Quien quiera ver, que vea. El arte cubano contemporáneo en su compleja diversidad tiene su lugar en las antiguas fortificaciones de El Morro y La Cabaña, como parte del programa de la Bienal. No es un coto exclusivo; en otros enclaves del evento, los creadores de la Isla muestran su obra más reciente. Pero en el complejo cultural que se yergue en la embocadura de la bahía, bajo el título Zona franca, se agrupa el grueso de la batería nacional.
Las cifras, por sí solas, son impresionantes: 240 artistas, 110 con muestras personales y otros integrados a una veintena de exposiciones colectivas. Las obras, en abrumadora mayoría, han sido realizadas durante el último lustro, y de ellas, también en un apreciable porcentaje, se concibieron pensando en la Bienal. De modo que pueda hablarse con propiedad de un muestrario del arte que se hace en Cuba ahora mismo. No es la primera vez que las fortalezas acogen una serie de exhibiciones de tal carácter. Lo que alguna vez fue sede de las principales muestras de la Bienal, desde la Oncena derivó hacia la creación doméstica hasta alcanzar en esta nueva edición proporciones gigantescas, que ocupan desde las bóvedas y galerías interiores hasta las plazas y los fosos.
Zona franca se inscribe en el llamado programa colateral de la Bienal, y es así porque se sitúa en la periferia del eje curatorial del evento. Sin embargo, para muchos de los visitantes, profesionales o simples espectadores, atraídos por la Bienal, el Morro y La Cabaña constituirán un foco de atención tan prioritario como otros espacios. Por eso vale la pena considerar si es justo el término colateral, deberíamos utilizar otro mucho más pertinente que aluda a una necesaria y significativa complementaridad imposible de obviar.
Entre los participantes se observa una confluencia intergeneracional y a la vez una presencia de creadores de casi todas las provincias del país, por lo que también resulta plausible definir el espacio como una especie de salón nacional de arte contemporáneo.
Solo que esta definición no tiene que ver con valores acumulativos —la cantidad—, sino eminentemente discursivos, a partir tanto de la calidad como de la representatividad de técnicas, soportes, tendencias y estilos.
El equipo curatorial, encabezado por el núcleo de Artecubano Ediciones, del Consejo Nacional de las Artes Plásticas, evaluó y decantó propuestas hasta concentrar una intensa trama dotada de sentido.
Su directora, Isabel M. Pérez, ha dicho al respecto: “Nos hallamos ante seis grandes temas con los que ideamos, de alguna manera, organizar este megaproyecto. Nos referimos a motivaciones recurrentes que han ocupado las narrativas del arte cubano de los últimos cinco o seis años y, a partir de esas líneas, hemos establecido un recorrido en el que no van a estar químicamente puras. Ellas tienen que ver con la memoria, la identidad, la construcción de la historia, la comunicación, el territorio y la propia historia del arte”.
Desde el punto de vista visual, la unidad estará garantizada por el diseño gráfico aportado solidariamente por el artista español Ricardo Suárez Cuerda, quien trabajó junto al equipo curatorial integrado, además, por Tania Parsons, Ariana Landaburo, Estela Ferrer, Liana Rodríguez y Elisa González y que contó con el apoyo para la producción y montaje de Quique Martínez e Ingeniería del Arte.
Como invitado especial, en una de las áreas exteriores de La Cabaña, se mostrará la serie escultórica Conexiones cartográficas, auspiciada por el IVAM (Instituto Valenciano de Arte Moderno), la cual constituye una poética y sugerente aproximación entre el arte y el deporte. Esta consiste en nueve fuentes de agua diseñadas por escultores de diversas partes del mundo, entre ellos el reconocido artista cubano José Villa Soberón.
Al valorar el alcance de Zona franca, y tras hacer notar cómo a los artistas cubanos de hoy les preocupa “alcanzar una inserción eficaz, inteligente, en los circuitos internacionales del arte, basada en un nuevo cosmopolitismo, en una nueva mundialización que tiene, por momentos, asideros locales o emite signos contextuales”, el arquitecto, curador y crítico Nelson Herrera Ysla afirmó: “En pocas ocasiones se tiene la posibilidad de confrontar tal vastedad de proyectos en solo un mes dedicado al público visitante de la Bienal de La Habana, lo cual representa un material informativo de primera mano para expertos de cualquier latitud, estudiosos y público en general. Es este, de alguna manera, el arte contemporáneo hecho en Cuba, producido en esta Isla de calores y humedades difíciles, de movimientos y vaivenes de diversa clase, y de un estoicismo singular a la hora de probar su fuerza y vitalidad creadoras”.
COMENTAR
marta dijo:
1
12 de junio de 2015
15:59:35
Responder comentario