdiera su nomenclatura en el habla popular, y se le conociera como Cuartel de Bomberos.
Por estos días, el proyecto de intervención desarrollado por la OHC pretende recuperar la función primigenia de la vieja Estación como punto de interconexión de la ciudad y el otro extremo de la bahía.
Según el arquitecto Orlando Inclán, se optó por recuperar el armazón metálico, dotándolo de aires contemporáneos.
"El emboque de Luz posee una estructura espectacular de finales del siglo XIX, con una aleación que permite que hoy se mantenga impoluta y que posibilite casi su recuperación total", acotó Inclán.
El diseño propuesto mantiene la transparencia de la estructura férrea con el uso del vidrio como solución arquitectónica. Constará de dos niveles, el primero acogerá las áreas de servicios generales y el acceso a las lanchas, y en la planta alta, una cafetería mirador aprovechando las panorámicas.
La terminal que opera actualmente las lanchitas será demolida al culminar las obras, por lo que el espigón Santa Clara, anexo al edificio de la Aduana, estará nuevamente visible.
También está proyectada la intervención del entorno del emboque, creando el Parque de Luz con un moderno diseño de pavimento, áreas verdes e iluminación.
UN PASEO MARÍTIMO PARA EL ANDANTE HABANERO

El rescate y ampliación de la Alameda de Paula junto al paseo flotante que se adentrará en la bahía constituyen dos retos para el grupo de restauradores de la Oficina del Historiador de la Ciudad.
La Alameda es considerada el primer paseo de la capital y su terminación se sitúa en 1776, cuando se convirtió en un verdadero espacio social y cultural de La Habana, construido por Antonio Fernández Trebejo bajo las instrucciones del Capitán General Marqués de La Torre. Pero el tiempo y las indisciplinas sociales confluyeron en contra de su principal propósito y es objeto de restauración por dicha entidad.
Cercano a ella se acometen acciones para montar el Paseo Marítimo de Paula, una obra que según el arquitecto Orlando Inclán, de la dirección de proyectos de la OHC, tendrá un primer tramo en forma de “T”, capaz de enrumbar la salida al mar y luego, comunicar desde el Emboque de Luz hasta la cervecería en el antiguo Almacén del Tabaco y la Madera (más de 150 metros de largo y alrededor de 70 paralelo a la bahía).
Su finalidad es generar un espacio público donde se creen zonas de descanso y se logre el contacto deseado del habanero con el mar. A través de una estructura flotante conformada por pantalanes (muelle o embarcadero pequeño para barcos de poco tonelaje), se fijará al borde del muro del malecón por medio de pasarelas y al fondo marino con tensores para mantener su posición.
El deterioro de algunas estructuras del lugar impidieron su rescate, por tanto la obra se ejecuta en dos etapas. Inicialmente se realizó la demolición de los tres espigones Margarito Iglesias que se encontraban en la zona. A continuación se emplazará el Paseo con un espigón flotante. Para obtener esto último fueron extraídos del mar más de 6 mil metros cúbicos de escombros.
Desde la conocida “pata de elefante” -explica Yordano Sánchez, arquitecto restaurador- una piedra espectacular que debió venir en los barcos españoles y la encontramos en las excavaciones para hacer los pavimentos, hasta restos de muros y otros elementos antiguos que han estado aquí por siglos, se quedarán en su lugar.
Solo se restañan -dijo- porque queremos recuperar la memoria de la nación. Será esta obra totalmente nueva, pero con toda una historia que permanecerá para que sea contada por muchas generaciones.
El Paseo Marítimo de Paula tendrá una baranda perimetral y en los extremos se ubicarán las zonas de estar, conformadas por mobiliario urbano y elementos verticales de protección solar. En la faja de las pasarelas la acera llevará un pavimento diferenciado con el fin de distinguir el área. Las conexiones se producirán por rampas y la superficie será antirresbalable y texturizada, cumpliendo con las normas contemporáneas de accesibilidad.
LA CERVECERÍA DEL VIEJO PUERTO

La Habana despierta renovada. Casi 500 años de solemnidad e historia reviven a una ciudad que acerca al caminante y lo invita a disfrutar de ella.
La Oficina del Historiador de la Ciudad con el apoyo de la compañía Habaguanex S.A emprendió la restauración del antiguo Almacén del Tabaco y la Madera, convirtiendo el recinto en una moderna cervecería.
En un contexto capaz de trasladar al visitante hacia tiempos de antaño, entre aire de mar y un diseño industrial, la instalación propone un servicio gastronómico variado.
Desde la mirada de María Elena Prieto, una de las especialistas responsables del proyecto, la idea primordial es el rescate de la tipología de almacenes propia de principios del siglo XX.
El inmueble, con una estructura metálica de doble nave y donde los asistentes pueden observar el proceso de fabricación de la cerveza, logra establecer una armonía peculiar con el entorno de esa zona habanera.
En un inicio, para consumar el propósito de un establecimiento principalmente destacado por la producción y ofrecimiento de esta bebida al público, las proyecciones se segmentaron en tres partes: la restauración propia del edificio, el diseño de interiores y la plazuela que da acceso al lugar.
El centro representa en sí mismo un desafío a la ingeniería, desde el sistema soterrado instalado para la electricidad, hasta la planta de tratamiento de residuales al mar, demuestran la complejidad en la construcción del recinto.
La nueva cervecería duplica la capacidad productiva de su homóloga ubicada en la Plaza Vieja, al contar, según manifiesta Eduardo Pérez, jefe del grupo de inversiones de San Isidro, con seis tanques de despacho, doce de fermentación y reposo, y un mayor espacio de almacenamiento.
Quien decida acercarse a este centro no solo podrá saborear las modalidades de cervezas y las propuestas comestibles que oferta el sitio, también será partícipe de una peculiar travesía al pasado.
Bajo la premisa de una Habana que mire al mar, como una feliz consecuencia de las acciones por la reanimación de la Avenida del Puerto, celebra un nuevo aniversario de fundada esta villa, que invita al paseante a una cita con una ciudad despierta.



















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