En días pasados culminó la 6ta. edición del Festival de la Salsa, encuentro gestado por el músico Maykel Blanco con el auspicio de diversas instituciones culturales cubanas que, como corresponde, cuentan con amplísima experiencia en la conformación de eventos de esa índole.
Durante cuatro días actuaron seis orquestas diarias combinadas unas y otras con los percusionistas invitados Marc Quiñones y Bobby Allende, así como con DJ nacionales y extranjeros, parejas y compañías de bailes, y desfiles de moda. Ahora bien, quizá lo más significativo de este evento fue la idea de dinamizarse desde el propio concepto aglutinador de la salsa como fenómeno musical y comercial, y dotar al movimiento bailable cubano de asideros que le permitieran vincularse no solo con sus públicos, sino con ecosistemas de la industria con sus correspondientes impactos posteriores.
Por ello se concibió que la cita tuviera carácter expositivo y, por ende, competitivo por primera vez. Idea arriesgada y tal vez poco ortodoxa; pero si tenemos en cuenta factores como el decrecimiento de la discografía física o la irrupción de orquestas cubanas en otros mercados foráneos –entre otros muchos elementos– entonces sí podríamos acariciar la tesis de la jerarquización paulatina de nuestros noveles artistas y, a su vez, lograr una sana rivalidad y esfuerzo entre quienes hoy apuestan por este género.
El comité organizador del Festival decidió convocar un jurado que integraron Santiago Alfonso, Cary Diez, Edith Massola, Germán Velazco, Mayito Rivera y este cronista, para tratar de analizar y asumir desde diferentes aristas las disímiles maneras de debatir y ponderar las complejas ramas en competencia.
Uno de los primeros conceptos diseñados por el Presidente del Festival, y por el jurado, fue el de no premiar desde la trayectoria de muchas de nuestras orquestas, sino asumir todos, jurado, directores, cantantes y demás artistas, un reto: los criterios a evaluar se ceñirían únicamente a las actuaciones durante el Festival.
Pero, ¿fue una decisión equivocada o justa? ¿Podría hablarse de equilibrio musical e intergeneracional? Las orquestas jóvenes demostraron talento y respeto, y los maestros humildad y sapiencia, teniendo todos el mismo punto convergente: ninguno cruzó los terrenos estilísticos del otro, ya que cada cual posee sus propias zonas creativas muy bien identificadas.
En el gran ciclo de la música cubana quienes lograron la grandeza desde todos los aspectos posibles, alguna vez fueron jóvenes que miraron al horizonte y tuvieron oportunidades que no desaprovecharon, y la mayor ganancia de nuestro movimiento popular ha sido la forma en que jóvenes y consagrados se han complementado, sin hondas fragmentaciones ni rupturas conceptuales visibles. De ahí la continuidad, el legado y la historia que nos fortalecen musicalmente.
Solo la visión futura y un análisis crítico dirán si los premios Festival de la Salsa continuarán el año próximo, o si deberán ampliarse o reducirse elementos a tener en cuenta. Pero no debe temérseles a las condiciones actuales de la música a nivel global, porque dicho a modo de estribillo popular, «la salsa puede ser agridulce o picante».










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Jose Gonzalez dijo:
1
11 de marzo de 2023
07:06:19
pedropr dijo:
2
11 de marzo de 2023
08:14:45
Rene dijo:
3
11 de marzo de 2023
13:03:28
Luis Portuondo dijo:
4
11 de marzo de 2023
22:19:43
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