
Marta Rojas, periodista apasionada y novelista audaz, reclama la experiencia de vida por sobre la inspiración. Lo demuestra en sus libros. La boda del Conde de Albemarle en 2001, en La Habana, le da un quid para Inglesa por un año; frente a un cuadro de Francisco Pradilla en el Museo del Prado concibe un personaje para Las campanas de Juana la Loca; un retrato de Vicente Escobar en Bellas Artes de La Habana, le induce hacia Santa Lujuria y un libro sobre la industria azucarera a El Harén de Oviedo.
Premio Nacional de Periodismo José Martí 1997 y Jurado del Premio Miguel de Cervantes en 2012, donde fue ganador el poeta chileno Nicanor Parra, Marta Rojas (Santiago de Cuba, 1931) acepta de inmediato una entrevista, que deviene extensa conversación en el propio diario Granma, del cual es fundadora, a propósito de la presentación en esta Feria de su sexta novela Las campanas de Juana la loca (Editorial Oriente) y una reedición de Inglesa por un año (Ediciones Boloña).

Te propongo empezar por algo general. ¿Tus primeras lecturas?
R: Cuando empecé a leer, Marti fue el primero, con La Edad de oro, y otros. El primer novelista que leí fue Honorato de Balzac, después Henry Barbouse, Curzio Malaparte. Tú dirás ¿Qué revolico es ese? Mi familia era de Santiago de Cuba, mi mamá de Matanzas, modista, mi padre tenía una sastrería. Era amigo de un barbero y a la barbería llegaban libros de muchísimas cosas y él lo llevaba a mi casa. Por eso empecé a leer así, anárquicamente. El Quijote lo leo cuando ingreso al bachillerato, que no terminé porque hice los exámenes para entrar en la Escuela de periodismo. No te voy a desmenuzar otros. Yo empecé en Bohemia en octubre de 1953, después del Moncada, en la Sección En Cuba con Enrique de la Osa, el era un gran lector, estaba muy cercano a la literatura latinoamericana y nos prestaba libros, por ejemplo La Vorágine, Doña Bárbara y recuerdo bien que uno de esos libros primeros fue El reino de este mundo, porque Carpentier era amigo de él y nos llevó la primera edición que hicieron en México. Por vía de Ángel Augier, que estaba en la Sección pero con seudónimo porque era comunista, yo conozco a Guillén.
¿Tu primera novela?
R: Voy a volver atrás. En el Instituto en Santiago yo hacia en el recreo cartas de amor, lo mismo de un muchacho a una muchacha que al revés y yo tenía un novio que me dice un día, a ti que te gusta tanto escribir me he enterado que en Francia hay una muchacha que escribió una novela. Era Francoise Sagan y Buenos días tristeza. Compré el libro en la librería Renacimiento en la calle Enramada. Un día en el grupo me retó a hacer una novela. Y la hice, se llama El dulce enigma, sobre el amor en la adolescencia, como 200 paginas a mano, no me he atrevido a volverla a leer.
¿Crees que un escritor elige las historias o ellas te eligen a ti?
R: En el caso mío yo las elijo. Esto tiene que ver con el periodismo, que es tan versátil, que se me ocurren cosas. Te voy a dar un ejemplo. Cuando el ciclón Flora en 1963 yo trabajaba en Revolucion. Fidel hizo un amplio recorrido y fuimos muchos periodistas. Hubo un lugar por donde pasamos que se llamaba Pinalito, no lejos de Santiago, en las estribaciones de la Sierra Maestra. Allí hubo un deslave y Fidel preguntó de quien eran las tierras, y le dijeron que allí vivían haitianos y algunos jamaicanos. Yo como periodista lo mencioné en la información, pero se me quedó en la mente. Pasó el tiempo e hice millones de cosas mas, fui a Viet Nam (fue la primera mujer corresponsal latinoamericana enviada a la guerra en Viet Nam) y todo eso. Ahora, vino el periodo especial en los 90. El periódico tenía 16 páginas grandes y suplementos, pero se quedó en ocho paginitas. Yo estaba de jefe de información, pero también escribía crónicas de 10 y 12 cuartillas, que pasaron entonces a 10 líneas. Tenía todo el tiempo del mundo. Volví a recordar a Pinalito. Empecé como un relato de los haitianos y jamaiquinos que habían contribuido tanto a la industria azucarera en los primero años de la república. Cuando vine a ver terminé en una novela que es El Columpio, de Rey Spencer.
