Es cierto: a cualquiera se le muere un tío o una tía. La frase se ha sembrado en la idiosincracia del cubano como equivalente de las más disímiles justificaciones ante alguna ausencia imperdonable; y aunque quizás su raíz está en el hecho de que una misma persona puede tener muchos de estos parientes, tanto del lado materno como del paterno, lo cierto es que este lazo familiar puede llegar a ser muy fuerte.
Los tíos —categoría que en el árbol genealógico al que pertenecemos, nos corresponde a casi todos— no siempre somos vistos como personas lo suficientemente importantes, muchas veces por creerse que con la presencia de mamá y papá basta; otras porque el propio tío no se siente en el deber de abrigar con sus apegos al sobrino.
No solo pesan sobre la espalda del tío estas devaluaciones que por suerte no constituyen una regla, si bien casos muy contrarios vemos y vivimos a diario con nuestras propias experiencias, pero nadie puede negar que hasta la gramática deprecia el término. El tío es, según diversas acepciones del vocablo, la persona cuyo nombre y condición se ignora o no se quiere decir; aquella ya entrada en edad; y hasta puede llamársele así a la mujer fácil.
Otras alusiones podrían continuar ilustrando la "infelicidad" del término, que por suerte muchos en esa condición glorifican y ponen frente a aquellas sus cartas triunfales.
Hay tíos tremendos. Son comunes los que sin haber sido padres aún, se derriten ante la ternura de un niño, a veces ni siquiera con vínculos sanguíneos mediante, y no pueden comerse un caramelo o ver un libro infantil sin pensar en el pequeño al que ha empezado a cobijar su corazón.
El sobrino —real o supuesto— tiene a su favor ese otro cariño, que puede sumarse al de los padres, cuando cuenta con ese imprescindible afecto; y puede también suplirlo cuando aquel es deficitario.
Casi siempre el tío es uno más, aunque bien acogido porque el amor nunca sobra; pero a veces las circunstancias nefastas de la vida le otorgan una función que no le "tocaba" y se ve de pronto asumiendo —y creciéndose ante lo irremediable— la educación y la crianza del pequeño, o del adolescente.
Es el tío o la tía quien cuida de los sobrinos en horarios nocturnos de trabajo de los padres; o quienes deciden su protección mientras los progenitores cumplen alguna misión de trabajo, lejos del hogar. Hay tíos muy conocidos en el círculo infantil porque siendo los primeros en llegar de sus labores, van en busca del sobrino para alegrar temprano la casa.
Los hay políticos —pareja del tío sanguíneo—, y "postizos" —los que carecen de lazos genéticos con el sobrino que hacen por él lo indecible, desde asistir a una reunión de padres hasta ser esa reserva espiritual que no nos está dado encontrar siempre en nuestros ascendientes.
Son también tías y tíos para nosotros los verdaderos amigos de nuestros padres, aquellos rostros que vemos en las buenas y en las malas sin que necesiten pertenecer para ello a nuestra estirpe.
La literatura universal cuenta con páginas donde brillan tíos admirables. El personaje Andrei Sokólov (El destino de un hombre, Mijaíl Shólo-jov), sometido al horror del cautiverio nazi, después de perder a toda su familia halló como última esperanza, entre tanta desolación, al pequeño Vania con suerte gemela a la suya y de quien sería una especie de tío, de esos que te quieren porque sí.
Unamuno escribió una de las más conmovedoras historias de amor (La tía Tula) protagonizada por una mujer que tras el fallecimiento de su hermana, se entrega a la crianza de sus sobrinos. En el mundo literario abundan tías y tíos de inquebrantables desvelos. Pero no menos los hay en la vida real. Solo volviendo la vista podemos hallarlos. Tal vez tú eres uno de ellos.
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