
“¿Casarse? Eso es un problema”. “No está entre mis prioridades”. “Cuando encuentre a la pareja perfecta”. “Primero debemos vivir juntos para ver cómo nos va”. “Esa ‘juntera’ no se veía en mis tiempos”. “Creo que el matrimonio es lo ideal, y no andar por ahí con una pareja hoy y otra mañana sin saber de dónde salió, sin compromiso”.
Las citas podrían continuar hasta llenar una plana pues, ante la breve interrogante “¿crees que todas las parejas deban casarse?”, las respuestas brotaron a cántaros. Lo cierto es que, aun cuando las relaciones de pareja monógamas fuera del matrimonio no son un fenómeno nuevo en Cuba, el tópico resulta altamente polémico.
Y es que ya sea legalizado en notaría o fuera de este marco, el vínculo amoroso entre dos personas siempre se yergue sobre la base de la aceptación, del común acuerdo. De ahí que el término “unión consensual” no se restrinja a las parejas que desean convivir o compartir espacios comunes sin contraer matrimonio, sino que se extiende a las que permanecen casadas.
De acuerdo con la doctora Rosa Campoalegre, jefa del Grupo de Familia del Centro de Investigaciones Psicológicas y Sociales (CIPS), las uniones consensuales son un tipo de vínculo conyugal, e incluso, una institución familiar; constituyen una de las variantes del tipo de familia nuclear que puede ser la pareja sola o con su descendencia. Más allá del elemento jurídico, cuestionó, ¿por qué distinguir diferencias?
Asistimos a una naturalización de las uniones consensuales en la población. Se ha establecido como tendencia formar la familia sobre bases diferentes a las tradicionales y en ello no solo intervienen las parejas jóvenes.
TODO LO QUE PARECE, NO ES
“La imagen de que solo a través del matrimonio formalizado puede encontrarse el tipo de relación ideal ha sido superada”, comentó Campoalegre, y añadió: “No es lo mismo hablar de uniones consensuales de limitada estabilidad y bajo presupuestos cuestionados, que de una decisión de vivir en común bajo presupuestos de amor”.
Las opiniones recabadas por Granma en un recorrido por la capital no fueron diferentes. “Si se quieren —nos dijo Mario Rodríguez, de 63 años—, no tiene que mediar un documento, aunque lo correcto sería oficializar la relación”.
Por su parte Lenmy Sosa, de 21 años, comentó: “No creo que el matrimonio sea absolutamente necesario, la única diferencia sería un documento. Aunque el sueño de muchas mujeres es casarse, para mí no lo es, al menos por ahora. Primero debo terminar mi carrera”.
Mientras Naimara Bacallao sostenía a su hija en brazos, refirió a este diario que lo mejor es casarse, pero comprendía que algunos factores como la situación de la vivienda y aquel viejo refrán: “el que se casa, casa quiere”, dificultaban muchas veces el arribo al matrimonio.
Al respecto, la directora de Registros y Notarías del Ministerio de Justicia (MINJUS), Olga Lidia Pérez Díaz, y la especialista de esa dirección, Dorinda González, comentaron que “es incuestionable la seguridad jurídica que brinda la formalización del matrimonio en el fortalecimiento de la familia como célula fundamental de la sociedad, la ayuda y respeto recíprocos entre sus miembros”.
Agregaron que permanecer casados contribuye al cumplimiento eficaz por los padres de sus obligaciones con respecto a la protección, formación y educación de los hijos, y de los hijos con respecto a sus padres; además, ofrece protección desde el punto de vista de su régimen económico y los efectos sucesorios entre sus miembros.
Pero, ¿es más susceptible de romperse una unión de pareja no formalizada que aquella que sí legalizó su relación?
Datos de la Oficina Nacional de Estadística e Información (ONEI) indican que desde fines de los ochenta hasta principios de la década del noventa del siglo pasado, la tasa de divorcialidad en el país mantuvo una tendencia creciente. De 1988 a 1993 fue aumentando de 3,4 a 6 por cada mil habitantes.
En el último quinquenio, informaron las especialistas del MINJUS, “los divorcios mostraron una media anual de 12 251”.
Múltiples factores atentan contra la estabilidad del matrimonio, opinaron. Los conflictos habitacionales en un país donde la carencia acumulada de viviendas hace que conviva más de una generación en el hogar, han sido y son una causa desencadenante del fracaso de un proyecto de vida en común. Se aprecian cambios de valores acerca de la vida en pareja, y el casamiento ya no es visto como sostén y justificación de la relación sexual.
Por su parte, la doctora Campoalegre opinó que hoy es más pertinente hablar de rupturas conyugales y no de divorcio. “Las rupturas conyugales siguen siendo un fenómeno multicausal en la sociedad cubana, en lo cual convergen la incidencia de la nupcialidad, la insuficiente preparación para la formación de parejas y familias, el fortalecimiento de la percepción de tolerancia del divorcio en el imaginario social, entre otras causas”.
En “Matrimonio y divorcio, una mirada desde el género”[1], la psicóloga cubana Marybexy Calcerrada apunta que aunque los estudios de carácter nacional dedicados al divorcio han sido segmentados, a las principales causas asociadas al fenómeno —infidelidad e inadecuación en la actividad comunicativa— les precede un proceso de deterioro que impacta los sentimientos.
