Las expresiones contrastan entre un lado y el otro del mostrador. En espera del turno para comprar, los ceños permanecen fruncidos y los labios se aprietan más de lo normal, mientras los pulmones exhalan resignadas molestias.
Adentro, indiferente a la atmósfera que suscita, el vendedor explora de reojo, minuto a minuto, los alrededores de su punto de venta, como para evitar cualquier presunta sorpresa.
El listado de precios está disimulado u oculto en algún rincón. De esa manera, el astuto mercader tendrá mayor margen de maniobra ante la incursión de una autoridad que, talonario en mano, pudiera depararle una jornada sin excesos de plusvalía.
Si alguien en voz alta pregunta cuánto vale un producto, recibirá como respuesta el silencio; esa información en colectivo no se difunde; el cliente la recibirá casi como un secreto al momento de pagar su compra.
Perplejo quedaría hasta el mismísimo Newton ante el hecho de que en Cuba los precios de no pocos productos contradicen la ley de la gravedad con la misma irreverencia que desafían disposiciones legales, a contrapelo de reiteradas, enérgicas e inequívocas exigencias por parte de la dirección del país de frenar la abusiva práctica.
MAGIA NEGRA
Cuando el reportero la interpeló en una calle del reparto San Justo, Ermelina, guantanamera que no quiso revelar su apellido, apeló a esa pizca de buen humor e ingenio tan típica del cubano, y resumió su parecer con una frase: «Gangatrucos; son unos sinvergüenzas».
La mujer llevaba en una mano unas cabezas de ajo, y en su pequeña jaba: «dos yucas, una manita de “fongos” y un par de naranja agrias “baraticas”»
–dijo, con acentuada ironía–; «me costaron na' más que 39 pesos. Soy jubilada, “mi'jito”; pero sonrío a pesar de todo. No me pierdo la Mesa Redonda ni el Noticiero (de televisión), y sé que a esos “degenera'os” se les va acabar pronto la magia negra».
Pareciera que los magos de las tarifas jugosas actúan en todas partes con el mismo entusiasmo. En Matanzas, al escuchar la habitual melodía navideña del carrito ambulante, una madre le alcanzó un recipiente y 20 pesos a la niña para comprar cuatro bocaditos de helado «hechos en casa». La pequeña retornó con el brazo extendido y, sorprendida, le dijo: «Pude comprar uno, ahora son a 15 pesos».
Por su parte, Máximo Morales, jubilado residente en la parte alta de la Ciudad de los Puentes, quedó turbado con el pregón de un vendedor ambulante de pan «liberado»: «Su jabita aquí, solo por un cuc». En el interior, nueve panes de bola, muy parecidos al panecillo normado.
La situación preocupa. La libra de frijol está a 50 pesos y más; la cebolla y el ajo, también disparados; la calabaza, el boniato, el plátano… al triple de su precio tradicional.
El desfile de precios exagerados tiene su clímax en la carne porcina, para comprar unas libritas hace falta una colecta familiar. Las tarifas subieron en no pocos puestos de venta sin que comenzara el proceso de ordenamiento económico, en el que controlar la inflación es uno de los mayores desafíos.
Lo que más inquieta a algunas personas, como a la ingeniera Josefa Martínez, es que no habrá placitas que puedan hacerles contrapeso. Esa preocupación igual la comparten los habaneros. Vendedores como el del mercado de 19 y b, con su escandaloso precio de 50 pesos por cada libra de unos limones que ni siquiera estaban en la tarima, les dan los motivos.
Por las calles capitalinas asoma la preocupación de que deambulan ilegales carretilleros, con productos que pocas veces aparecen en los mercados. Ellos obstaculizan el esfuerzo de un país que resiste los golpes de la pandemia, los eventos meteorológicos y el recrudecido bloqueo.
«Ya no me atrevo a calcular lo que gasto cada vez que voy a un mercado», dice Carmen Guerra. Su tono roza la rabia; hace unos días pagó 60 pesos por dos berenjenas y una manito de plátanos en el agro de Calzada y a, en el Vedado. La estancia de esos productos en su viandero fue un soplo, pero todavía le golpean la memoria.
A Carmen Guerra la pensión le alcanza para esos pequeños «lujos»; vive con su esposo «y él cobra bastante bien». Las razones de esos precios son varias, dice, e insiste en que el oportunismo de algunos es injustificable, y que persiste aún, después de que el Gobierno de La Habana topó los precios para los cárnicos y productos agropecuarios.