Tu segunda novela publicada es Santa Lujuria (traducida al alemán e inglés)…
R: Un día voy a Bellas Artes a una exposición de pinturas del siglo 19, y había una, El Marino, de Vicente Escobar, al que le dicen el pintor que nació negro y murió blanco. Me quedé intrigada y empiezo a investigar y llegué hasta la heráldica y las Gracias al sacar que es una cédula real de España. Gracia que daba el rey a los colonizadores blancos que tenían hijos con negras, mulatas, indias, y querían darle un bienestar desde el punto de vista económico, pero para eso y para ser bachilleres, etc, se vendían los papeles de blanco. El caso de Escobar es que era retratista, un gobernador lo llevó a la corte y la reina regente le dio los papeles de blanco. Fue bautizado e inscrito en el libro de negros y mulatos y cuando muere lo inscriben en el de blancos. Por eso nació negro y murió blanco. Vuelvo al periodismo. Voy a Sevilla y fui al Archivo de Indias y busco algunos documentos sobre otros papeles de blancos y encontré a Francisco de la Santa Rita Filomeno y Ponce de León, hijo del Márquez de Aguas Claras con una mulata, descendiente en cuarto grado del descubridor de la Florida. Ya lo demás lo busqué. Nació Santa Lujuria. Siempre parto de algo real, algo no corriente.
¿El harén de Oviedo?
R: Una de las que mas me gusta. Otra cosa interesante. Viene a mi cuando estoy estudiando Ciencias Políticas en la Universidad de la Habana. Leíamos El ingenio de Manuel Moreno Fraginals. En uno de los capítulos dice que el primer tren jamaicano para la industria azucarera fue adquirido por don Esteban Santa Cruz de Oviedo, rico propietario español, con cientos de esclavos y un harén de esclavas. ¡Un harén! Era en Matanzas, no encontré el ingenio pero si el harén, quedaba una torre con una placa que dice Santísima Trinidad, la casa de Oviedo. Tuvo muchos hijos y hubo un juicio por intestado en el Tribunal Supremo de Madrid, encontré la causa. Ya tenía mi harén.
¿Como fue el camino de Inglesa por un año (Premio Alejo Carpentier de novela 2006) ?
R: Decidí hacer Inglesa por un año cuando hubo aquí en La Habana el matrimonio de un descendiente de Albemarle (George Keppel, tercer Conde de Albemarle, jefe de la Real Armada inglesa que se apoderó de La Habana). Yo fui y entonces pensé ¿cómo sería la ciudad en el período en que fue tomada por los ingleses (1762 a 1763)? Cuando salí de la boda encontré una placa en un edificio por el Callejón de Jústiz que dice: aquí vivió la Marquesa de Jústiz y Santana, saqué la cuenta y dije esta mujer tendría alrededor de 26 años cuando la toma de La Habana por los ingleses, tiene que haberlo visto todo y por eso al personaje le di ese nombre.
¿Y como llega El equipaje amarillo? (traducido al mandarin)
R: Ésta de los chinos fue igual, la dedico a un lavandero chino que le pidió a mi padre un espacio en el patio de mi casa en Santiago que era muy grande, y ya como al mes había llegado hasta la sala. Yo había pasado por China cuando fui a Viet Nam, conocí el Palacio de Verano, la Ciudad Prohibida. Es otra historia. Pero casi siempre el tema viene por alguna razón de la experiencia de vida.
Vamos a Las campanas de Juana la loca…
R: Esto fue un hecho también inusitado. En Santiago, como te decía al principio, hay muchos apellidos raros, la mayoría de franceses después de la revolución haitiana, y muchos ingleses, de los jamaicanos y otros indefinidos. Las minas del cobre fueronlas primeras que se descubrieron en América y se explotó. Hubo una guerra irregular que duró como 140 años de los cobreros que nunca aceptaron ser esclavos comunes, decían era esclavos del rey. ¿Por qué se me ocurre esta novela? Yo voy a Bélgica, a Amberes y Bruselas para una conferencia en las universidades. Una mañana me llevan a ver Amberes y un edificio me atrajo específicamente por el nombre, los Fugger y Weslin. Allí me explican que los primeros maestros de minas en El Cobre eran alemanes y cuando regresé empecé a buscar los distintos apellidos en Santiago. Pero vuelvo a España por otro asunto periodístico. Estoy en Córdoba, fui también el Archivo ya para buscar cosas de Juana la loca ¿Por qué? Era el Sacro Imperio Romano y Germánico, ella era la regente, su hijo Carlos I después fue el emperador Carlos V. Yo voy buscando esa etapa, ver como fueron a parar esos alemanes a Cuba. Buscando las fechas del descubrimiento de las minas encuentro una cédula real donde ella dice que no le manden más de ese fango dorado, que eso no es oro. Pero ella, que no estaba tan loca, llama a un platero para que le diga qué es lo que le están mandando, de “esa isla que dicen que se llama como yo”, porque el primer nombre que le pusieron a Cuba fue Juana. Le dicen que es cobre con componentes de hierro. Ella escribe otro documento diciendo que es importante seguir explotando las minas para hacer las campanas de las iglesias del nuevo mundo. Eso me bastó para tejer las demás historias. La pregunta era ¿Quién va a narrar esto, del siglo 15 al 18? Se me ocurre el lector de tabaquería, la gran novedad de esta novela. El lector de tabaquería recibe pliegos que van apareciendo y así voy incorporando el contexto. Hasta el pliego final…tienes que leer la novela.
