ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
Foto: del autor

CIENFUEGOS.— Carmen Ramona García Arce concluía cada noche pensando que era la última, que el bayonetazo de un casquito de la tiranía derribaría su puerta, la sacarían a rastros de su casa, la torturarían y vejarían hasta los extremos de lo imaginable, y luego la tirarían muerta a algún callejón.

Así vivían los cubanos dignos, que procuraban un cambio, durante la dictadura sangrienta de Fulgencio Batista, esa que ennegreció nuestra nación con el crimen constante, el pillaje, el latrocinio y la corrupción generalizada, dice a Granma esta luchadora clandestina de 95 años, quien se jugó el pellejo cada segundo, como miembro del Movimiento 26 de Julio.

Conversar con Carmita, quien pese a su edad recuerda con fidelidad cartográfica cada episodio de aquellos días crueles para nuestro sufrido pueblo, supone experiencia poco usual, puesto que se entabla diálogo, en vivo y no a través de libros, con la historia.

"Yo tenía que luchar, porque aquello era inaguantable. Varios de nuestros mejores hijos amanecían en las cunetas, con los genitales destrozados, reventadas sus extremidades, sin uñas u ojos, asesinados en los centros de tortura", asegura la destacada miembro de la Asociación de Combatientes de la Revolución Cubana (ACRC) en la provincia.

Interrogada sobre las condiciones de la mujer durante aquel régimen oprobioso, Carmita asegura que cualquier alimaña tenía más peso social que ellas. "No significaban nada —prosigue—, no tenían fuerza alguna ni en la política, ni en los cargos del gobierno, ni en los empleos, ni en el hogar".

Carmita inició su actividad clandestina desde el 1ro. de junio de 1951, cuando comenzó a laborar en la consulta particular del doctor Serafín Ruiz de Zárate, quien la implicó en el movimiento insurreccional. El despacho del galeno, nido conspirativo contra la tiranía, fue epicentro de acciones coordinadas para atentar contra el régimen, rememora la luchadora.

Ella participó en el proceso de construcción de bombas, fue correo, enlace, repartió bonos u otras formas de propagan--da revolucionaria en distintos sitios, entre ellos el Colegio Médico. Fue vínculo con la oficina del doctor Osvaldo Dorticós Torrado, participó en el levantamiento armado del 5 de Septiembre de 1957 y ayudó a combatientes que se dirigieron hacia el Escambray.

Tras el triunfo de la Revolución fue a ayudar a nuestros luchadores en Playa Girón, como responsable de la Sección Femenina de la Cruz Roja, y luego se convertiría en la primera presidenta de su CDR.

También administró durante 27 años la peletería La Ilusión, laboró en Tránsito y dio su paso al frente ante cada tarea de la Revolución, algo que recuerda con satisfacción.

Acreedora de la Medalla y el Certificado de la Clandestinidad, la Aniversario 50 del Granma y la Fernando Chenard Piña, entre muchos otros reconocimientos, es ejemplo de firmeza, fidelidad y consecuencia.

Ella, militante del Partido Comunista de Cuba, sugiere a las nuevas generaciones que no solo piensen en cuánto les falta, sino sobre todo en cuánto ganaron. Les sugiere que estudien la historia, lean libros como Bertillón 166, de José Soler Puig, o vean filmes como Clandestinos, de Fernando Pérez. Son acercamientos bastante fidedignos al infierno batistiano, del cual nunca podemos olvidarnos, porque la desmemoria conduce al fracaso, remarca esta luchadora de toda la vida.

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