El terrorismo es un método al que siempre han apelado las fuerzas reaccionarias en su afán de neutralizar al movimiento revolucionario. Podrían pensar erróneamente algunos lectores que tal procedimiento es solo característico del siglo XX, dado que en esa centuria se perpetraron los asesinatos a sangre fría del líder obrero Alfredo López (1926) y Julio Antonio Mella (1929), durante la tiranía machadista, y del parlamentario Jesús Menéndez (1948), durante los gobiernos auténticos, la masacre de los calabozos del cuartel Moncada (1953), las Pascuas Sangrientas de 1956 y los miles de detenidos ultimados durante el batistato (1952-1958), los innumerables planes de matar a Fidel, la voladura en pleno vuelo del avión cubano en Barbados y los artefactos explosivos en los hoteles habaneros, los dos últimos proezas del combatiente de la libertad Luis Posada Carriles.
Sin embargo, el colonialismo español también utilizó este método en el siglo XIX contra los patriotas cubanos. A veces con éxito, como el envenenamiento del general mambí Vicente García, en Venezuela (1886). O fallidos, como el de Martí en 1892. Un político peninsular llegó a decir que con dos balas se resolverían los problemas de España en Cuba: una para Máximo Gómez, otra, para Antonio Maceo. En Costa Rica estuvieron a punto de lograr lo segundo.
SE PLANEA UN CRIMEN
En una reunión celebrada el 9 de noviembre de 1894, en el consulado español de San José, la capital de esa nación centroamericana, se fraguó el complot para asesinar al Héroe de Baraguá. El momento ideal para los asesinos era al término de la función teatral del actor cubano Paulino Delgado en la sala Variedades, a la que seguramente asistiría el Titán, acompañado por un grupo de jóvenes independentistas, entre ellos, Enrique Loynaz del Castillo.
Al día siguiente, al salir del teatro, los comenzó a seguir un grupo de españoles. Un puñado de cubanos y el colombiano Adolfo Peña, luego coronel mambí, se interpusieron entre aquellos dos y sus perseguidores. En la esquina, una multitud como de 50 españoles les cerró el paso. Uno de ellos, interpeló a Loynaz: “Haga el favor de oírme, aparte, dos palabras”.
El joven cubano asintió pero al percatarse de que su acompañante iba armado, le sujetó fuertemente el brazo derecho, impidiéndole todo movimiento, pero no pudo evitar que este se zafara, sacara su revólver y disparara. Otros españoles desenfundaron sus armas. Se generalizó el tiroteo.
Al general Antonio una bala le hirió por la espalda. Logró llegar a la acera y se sostuvo con una mano en la pared para no caer. El peninsular don Isidro Incera se le acercó disparando hasta que agotó los cartuchos de la recámara. Loynaz, al percatarse de que el ibérico intentaba recargar su revólver para rematar a Maceo, disparó sobre Incera. Este cayó con un balazo en la frente. Los restantes españoles se dieron a la fuga.
“LA PUÑALADA INFAME NO HIERE A LA REVOLUCIÓN”
El cónsul español se atrevió a ir al Palacio de Gobierno a protestar ante el mandatario costarricense “de que Maceo y sus secuaces habían asesinado a un español honrado, el acaudalado comerciante Don Isidro Incera”. El presidente Rafael Iglesias Castro, tras escucharlo impasible, se dirigió al jefe de la policía costarricense, que se hallaba a su lado:
“Enséñele al señor cónsul de España el revólver que humeante, con cuatro cápsulas descargadas, se le ocupó entre las manos al cadáver de Don Isidro”. Tras las investigaciones judiciales, se declaró “persona non grata” al diplomático peninsular.
Por aquellos días, en el periódico Patria, al reseñar el alevoso atentado, Martí escribiría: ¿Espera el gobierno español, ya que no puede detener el avance de la Revolución, hacerla abortar hiriendo a mansalva por la espalda, al jefe invicto que fue, y ha de ser terror de sus tropas opresoras en las montañas de nuestro indomable Oriente? Pues se equivoca: aún queda en el cuerpo del general Maceo espacio suficiente para unas cuantas cicatrices.
“(…) Use el gobierno español cuantos asesinos les plazca, que el general Maceo estará a tiempo de todos modos en el puesto de honor y sacrificio que la Patria le designe. Nada pueden los asesinos contra los defensores de la libertad. La puñalada infame no hiere la Revolución, hiere el honor de los que pretenden sofocar, con el crimen inicuo, la aspiración de un pueblo”.
COMENTAR
gerardo izquierdo dijo:
1
9 de noviembre de 2014
21:49:44
DBHP dijo:
2
10 de noviembre de 2014
09:03:44
Pedro NL dijo:
3
10 de noviembre de 2014
14:48:21
ricardo dijo:
4
10 de noviembre de 2014
15:07:42
Ronald Bejarano Gómez dijo:
5
10 de noviembre de 2014
17:15:10
Cofresi Ramirez dijo:
6
10 de noviembre de 2014
17:29:36
isael Quesada reyes dijo:
7
10 de noviembre de 2014
19:34:31
Pedro Antonio Garcia dijo:
8
10 de noviembre de 2014
19:53:29
miguel dijo:
9
10 de noviembre de 2014
21:15:07
Responder comentario