“Tanto la calidad de la relación de pareja como su disminución resultan de las motivaciones que condicionan su establecimiento y del tipo de organización que se asume”.
En ese sentido, Campoalegre subrayó que los presupuestos y dinámicas de funcionamiento en las relaciones de pareja no son inherentes a un tipo de relación u otra. “La diferencia está en su naturaleza, no en su nomenclatura”.
Las relaciones de parejas no formalizadas —dijo— no son un fenómeno nuevo, sino que se mantuvo asociado a la noción de que lo correcto era el matrimonio legal, que a su vez se relacionaba con el estatus.
“Tampoco es visto desde la periferia de las relaciones familiares, acotó. Incluso en el imaginario social funcionan como lo que son: una vía para la formación de familias”.
LA FAMILIA, LA PROPIEDAD PRIVADA Y EL AMOR
De acuerdo con la Dirección Nacional de Registros y Notarías del MINJUS, en los últimos cinco años (2009–2013) se ha producido una fluctuación en el índice de matrimonios formalizados. Mientras que en el 2010 se casaron 76 135 parejas, por ejemplo, en el 2012 registraron su unión 49 502.
¿Por qué las parejas mantienen uniones conyugales no formalizadas? ¿Es que las aspiraciones de los involucrados son demasiado altas antes de celebrar una boda?
Patricia Forcades, de 23 años, explicó a Granma que convivir con la pareja, aun sin estar casados, es positivo para ambos pues así se conocen mejor y saben de antemano si la relación funcionará. “La convivencia es complicada. Yo quisiera vivir sola con mi pareja, aunque fuera en un alquiler”.
“Hacen muy bien”, dijo por su parte Ariel Rodríguez, de 41 años. “¡La cantidad de cosas que hay que hacer para casarse! Gastos económicos, trámites… Para el matrimonio hay que tener condiciones, igual que para tener hijos”.
Al indagar sobre la preferencia por las relaciones de pareja no formalizadas, la jefa del Grupo de Familia del CIPS comentó que entre sus causas figuran “la idea de conocernos mejor, de que no es tabú vivir con quien amas, y los proyectos de vida basados en la superación personal y profesional”.
Añadió que el resultado de ese pensamiento es un producto legítimo, expresión de la flexibilidad y democratización de las relaciones de pareja.
Por su parte Claudia Riestra, psicóloga del CIPS, refirió que se ha extendido el tiempo en que se formaliza la unión consensual. “Se ha ido produciendo una transparencia, un acomodo a la idea de ver cómo convivimos antes de dar otro paso. Y a veces el criterio para formalizar el matrimonio es la llegada de los hijos”.
Al respecto, las especialistas del MINJUS comentaron que “a pesar del equilibrio logrado en el último quinquenio en las cifras de matrimonios, si analizamos el índice de nacidos fruto de uniones libres o consensuales se aprecia un incremento sostenido de este indicador. Del 2009 al 2013, por ejemplo, se registró un promedio de 78.6 %, lo que indica la prevalencia de esta nueva modalidad de vida en pareja sobre el matrimonio legalmente constituido”.
Pero, ¿qué sucede si después de muchos años de relación “sin papeles mediante” fallece un cónyuge, o la pareja se rompe? ¿Existe algún amparo legal para los posibles herederos o afectados?
Según explicó a Granma Kenia María Valdés, jueza del Tribunal Supremo Popular, la figura jurídica del matrimonio no formalizado sitúa a la persona que no está casada legalmente en posición de reclamar el patrimonio al que podría tener derecho.
“Esa es justamente la esencia del reconocimiento judicial del matrimonio, señaló, ya sea para liquidar la comunidad matrimonial de bienes o para adquirir los derechos que por vía sucesoria (en condición de viuda o viudo) les correspondería a ellos o a los hijos que han procreado en la unión”.
En ese sentido, la directora de Registros y Notarías del MINJUS añadió: “Para los jóvenes ha cambiado el significado de la unión, piensan que cuando no media un acto legal es más fácil y menos comprometedora la ruptura”.
“Por otra parte, un alto número de ellos no siente la necesidad de legalizar el matrimonio, pues saben que, en definitiva, las consecuencias de la unión siempre encuentran amparo y protección legal.
“En este sentido, las cifras hablan por sí solas: el aumento de los reconocimientos judiciales de matrimonios (de 1 104 en el 2009, a 1 159 en el 2013), así como de los matrimonios retroactivos (de 3 753 en el 2009, a 8 253 en el 2013), demuestran que a pesar de la generalización de las uniones libres o consensuales como nueva modalidad de pareja, cuando se hace necesario apuestan por su legalización”.
Entonces, ¿cuál será la decisión? ¿Casarse o no? Todo indica que, más allá de las valoraciones asociadas a la situación económica, habitacional, a los proyectos personales… es una cuestión de amor.
[1] En” Rompiendo silencios”. Editorial de la Mujer, pp.123-135
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Ale dijo:
1
25 de abril de 2014
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ROLANDO RODRIGUEZ BASTIDA FERNANDES dijo:
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Moy dijo:
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Milagros dijo:
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