Si pudiera, si hubiera tenido la posibilidad de conocer a la mujer inteligente y enérgica que fue Vilma Espín, conocida como Déborah en la guerra, le hablaría de su huella, de la tenacidad y la justeza que se aprecia en sus palabras, de la lucha contra la discriminación en la cual fue vocera, y las lecciones de Historia donde se cristaliza la identidad nacional y está presente ella, luminosa y cubana.
Seguramente le diría que hoy aquí la mujer constituye más del 60 % de la fuerza laboral, y en la medida de las posibilidades la convencería de que ese resultado se debe a la sólida base teórica y práctica que creó, en su batalla por alcanzar que las féminas dejaran de ser la mayor parte de la población analfabeta —rezago del poder neocolonial que heredó— para trasladar su delicadeza y seguridad a la realidad política, económica y social del país.
A la Ingeniera Química Industrial, la combatiente, la creadora de las Escuelas Ana Betancourt, le gustaría saber que hoy los fundamentos científicos para la educación preescolar, consecuencia de las investigaciones llevadas a cabo bajo su dirección, constituyen una muralla segura donde se perfecciona la enseñanza en los primeros años de vida; y que los círculos infantiles suman ya alrededor de 1 079.
Seguramente, disfrutaría sobremanera escuchar del cultivo de la música tradicional que tanto siguió, y quizá hasta le oiríamos una tonada, porque quienes la conocieron comentan sobre la dulce voz de soprano de la mujer de verde olivo, heroína de la Sierra y el llano.
Vilma, participante activa de las acciones de su tiempo, del alzamiento armado en Santiago de Cuba el 30 de noviembre de 1956, del Movimiento 26 de Julio y el II Frente Oriental Frank País, adornó con su presencia y la de quienes la siguieron, los campos donde libró la batalla por la dignidad y la sabiduría humana.
Quizá le comentaría que hace apenas un año visité el nicho donde descansan sus restos, rodeado de lirios y orquídeas, y que allí, en el II Frente, se recuerda su papel en la fundación de la Federación de Mujeres Cubanas (FMC), luego de que en 1959 escuchara de un grupo de compañeras la idea de organizarse para apoyar el curso de los acontecimientos históricos; momento a partir del cual empiezan las primeras tareas para preparar culturalmente a la mujer, en la cual no descansó hasta su muerte.
Frágil, elegante, culta, enriqueció los preceptos del Código de la Familia (1975), contribuyó al Código de la Niñez y la Juventud, y también a las leyes de seguridad social y de higiene del trabajo; amó todo lo bello y útil para dejarlo convertido en frutos a las mujeres de hoy —ese taller natural donde se forja la vida.
En una ocasión, cuando se celebraba el Día de la Mujer Angolana, afirmó Vilma Espín: "Seguiremos luchando por el bienestar de la humanidad, por los pueblos de África y América Latina, por la paz", una muestra fehaciente del empeño por trasladar fuera de sus fronteras las misiones que protagonizó enfocadas en la igualdad, contra la discriminación y la violencia.
Por tanto si pudiera, si hubiera tenido la posibilidad, le diría que bajo la égida de sus ideas queremos vivir las cubanas, quienes aportamos a la realidad social de nuestro país, hablamos de derechos, tomamos decisiones, y conquistamos todas las verdades, con la delicadeza, la hermosura y la tenacidad de quienes todavía caminamos en franca y sincera compañía de Déborah o Vilma Espín.
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