ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
La coronela María de los Ángeles Benítez imparte clases en un aula especializada de sistemas de las telecomunicaciones en interés de la defensa. Foto: Mailín Guerrero Ocaña

Sin vacilación. La respuesta fue definitiva, tajante. ¿Hasta dónde puede llegar una mujer en las Fuerzas Armadas Revolucionarias? Era la interrogante principal de ese día.

—Hasta que pare, con los hijos ya no es igual, dijo alguien. Y entonces otras palabras le cortaron la frase, dejando a mujeres y hombres presentes sin nada que decir, o más bien, refutar.

"No es igual, cierto, es mejor. Exigen más sacrificio, pero terminan dándole sentido a todo. No defendemos el derecho de un país ajeno a la paz, defendemos y construimos el país de nuestros hijos".

"Si quieres saber, yo tengo dos y no me siento limitada. No me han impedido cumplir con mi deber y mi trabajo. Más bien me han provisto de esa capacidad de ver los detalles y convencerme de que todo sacrificio vale la pena".

Con solo 27 años y dos pequeños que criar, la teniente Lidia Isabel Rosabal Rojas trabaja en una unidad de tanques donde tiene la misión de dirigir y preparar una compañía de soldados. Para ella no existen distinciones entre mujeres y hombres en las FAR, y por la seguridad de su mirada me atrevería a decir que fuera de las fuerzas armadas tampoco ve diferencias. "Tenemos los mismos derechos", aseguró con determinación. Y con ese mismo arrojo la vi pararse delante de más de una veintena de soldados e impartir con maestría una clase sobre el principal armamento enemigo.

Impecablemente vestida y maquillada, bastaba mirar para lanzar por tierra el mito de que la mujer militar pierde su delicadeza.

CONSTANCIA

Hay quienes afirman que en materia de dedicación las mujeres llevan ventaja. No inclino del todo la balanza, pero hay que reconocer la versatilidad femenina para afrontar cualquier tipo de tarea y cumplir, e ir acumulando responsabilidades sin descuidar otras.

La coronela María de los Ángeles Benítez Pérez es sobrado ejemplo de constancia. Casi cuatro décadas de permanencia en las FAR, avalan la trayectoria de esta mujer, que es hoy la única jefa de Facultad en todas las Fuerzas Armadas Revolucionarias, pues hace ya dos años la propusieron como tal en el Instituto Técnico Militar José Martí, de la capital.

"Es un gran compromiso, porque dirigir requiere ante todo de esfuerzo, preparación y constancia. Educar y transmitir experiencias a los más jóvenes, lograr que estén preparados integralmente es una tarea compleja y muy importante; se trata de garantizar la formación de los futuros oficiales y con ello el futuro de las FAR.

Así habla María de los Ángeles, orgullosa de desempeñar tan necesaria labor, no sin dejar de puntualizar que para lograr estos propósitos el jefe tiene que ser, ante todo, educador de sus subordinados. Me fascina el trabajo con los cadetes, intercambiar ideas, experiencias. Eso me satisface", nos cuenta, mientras aclara que no ha abandonado las aulas.

Otra historia de sacrificio, otra mujer que carga la responsabilidad de llevar la casa y el trabajo y hacerlo bien. Salir antes de las seis de la mañana y no retornar hasta pasadas las seis de la tarde. ¿La fórmula? "Somos un equipo, tanto aquí en la facultad como en casa. La cooperación de todos es la base para poder cumplir".

¿Es muy difícil dirigir hombres?, indagamos, y sobreviene un diálogo franco. "Los hombres dicen que es más difícil trabajar con mujeres que con hombres, pero yo no lo considero así. Cuando se siente amor por la profesión que se realiza, se puede trabajar con cualquier sexo. La calidad humana de nuestros cadetes facilita ese trabajo".

"No tengo que dejar de ser mujer y ser femenina, para exigirles que cumplan con lo que está establecido", agrega.

ARROJO

Las planchetistas contribuyen a la protección del espacio aéreo cubano; ubican las coordenadas de los aviones para que el mando superior tome las decisiones. Foto: Mailín Guerrero Ocaña

Mujeres al ejercicio del mando, emplazando y desemplazando, coordinando, con la misión vital de asegurar el mando y la dirección de las tropas, y garantizar la comunicación en el terreno.

Mujeres como la capitana Iraida Martínez, que acumula ya 22 años como comunicadora en las FAR, y cuya vocación la llevó a ingresar al servicio militar voluntario femenino.

"No encontré la carrera por vía civil y no dudé en ingresar a la vida militar". Dos décadas después nos remarca lo acertado de su decisión, a pesar de la "vida ajetreada y el poco descanso".

A pocos pasos la teniente Liz Yamara Ravelo, a sus 23 años, ya es jefa de un punto de mantenimiento técnico.

Asegura que la juventud no le impide dirigir, y que al ser mujer sus subordinados son mucho más respetuosos. Reitera que en las FAR no se establecen diferencias entre mujeres y hombres. "Esta profesión cada cual la escoge consciente de enfrentarse a lo que la Revolución necesite".

Para la capitana Liset Ramos González, jefa de servicios médicos en una unidad desde hace ocho años, las FAR ha sido esa escuela "donde me he dado cuenta de que soy un adulto, y he conquistado total independencia y responsabilidad. Muchas personas dependen de ti".

...COMO LA SAL

Te quiero como a la sal, decía en el cuento la princesa al padre, que no entendía en su justa dimensión el significado de aquellas palabras. Pues hay trabajadores en las FAR a quienes hay que quererlos así, porque también ellos pueden llamarse imprescindibles.

Imilsi Diéguez Brisuela es, desde hace una década, trabajadora civil de la defensa, en el área de los servicios. La encontramos alegre y jaranera en el comedor y confesó que no se iría de las Fuerzas Armadas Revolucionarias nunca. "Es mi casa, me siento así".

Otra historia de sacrificio sin fusil, pero no por ello menos. Todavía le pesaban ese día los ojos. A las dos de la madrugada estaba en la terminal de trenes atendiendo soldados que salían de pase.

"No hay diferencia entre civiles y oficiales. Todos somos trabajadores", dijo.

La mujer en las FAR desempeña disímiles ocupaciones y responsabilidades. Todas llevan el sello de la consagración. En el aula o el terreno, de exploradora o de soldado.

La mujer en Cuba ha ganado el espacio y reconocimiento que merece. Obrera, campesina, maestra, médico... todas mujeres de ley.

Pero hay que recordar que un buen número de ellas carga el fusil, y no duda ni un instante en su misión: proteger el futuro de un país.

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