Sin el menor recato un vendedor ambulante estafó a una villaclareña; 40 pesos le pidió por una col y 30 por una libra de tomates. Ella labora en la sala de neonatología del hospital materno Mariana Grajales, de Santa Clara. Trató de persuadir al carretillero. «Lo tomas o lo dejas», recibió por respuesta.
¿IMPUNES?
Irail Trujillo Álvarez, al frente de la Dirección Integral de Supervisión (dis) en Villa Clara, señaló a Granma que, ante la subida descontrolada de los precios, fue creado un grupo multidisciplinario en el territorio, el cual en los dos últimos meses ha realizado 5 252 inspecciones, e impuesto más de 5 400 multas.
Un actuar similar describe Joel Márquez Castillo, director de la (dis) en Guantánamo. Según el funcionario, por violaciones de precios y engaño al consumidor, solo en los primeros seis días del actual mes en la provincia se han aplicado 169 multas, 73 de ellas en centros estatales, sobre todo de Comercio y Gastronomía, y las demás a privados. El monto de esas penalidades oscila entre mil y 2 000 pesos.
Para evadir el control, algunos cuentapropistas trasladan las ventas para horario nocturno; «ya reorganizamos el personal; no habrá impunidad».
Dada la magnitud del problema de los precios adulterados, pareciera que entre supervisores y violadores existe desproporción a favor de los últimos en las provincias; mas, en el plano de la organización y el rigor aún queda potencial no explotado.
Por prácticas «turbias» en el desempeño de su labor, tres inspectores han sido separados de sus funciones en Guantánamo, mientras en Villa Clara, por similares razones, ocurrió lo mismo con 19 de esos funcionarios.
UNA PELEA DE TODOS CONTRA LOS ALTOS PRECIOS
Para reducir definitivamente los precios, lo ideal es incrementar la oferta; con ese propósito, Matanzas revitalizó las ferias agropecuarias, y la hizo extensiva a todos sus municipios, y los demás territorios buscan alternativas.
En fecha reciente, en alusión a los abusivos precios, el primer ministro cubano, Manuel Marrero Cruz, pidió actuar con rigor y coherencia, y convocó a «sumar al pueblo para que denuncie los hechos y sea parte del combate». En esa ocasión, el Presidente de la República, Miguel Díaz-Canel Bermúdez, cuestionó: «¿Bajo qué concepto un cuentapropista o, incluso, una entidad estatal, se aparece ahora con que está subiendo los precios?
«Aquí no le hemos subido el impuesto a nadie –cuestionó el mandatario–, seguimos ofreciendo Salud y Educación gratuitas para todos y hemos tenido un gasto social tremendo para proteger a la población en medio de la COVID-19.
«El enfrentamiento a este fenómeno tiene que ser riguroso, actuando correctamente, de manera ágil y profesional, sin permitir componenda ni corrupción, y con sanciones que sean severas y ejemplarizantes, hay que discutir con los que están subiendo los precios».
Al resumir el VI Periodo Ordinario de Sesiones de la Asamblea Nacional del Poder Popular, en su ix Legislatura, Díaz-Canel convocó a enfrentar de manera inteligente la subida de precios. «Es preciso desterrar los egoísmos y la búsqueda exclusiva del beneficio personal que mueve a algunos a pescar en el río revuelto de las necesidades de la mayoría, subiendo abusivamente los precios. El egoísmo es una actitud que no prosperará en nuestra Patria».
El mandatario también advirtió, al anunciar la fecha de inicio de la Tarea Ordenamiento, que «los precios abusivos se enfrentarán socialmente con medidas de contención y sanciones severas a los incumplidores».
No hay dudas de que para aliviar la escasez se trabaja duro en el surco. Lo que falta es, como señaló hace poco el vicepresidente cubano, Salvador Valdés Mesa, que esa labor se traduzca en mercados y placitas abastecidos.
Sobre el tema de los precios habrá discusión cara a cara en la base, con los deliberados «alcistas». Unos pocos no echarán por tierra el esfuerzo tremendo por ordenar la economía y favorecer el bienestar. El pueblo les reclama a los vendedores: menos egoísmo y más solidaridad.
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Mila dijo:
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19 de diciembre de 2020
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Yander Respondió:
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