
PINAR DEL RÍO.—Ante las variaciones de un clima cada vez más complejo, que por momentos pareciera contradecirse a sí mismo y negar lo que una vez estuvo bien definido como épocas de lluvia o de seca, de calor o de frío, la ciencia encara el reto de buscar soluciones.
Por ello, después de haber dado vida a nueve variedades diferentes de arroz, la Doctora en Ciencias Noraida de Jesús Pérez, no se conforma, y advierte que “el trabajo de mejoramiento tiene que ser continuo”.
“Frente a los efectos del cambio climático, y de otros factores asociados a él, siempre hay que estar pensando en cosas nuevas”, asegura esta mujer que durante más de tres décadas dedicadas a la investigación, ha intervenido en la creación de la mayoría de las variedades obtenidas en la Estación Experimental del Arroz de Los Palacios.
Entre ellas, la INCA LP-5, la más exitosa de todas, ha llegado a ocupar el 80% de las tierras arroceras de Cuba.
Aun cuando los insumos y los sistemas de riego suelen acaparar el protagonismo de cualquier análisis enfocado en la producción de alimentos, la semilla constituye un elemento decisivo de cualquier cosecha.
De ellas no solo dependen en buena parte los rendimientos, sino además, la resistencia a las enfermedades, la tolerancia a la sequía, a la salinidad de los suelos.
Sin dudas, cualidades indispensables que llevadas al campo, han contribuido a acortar los periodos de cosecha, a economizar recursos y a obtener más toneladas.
“Con la INCA LP-5, por ejemplo, hemos disminuido la vulnerabilidad a la pyricularia, un ácaro que causó grandes estragos en el arroz durante los años 90’, y acortado el ciclo de desarrollo en alrededor de 15 días, en comparación con las variedades anteriores”, comenta Noraida, y explica que ello se traduce en “menos químicos y menos vuelos de avión”.
Aunque se dice rápido, advierte que se trata de una labor que además de conocimientos, demanda una gran dosis de dedicación.
“Cuando me inicié en este trabajo, en 1983, nos apoyábamos en la hibridación, un método antiguo mediante el cual, lograr una nueva variedad podía demorar entre ocho y 10 años.
“Había que partir, por ejemplo, de una que fuera resistente a determinada enfermedad, y de otra con buenos rendimientos agrícolas, y comenzar a mezclarlas, para luego ir muchas veces al campo a seleccionar las plantas que resultaran con esas características.
“Después, hemos ido incorporando otros métodos: el cultivo de anteras y el cultivo somático, a través de los cuales, en una sola generación, se consigue lo que antes demoraba seis o siete.
“De esta forma obtuvimos la INCA LP-7, que también ha tenido gran aceptación”.
Aun así, advierte que todos los resultados hay que llevarlos al campo, donde se dice la última palabra.
No obstante, Noraida señala que la salida de una variedad a la producción, solo significa el cierre de un ciclo.
“En la actualidad, existe la necesidad urgente de buscar semillas que demanden menos agua, porque con el cambio climático, este líquido vital se volverá cada vez más escaso y hoy la producción de arroz requiere enormes cantidades”.
“Es por eso que decimos que el mejoramiento no termina, porque la vida va imponiendo nuevos objetivos. En los años 70’, por ejemplo, surgió el problema de la sogata, en los 90’ apareció el ácaro, la pyricularia ha sido un azote permanente en todo el país”.
Con esa convicción, esta reconocida investigadora trabaja actualmente en dos nuevas variedades, la Roana LP-15, de ciclo medio, obtenida a través de la hibridación, y la Anays LP-14, un proyecto que según afirma, posee virtudes por las que pudiera llegar a reemplazar en el campo a la INCA LP-5.
“Ello implica mantener un potencial de rendimiento de unas ocho toneladas por hectárea, y un ciclo corto, pero con una mayor resistencia a las plagas que sus antecesoras”, detalla la especialista.
Una vez más, se trata de un proceso lento, que llevará múltiples pasos y una enorme dedicación, antes de que los resultados puedan notarse en la producción. Basta decir que luego de varios años de trabajo, para el 2014 se espera obtener la semilla original de la Anays, para el 2015 se estaría llegando a la básica, y luego habría que lograr la registrada y la certificada.
A pesar de ello, Noraida asegura que esta paciente labor de creación “es como concebir un hijo, que uno va forjando poco a poco. Y cuando al cabo del tiempo, llegas al resultado, uno siente que se emociona, y recibe nuevas fuerzas para buscar cosas mejores”.
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