¿Qué pasa cuando empiezas una novela? ¿Editas mucho? ¿Tienes un proceso de reescritura?
R: Hay escritores que necesitan la soledad, es un problema de temperamento. Yo necesito la conexión con el mundo. Cuando inventaron las memorias flash me salvaron la vida, primero tenía miles de libretitas. Ahora puedo guardarlo todo. Yo toda la vida me he levantado muy temprano, siempre aprovecho las mañanas, aunque puedo escribir a cualquier hora. Todos los días vengo al periódico, escribo, reviso la página cultural, algo que me piden y estoy sentada aquí y escribiendo en la memoria, sigo como si nada. La comunicación a mi me hace falta. Claro cuando voy ya a revisar al final necesito mas tiempo. Yo he impreso hasta seis veces. Escribo en computadora pero me gusta leerla en el papel y corregirla y editarla en el papel.
¿Cómo construyes tus personajes?
R: Yo me divierto cantidad escribiendo, no me da angustia. Yo soy todos los personajes. Me pongo en el lugar del personaje de lo que pudo haber hecho ante tal o cual situación. Estudio los detalles, las comidas, las ropas, que además, como en mi casa eran modistas, yo las pinto.
¿Sobre qué estás investigando o escribiendo?
R: No me importa decirlo porque nadie va a escribirlo como la idea que tengo por dentro. Voy a temas que no se conocen muchos. Por ejemplo la Guerra Hispano- cubana- americana se conoce en la historia, ahora, lo que si no se ha recreado es cómo pudo haber sido Santiago y su gente bloqueada y con los elementos tecnológicos que trajeron los norteamericanos. ¿Tu has oído del globo cautivo? No existían satélites pero ellos pusieron un globo con reflectores y sabían donde estaban las trincheras españolas. Pero no se dice como se vivía, como se comía, como se movían de Santiago a El Caney. En fin, la vida durante esa guerra.
En tu libro testimonio, antológico, El juicio del Moncada, en el prólogo Alejo Carpentier te califica de novelista por instinto…
R: El libro del Moncada no empieza como un sumario, no lo hice para el libro, fue la nota de cada día, porque sabía que no me la podían publicar al otro día porque había censura, yo la distancié, dar la imagen de lo que no podían ver, por eso describo que entraron esposados, el ruido metálico de las esposas. Empiezo de esa manera, intemporal. Le pregunté un día a Carpentier: ¿por qué por instinto? Y me dice, por la estructura, porque ese libro no se lee como un sumario de una causa, vas incorporando y tiene una coherencia.
¿Los títulos son un gancho?
R: Siempre en mi caso el periodismo está presente, no le llamo inspiración. La experiencia de vida y el conocimiento es importante a la hora de escribir, de seleccionar, de describir y el título tiene que atrapar al lector.
No es posible superar la definición dada por Carpentier en el prólogo citado sobre Marta Rojas: "Ágil y talentosa escritora, de profunda vocación periodística, mirada sagaz, estilo directo y preciso, don de mostrar muchas cosas en pocas palabras".
A Marta, el periodismo, su experiencia de vida, la ha llevado al mágico mundo de la ficción. Comparte ahora con los lectores en esta Feria del Libro de La Habana 2016 sus asombrosos recorridos históricos en las novelas Inglesa por un año y Las Campanas de Juana la loca.
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Martha J Rodriguez dijo:
1
9 de enero de 2021
22:05:11
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