
CAMAGÜEY.— Casi sin tiempo para el descanso, José Rodríguez Barreras aprovecha los segundos a su favor, en vísperas ya del aniversario 500 de la ciudad de Camagüey (el 2 de febrero próximo), para chequear in situ los detalles finales de algunas de las principales obras que abrirán sus puertas durante la conmemoración.
Granma aprovechó un breve paréntesis entre tanto ajetreo para dialogar con el director de la Oficina del Historiador, institución inmersa en ambiciosos proyectos para resaltar la valía de una urbe cuyo núcleo más antiguo fue declarado en julio del 2008 Patrimonio Cultural de la Humanidad.
—¿Cómo percibe los cambios acaecidos en la villa principeña a escasos días de su cumpleaños?
—Se trata de una revolución constructiva que permite recuperar en algunas personas los sentimientos de apego por el lugar donde se vive: una ciudad llena de gloria, de leyendas y de activa participación en el devenir histórico de la nación cubana.
"Estas cosas que están sucediendo constituyen un pretexto para contribuir con la preservación de ese legado cultural, muy vulnerable por su arquitectura, pero que ya ofrece significativos avances en la recuperación de inmuebles de alto valor patrimonial.
El Paseo de la Calle Maceo demostró cuánto puede hacerse cuando se unen voluntades en un propósito común.
"Hoy podemos decir con satisfacción que de los 89 edificios con grado de protección número uno en el centro histórico, no hay ninguno que pueda acusar un peligro de pérdida y sí una perspectiva a corto o mediano plazo de recuperación.
"A su vez, son muchos los organismos que trabajan, bajo la conducción de las autoridades de la provincia y del municipio cabecera, en la materialización de las estrategias contempladas en el plan parcial y de manejo para lograr la sostenibilidad de la ciudad.
"Se avanza también en importantes investigaciones, algunas de las cuales se presentarán en el Octavo Simposio Internacional Desafíos en el Manejo y Gestión de Ciudades, donde se darán a conocer resultados científicos relevantes que contribuirán al esclarecimiento acerca del hecho fundacional de la villa.

"Al final, el 2 de febrero es como una meta intermedia que reportará incuestionables beneficios en el mejoramiento de la calidad de vida de las personas, no solo las que habitan el centro histórico sino toda la ciudad".
—¿Cómo ha logrado la Oficina unir voluntades y esfuerzos en la materialización del Programa Ciudad 500?
—La Oficina trabaja sin buscar protagonismo alguno; es una institución que está consciente de su papel y responsabilidad, y lo ha hecho con virtudes y defectos, siempre tratando de aprovechar al máximo oportunidades como estas en que existe un empuje grandísimo en todos los sectores de la sociedad.
"En estos 17 años, ya próximos a cumplir, la institución ha tenido que fundar, edificar, formar recursos humanos y erguirse con el apoyo de las autoridades del territorio, para poder enfrentar los enormes retos que supone el trabajo de preservación y enaltecimiento de nuestra historia y cultura.
"Contamos para ello con la Empresa de Restauración, elemento esencial en la recuperación de edificios y espacios públicos; la Empresa Comercializadora Santa María, que aporta parte del financiamiento necesario; y la Empresa de Servicios de Ciudad, que asume tareas de sanea-miento del entorno".
—¿Considera que marchan al unísono el proceso restaurador y la transformación de las formas de actuar y convivir de sus habitantes?
—Se ha avanzado, aunque no todo lo que quisiéramos. Hay mucha gente que sueña, ama y aspira a tener una ciudad mejor. Pero hay fenómenos de indisciplina social, de comportamiento ciudadano, que no solo atentan contra el patrimonio sino que se reflejan en la manera de conducirse en el seno de la sociedad.
"Se percibe una gradual toma de conciencia que propicie que las conductas cambien y es algo en lo que hay que seguir trabajando, como lo demuestran con hechos la labor preventiva en las escuelas, el entusiasta quehacer de los niños defensores del patrimonio y los medios de comunicación masiva".
—¿Qué beneficios puede dejar para la villa formar parte de la Red de oficinas del historiador y del conservador de las ciudades patrimoniales?
—La red no tiene funciones administrativas ni socava la autoridad de ninguna de las oficinas. Eso sí: nos da la oportunidad para dialogar, compartir y generalizar las mejores experiencias, como ocurrirá el 3 de febrero próximo cuan-do nos reunamos en el Centro de Convenciones Santa Cecilia de nuestra ciudad.
"Según mi opinión, en la preservación de cada lugar debe atenderse el contexto específico, la impronta de sus habitantes, sus códigos y necesidades, e ir atemperando los planes de manejo al cambio de realidades de los últimos tiempos en el país, con la aparición de nuevos actores como el trabajo por cuenta propia.
"Cuba constituye un caso sui géneris: es muy difícil, en un país subdesarrollado, con todas las limitaciones que tenemos, decidir desprenderse de recursos que pudieran dedicarse a otras cosas más emergentes para dedicarlos a la preservación de su patrimonio cultural. Hoy se teje toda una experiencia nacional en ese sentido".
—¿Qué otros proyectos y sueños lo desvelan para bien de la ciudad?
—Los retos siguen. Hay obras físicas que, de hecho, tendrán una continuidad. La mayor preocupación sería que las nuevas generaciones le den continuidad al trabajo que los camagüeyanos empezaron en 1973 con la restauración de la Casa Natal de El Mayor, los Potreros de Jimaguayú y la Plaza de San Juan de Dios.
"Que Camagüey siga siendo Camagüey con todos esos atributos, que la conducta de las personas sea apropiada para con esos lugares, que haya prosperidad, que se resuelvan los problemas de infraestructura y la gente pueda vivir mejor en una ciudad que es Patrimonio Cultural de la Humanidad.
"Por último, que los valores excepcionales y universales que tienen esas 54 hectáreas del territorio de la ciudad de Camagüey sean un ejemplo para el mundo y sean motivo de orgullo para todas las personas que aquí vivimos".
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