No pudieron impedirlo ni la lluvia ni la metralla. A pesar de los constantes bombardeos de la aviación batistiana, los torrenciales aguaceros que provocaron crecidas en los ríos, el lomerío agreste y la manigua desprovista de veredas, más de 200 campesinos enrumbaron hacia Soledad de Mayarí Arriba, a pie o a caballo, desde lugares muy distantes.
Una hora antes del mediodía del 21 de septiembre de 1958 participaban en el rústico salón de baile de Juan Clavel en la inauguración del Congreso Campesino en Armas, convocado para consolidar la unidad de todos los revolucionarios de la serranía y para apoyar al Ejército Rebelde en la insurrección popular armada contra la tiranía batistiana.
Ante la presencia de Raúl, Vilma y otros jefes del Segundo Frente, se analizaron la situación de miseria y desamparo en que se debatía la población del campo cubano y la solución para ese mal, la Reforma Agraria, una promesa incumplida por los gobiernos burgueses desde la promulgación de la Constitución de 1940, la cual la contemplaba como necesidad insoslayable de la nación en uno de sus artículos fundamentales.
Este evento no era obra de la casualidad, sino el desarrollo de un proceso iniciado desde la fundación del Segundo Frente Oriental, en febrero de 1958. Raúl y la dirigencia de esta fuerza promovieron la creación de los Comités Revolucionarios Campesinos (CRC) como forma de organización para los habitantes de la zona, cuyas tradiciones de lucha se remontan a las guerras de independencia. Dentro del Frente se estableció un Buró Agrario como enlace entre las masas y el Ejército Rebelde.
En pocos meses ya funcionaban más de 80 comités los cuales mantenían el orden en su jurisdicción y devinieron eficaces colaboradores de los rebeldes en el acopio de víveres e información sobre el enemigo.
Cada comité eligió libremente sus delegados al Congreso. En representación de la mujer serrana, se hallaban allí cinco féminas, quienes patentizaron su decisión de seguir luchando junto con sus esposos, hijos y hermanos. Una de ellas, Argelia Fernández, de la Asociación Campesina de Pivaló, Realengo 18, sería entre los participantes la de menor edad del evento. También se encontraba un grupo de obreros agrícolas, cañeros fundamentalmente.
Ya entrada la noche del 21 de septiembre, en la jornada de clausura, Raúl subrayó la significación del cónclave, al que calificó de momento memorable en la historia nacional. “Sin Reforma Agraria no puede haber Revolución Cubana; y aquí, tal vez por participar en el mismo, no nos percatamos de la magnitud de este acto, porque en estos momentos, en el día de hoy, está iniciándose, está gestándose, está naciendo la Revolución Agraria que ha de echar las bases de la verdadera Revolución Cubana”.
Finalizó su intervención con un llamado a la unión de todos los revolucionarios: “El principal objetivo de los campesinos debe ser en este momento forjar y mantener la unidad. He aquí lo principal, si queremos lograr el triunfo y conquistar nuestras demandas. Las fuerzas reaccionarias que se mueven contra la unidad pueden ser derrotadas si nos mantenemos unidos y vigilantes […] Frente a los enemigos del progreso de nuestro empeño, del programa de las grandes mayorías humildes del país, una palabra, una consigna, un lema: ¡Unidad! ¡Unidad! ¡Unidad!”.
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