ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA

Si comparamos la ofensiva de la pasada Serie Nacional y la todavía reciente III Liga Élite, ambas con promedio superior a los 295, con la del VIII Campeonato Nacional Sub-23, que está justo en la mitad del calendario, habría que decir que los muchachos se han quedado cortos.

Al bate, el certamen hasta 23 años compila para 270, con seis conjuntos en 300 de average o más, encabezados por Pinar del Río (335), Isla de la Juventud (334) y Santiago de Cuba y Mayabeque, los dos con 318. En estos indicadores habría que hacer la salvedad de que los pineros solo han jugado tres partidos.

Hay 61 jonrones en 87 juegos, mucho menos de uno por encuentro, aunque uno de los conjuntos, Santiago de Cuba, sí tiene una frecuencia superior a la de uno por desafío. Los santiagueros, igual que en la III Élite, comandan el casillero de más fuerza, con 12; es decir, uno de cada cinco cuadrangulares en la lid.

No es de extrañar que en sus filas habite el líder de la justa. Raider Sánchez ha disparado cinco de la docena que acumula su colectivo, es también el puntero en impulsadas, con 18; tiene un average, para la primera mitad, 457; y está empatado, con cuatro jugadores, en el segundo lugar de los que más jits han pegado, con 16.

Si la ofensiva no está excedida, la primera conclusión es que ha sido el pitcheo el arma clave de las victorias, pero no es así de categórico. A pesar de que el 4,42 de promedio de carreras limpias por juego es mucho mejor que el más cinco de la anterior Serie Nacional y de la Liga Élite, otros elementos descubren el deterioro de los lanzadores.

Por ejemplo, el whip de la lid está muy deteriorado. Como hemos dicho, este indicador devela cuántos bateadores llegan a circulación por acciones negativas del pitcher —entiéndase que le den jit, otorgue boleto o de un pelotazo—, por inning. Ese parámetro es de 1,59.

A los monticulistas le han pegado 1 197 imparables, pero no está muy distante de ese número la suma de los boletos regalados (652) y los bolazos (175). Saque la calculadora para que vea los 827 corredores que entran gratis a los senderos del cuadro.

Habría que sumar lo que considero el parámetro de más falencia en la competencia de los muchachos del Sub 23: la defensa. Este vital aspecto del juego de pelota viene siendo como el patito feo de nuestros torneos.

Se fildea para un anémico 956, con solo dos equipos, Villa Clara (973) y Las Tunas (970) por encima de 960. Se han cometido 221 errores, a 2,5 por desafío, y anotado 184 carreras sucias. Una simple cuenta ilustra el peso de las marfiladas: se registran 5,92 carreras por juego, pero de ellas, por las pifias, son 2,22; casi el 40 %.

El pasado jueves concluyó el torneo nacional Sub-18, categoría en la que Cuba está inscrita en el Mundial de septiembre próximo, en la localidad japonesa de Okinawa. Villa Clara repitió su triunfo del año anterior, con Sancti Spíritus y Camagüey de escoltas.

En esa porfía por la corona juvenil también se bateó muy poco, y es lógico, es lo más difícil que hay en el beisbol. Solo los campeones pasaron de 300 a la ofensiva, y la producción de jonrones, entre los 16 conjuntos, llegó nada más que a 21; incluso los tres primeros lugares casi no produjeron esos batazos.Desde la lomita, cuatro elencos quedaron por encima de las cuatro limpias por salida, y los otros 12 estuvieron por debajo de tres. Pero, ¿por dónde le entró el agua al coco? Por la defensa, con todas las plantillas inferiores a 950 de promedio, excepto el 979 de los camagüeyanos y el 970 de los villaclareños.

En la pelota no gana el que más anota, sino el que menos permita.

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