ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
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El trovador Leonardo García ha estado de gira por Europa. Foto: Yander Zamora

Para nadie es un secreto que la promoción de la música cubana con contenido que roza –y muchas veces se adentra sin tapujos– en la banalización y el lenguaje inapropiado, es una realidad. Letras obscenas, sexualización del hombre y la mujer, exaltación de la intimidad como proyección de poder, así como otras tendencias, convergen hoy en el consumo musical nacional.

Reza un viejo axioma de la industria del ocio que sin públicos que demanden una determinada línea de preferencia no existirían artistas que las llenasen, aunque hoy las condiciones y modos hayan migrado a otros entornos. Nuestra música colma grandes escenarios en una y otra dirección; pero la diferenciación en estas líneas son los mercados hacia los que va dirigida y, obviamente, la promoción desempeña un importante rol.

Por disímiles razones, una parte del entramado promocional nacional no visibiliza, desde hace un buen tiempo, determinadas propuestas sonoras que, aun con importantísimos conciertos fuera de Cuba (y con las consiguientes lecturas que ello nos brinda), siguen siendo desconocidas para el gran público cubano.

En espacios de debate sobre el tema, en no pocas ocasiones se culpa a los grandes medios de comunicación de tales efectos, pero ¿cargan ellos toda la responsabilidad?, ¿son los medios por sí mismos los encargados de esos silencios? Tal vez sí, pero no resultan el centro del problema si tenemos en cuenta que existen, desde hace tiempo, figuras encargadas de la comunicación de los artistas en el sector empresarial, sopesando una relación en la que  los medios son el vehículo por el que transitan las propuestas que esos equipos de trabajo llevan para la difusión.

Así, no podemos imputar totalmente a los medios si un importante coro, una orquesta que difunde el patrimonio musical danzonero o un quinteto de viento no poseen un videoclip, un disco o un demo para ser difundidos en la radio, como tampoco pueden hacerlo jóvenes cantautores ni similares.

Sin embargo, la pasividad ante estas descoordinaciones transitorias no debe llevar a que otras tendencias sobresaturen ni invadan los silencios que una parte de nuestra música deja abiertos, ni tampoco sucumbir ante la banalidad y lo grotesco porque está de moda. Basta revisar lo que músicos cubanos de diferentes estilos han promocionado en sus redes sociales sobre sus presentaciones internacionales en tiempos recientes, para dar fe de que la difusión nacional no anda bien.

Adrián Berazaín, Ray Fernández, Leonardo García, cantautores, han estado girando por Europa; en Colombia, La Aragón y el Coro Entrevoces (con giras individuales) brillaron hace pocos días; Los hijos de Buena Vista (proyecto que incluye a Mayito Rivera, Nicolás Sirgado, Pedro Lugo «El Nene» y más) tuvieron presentaciones durante cuatro meses, también por Europa; el Septeto Santiaguero ofrece conciertos a lleno total por España y varios países, así como otros artistas que conforman una lista interminable.

La gran interrogante es saber si esa repercusión, ganada en otros entornos, está bien refrendada en nuestro espectro promocional, en el cual  pueda lograrse que nuestro público tararee, al menos, el pegajoso estribillo de alguno de ellos.

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