
CAMAGÜEY.— Hay en esta ciudad un inmueble tan añejo como útil, si se toman en cuenta las disímiles funciones que ha cumplido desde su construcción allá por el año 1850, tarea que asumieran efectivos del cuerpo de ingenieros del ejército español en la otrora Villa de Santa María del Puerto del Príncipe.
Hace más de cinco décadas radica allí el Hogar de Ancianos Manuel Ramón Silva, pero primero fue cuartel de infantería del ejército de la metrópoli, finalizada la Guerra de los Diez Años se estableció en el lugar un hospital militar y al concluir el dominio hispano, devino institución médica civil hasta 1962.
Aunque de sólida arquitectura neoclásica, 164 años de explotación impactaron sobre las estructuras del edificio, al punto de afectar el funcionamiento del 60 % de sus instalaciones por el grado de deterioro extremo en que se encontraban, algunas incluso con evidente peligro de derrumbe.
MANOS A LA OBRA
Luego de algunos intentos por cambiar el estado de cosas en la que se considera la más grande instalación de su tipo en el país dedicada al cuidado de los ancianos, solo en septiembre de 2013 se lograron hacer coincidir voluntades, recursos financieros y gente dispuesta a salvar la construcción decimonónica.
A partir de esa fecha, fuerzas movilizadas del sistema de la Agricultura y de otros sectores del territorio se encargaron de asumir los trabajos más complejos, que abarcaron el cambio de la cubierta, la sustitución de las redes hidráulicas y eléctricas, y la colocación de carpintería de aluminio en puertas y ventanas.
Una vez finalizadas las mejoras estructurales, incluida la restauración del hermoso patio interior, la institución fue dotada de equipamiento y mobiliario adecuados para los salones, dormitorios, sala de rehabilitación, central estéril, farmacia, cocina-comedor, lavandería y el área socio-administrativa.
“Tras casi ocho meses de arduo trabajo, en que contamos con el apoyo de muchas entidades locales, ya tenemos un hogar prácticamente nuevo y eso lo agradecen, primero que todo, nuestros pacientes, quienes ahora conviven en condiciones muy confortables”, asegura el administrador Alexander Flores Calderón.
A LLENO CASI COMPLETO
Desde finales de abril, el Hogar de Ancianos Manuel Ramón Silva restableció su capacidad máxima de 222 residentes y espera cubrir en breve, tan pronto se ubiquen los sillones necesarios, el área para seminternos que permitirá extender el servicio, de los 38 actuales, a un centenar de adultos mayores.
Esa amplia matrícula es atendida por 244 trabajadores, entre médicos, enfermeras, técnicos, asistentes y personal de aseguramiento, unidos todos en el noble propósito de brindar una atención integral a los ancianos que necesitan cuidado temporal o permanente y contribuir a elevar su calidad de vida.
Ahora en un ambiente mucho más acogedor, los viejitos sanos comparten las jornadas cotidianas con animadas partidas de dominó, sentados en frescos pasillos o bajo la sombra de frondosos árboles, siempre acompañados por el trinar de cientos de pajarillos que les disputan su estancia en el lugar.
Mientras, geriatras, sicólogos, clínicos y fisiatras, entre otros especialistas, garantizan el seguimiento de los enfermos y convalecientes, a quienes se les ofrecen todos los servicios médicos previa cordinación con el área de salud cercana y con los centros hospitalarios de la localidad.
EL AMOR TAMBIÉN CURA
A punto de mudarse para un cuarto totalmente remozado, Daniel de Castro Bonet y Lidia Méndez Peláez recuerdan las emociones vividas cuando hace diez años decidieron contraer matrimonio, precisamente un 14 de febrero, gracias a la complicidad y apoyo de los trabajadores del centro.
“Aquí nos conocimos. Yo llevo 20 años en el hogar y ella 15. A esta edad considero que el amor también existe, ambos nos queremos mucho, pero lo importante es tener cerca a una persona afín a nuestro carácter que nos acompañe en lo que nos quede de vida para ayudarnos mutuamente”, refiere Daniel.
Cada una de las diez habitaciones destinadas a matrimonios (solo existen tres en estos momentos), está habilitada con cama, armario y mesitas de noche, y dispone de baño independiente, condiciones que aseguran la privacidad de la pareja y propician el desarrollo de una vida normal y autónoma.
“El cambio ha sido total: hoy el hogar está bello y reluciente, aunque aquí lo más valioso es el personal que nos atiende. Todos son muy buenos, se dan a querer, nos ayudan mucho y en los momentos difíciles siempre hay alguien que nos respalda”, asegura Lidia sin soltar un segundo la mano de su entrañable Daniel.
PARA QUE TODO FUNCIONE MEJOR
Siempre sonriente y al tanto de cada detalle, Lilia Labrada Machado parece dominar el espacioso escenario desde la silla que ocupa, junto a otras residentes, en uno de los pasillos laterales de la institución: por su veteranía en el centro (21 años), ella integra el Consejo de Ancianos.
“Todos tenemos que velar para que nada se deteriore. Es por ello que mantenemos una comunicación permanente con la dirección, ya sea para transmitir cualquier información a los ancianos o tramitar sus quejas y preocupaciones para que las cosas funcionen mejor”, comenta la octogenaria jubilada gastronómica.
“Esa es y ha sido siempre nuestra razón de ser, aun cuando las condiciones de vida y de trabajo no eran nada agradables”, subraya la enfermera Susana Poll Martínez, jefa de una de las salas, quien reconoce que el cambio ha sido sustancial y debe revertirse en un servicio de excelencia.
La rehabilitación del Hogar de Ancianos Manuel Ramón Silva marca, pues, el camino a seguir que garantice una efectiva protección social e institucional de los adultos mayores, en un contexto de envejecimiento progresivo de la población cubana, determinado por el aumento de la esperanza de vida de sus ciudadanos.
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Canario. dijo:
1
2 de mayo de 2014
03:31:32
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