
Sabíamos lo que iba a pasar. Avenidas trastocadas en ríos humanos que marchan y desembocan en las plazas cubanas, carteles y banderas sobre las cabezas, alegrías en los rostros, maratón de iniciativas, consignas que se cruzan y clamores que se abrazan.
Así se ve desde cada tribuna, en planos generales que ilustran sin reservas la posición unánime de un pueblo.
Sin embargo hay emociones que solo se viven dentro, en el corazón de la ola humana, donde los vivas estallan en tu oído y convocan a seguirlos.
Solo allí es donde se entienden los porqués de cada quien, los motivos personales para asistir, marchar y respaldar; a pesar de los problemas cotidianos y los pendientes del día a día en la economía de la casa.
Al interior de la marcha es donde se confirma que es verdad la confianza en los cambios que hoy suceden. Alienta, y es muy bueno, escuchar el debate franco y directo del ingeniero con el tornero, del médico con la recepcionista en un contrapunteo de juicios críticos repletos de sugerencias y opiniones, que solo se interrumpen cuando está a la vista la tribuna, y entonces se hace común el grito en un ¡viva! unánime.
Solo entre obreros, rozándoles el codo, puede advertirse la observación de Lidis, ahora estudiante de primaria que jalonea a su madre: “Papi antes me llevaba así, como aquel niño, en los hombros”; mientras señala a uno de aquellos entre tantos infantes que sonríen alzados por sus padres, levantan una bandera y se les nota el disfrute.

Lidis a esa edad tampoco entendía por qué venía al desfile traída por su papá, pero su presencia hoy es resultado de aquel ayer cultivado, por las semillas fértiles de la participación y el entusiasmo.
Aunque se esperan las escenas hay pasajes que sorprenden y emocionan; porque una bandera pintada sobre el rostro no puede ser reflejo de un sentimiento ficticio, ni el concierto de un color escogido como traje alegórico y común, ni el acuerdo laboral para llevar, de los retratos, solo aquellos en que Chávez y Fidel sonríen.
La sonrisa, por cierto, es la evidencia más fiel de lo que al desfilar se vive, y este Primero de Mayo fue en toda la Isla un desfile de sonrisas.
Buen saldo el de la víspera en Cuba, en que las calles fueron ríos desbordados de trabajadores, que en su alegría mostraron las virtudes de la paz, de la justicia, de la convivencia y el amor común y pregonado para que conquiste de una vez a la humanidad entera.
Cuba fue otra vez un mensaje de unidad.


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