
Que fue un magnífico Congreso obrero y sentará pautas para el futuro del movimiento sindical cubano, lo afirmó Raúl en su discurso de clausura, y ninguna otra definición valoraría mejor lo acontecido en sus tres jornadas finales y mucho más allá, durante los procesos de amplio debate que acompañaron el quehacer cotidiano en las bases sindicales desde octubre del 2012 en que fue convocado.
Creo, sin embargo, que otros elementos marcan la magna cita de los trabajadores, la hacen distinta a sus precedentes y la distinguirán en lo adelante.
Lo primero: sus 1 200 delegados, elegidos todos en las organizaciones de base a partir de una amplia cantera de miles de precandidatos, fueron celosos intérpretes de los planteamientos formulados en sucesivas asambleas por quienes los propusieron, y haciendo honor a esta representación, los llevaron y defendieron en los diferentes espacios del evento: desde las reuniones específicas por sectores, en las cuatro comisiones que trataron los principales temas discutidos y en las sesiones plenarias, sumando cientos de intervenciones que transmitieron experiencias, sugerencias, preocupaciones y disposición de sus colectivos.
Por demás, los delegados fueron fiel reflejo de la composición generacional que resultó del balance y renovación/ratificación de mandatos desarrollado en las secciones y burós sindicales y en los organismos de dirección (más de un 40 % de renovación), y se escucharon argumentadas opiniones tanto de dirigentes con muchos años de experiencia sindical, como de los más bisoños (17 % tienen menos de 30 de edad y unos pocos en esta tarea de conducir trabajadores).
Que se habló de todo lo que cualquiera de nosotros, como afiliados o trabajadores aún sin sindicalizarse, hubiera querido expresar en estas jornadas finales, me atrevo a asegurarlo, aunque deje el margen de alguna o algunas particularidades que pueden no haberse expresado, porque en realidad en cada espacio habilitado se multiplicaron las solicitudes de palabra y fue imposible concederla a todos, fundamentalmente por falta de tiempo, pero sí se veló al máximo porque pudieran manifestarse delegados de todos los sindicatos y territorios, y se recogieron todos los criterios.
Raúl, con su meridiana claridad y franqueza de siempre, abordó varios de los más recurrentes temas e insatisfacciones expuestos.
En sus conclusiones están fijadas, como ocurrió en las del XIX Congreso, tareas y proyecciones ineludibles para el movimiento sindical al que le corresponderá enfrentarlas en una etapa compleja. Para ello sus dirigentes en todos los niveles, sobre todo en la base, tendrán que, como puntualizó, despojarse de formalismos y de la vieja mentalidad, potenciar el vínculo permanente con las organizaciones de base y asegurar la permanente capacitación y superación sobre el contenido y alcance de las políticas y medidas que se van aprobando en interés de la implementación exitosa de los Lineamientos y desarrollar un trabajo político-ideológico diferenciado y abarcador en defensa de la unidad de los cubanos.
Y de un Congreso magnífico y distinto como este solo podrá derivarse un movimiento sindical más combativo, comprometido y consciente.
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