
GUANTÁNAMO.— Han pasado 45 años desde aquel día en que la quinceañera Carmen Zósima Castellanos Lanfernal impartió su primera clase. El escenario fue la escuela primaria Fabio Rosell del Río, ubicada en la zona norte de esta ciudad.
Su pasión por educar y ciertas habilidades adquiridas en el seno fa-miliar la habían dotado de confianza para asumir un aula con tan corta edad, la cual igualaban o rebasaban no pocos de sus alumnos.
"Mi madre alfabetizó aquí en Guantánamo y mi hermana mayor, que era maestra, me había enseñado a revisar las libretas de los estudiantes, a planificar las clases menos complejas y a otras exigencias de la profesión, que yo emprendía con gusto. Creo que ello, pero sobre todo la preparación recibida en un curso de formación de maestros emergentes, me permitió asumir la dirección de un aula con convicción, sin nerviosismo ni miedo escénico", relata nuestra entrevistada.
"Me cuesta trabajo creer que ya hace tanto tiempo que inicié mi vida como pedagoga. Es así, cuando uno siente amor por lo que hace, cuando se sabe útil y realizado, entonces el tiempo transcurre velozmente, casi sin darnos cuenta que ha pasado", amplía la hoy máster en Ciencias de la Educación.
Carmen Zósima se desempeña actualmente como jefa del departamento de Humanidades en el Instituto Politécnico Industrial Diosmedes Córdoba Arredondo, centro al que le ha dedicado sus últimos 19 años de trabajo, y donde imparte clases a estudiantes del primer curso en la especialidad de Explotación del Transporte.
—Tu mayor contribución en tantos años como educadora...
—Considero que es haber ayudado a la formación de cientos y hasta miles de jóvenes. La congratulación más grande para un educador es saber que quien te dice: adiós profe, cómo estás profe, o el médico que te asiste o el maestro que enseña a alguien de tu familia fue uno de tus alumnos.
—¿Se mantiene la motivación para enseñar?
—Y bien alta. Ya podía haberme jubilado, pero por el momento no deseo hacerlo. Quiero aportar al menos dos años más de trabajo. Me siento bien con mis alumnos, con mis compañeros de labor y con impartir docencia en el Diosmedes Córdoba, un colectivo emblemático en la formación de jóvenes técnicos y obreros calificados en la provincia.
—¿Es cierto que te mantienes estudiando?
—Cultivarse permanentemente es casi obligatorio para quien enseña, por la actualización que se requiere en esta profesión y porque los conocimientos siempre hacen falta. No pocas veces los estudiantes y otras personas te preguntan sobre temas diversos. En estos momentos, además de hacer mi autopreparación cotidiana, recibo clases de francés en la escuela de idiomas Nguyen van Troi. El saber no tiene límite ni edad.



















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