ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
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Fernando Ortiz develó los secretos de la africanía y su hechizante mundo místico y estético. Obra: Oshún, Manuel Mendive Foto: Ricardo Alonso Venereo

Fernando Ortiz y Fernández nació el 16 de julio de 1881 en La Habana, en la esquina de San Rafael y Lucena, y murió en su casa de L y 27, en el Vedado, el 10 de abril de 1969. Cuando al día siguiente en la Necrópolis de Colón vi el sarcófago con el cuerpo del sabio cubano descender hacia una insondable sepultura, me dije: ahí se va el más grande de los científicos sociales de la Cuba del siglo XX. Estaba seguro de que mi generación y las dos generaciones anteriores quedaban huérfanas para siempre. La tierra lo acogió porque él se alimentó de ella, haciéndola brotar en todas las manifestaciones de su rica diversidad, la que él descubrió desde su óptica cóncava y proteica.  

Él fue el primero en desentrañar la compleja madeja de la idiosincrasia del cubano. Y definió la cubanía como la vocación de ser cubano y la cubanidad como argamasa etnográfica de esa cubanía. Cuba fue su única gran obsesión. Y afirmó tempranamente que Cuba sin el negro no sería Cuba. Por eso quiso iniciar su carrera profesional indagando en el Hampa Afrocubana o lo que también se puede definir como La Mala Vida de las periferias habaneras, siguiendo las pautas trazadas por José Antonio Saco y Miguel de Carrión. Inspirado en las tesis de Enrico Ferri y Cesare Lombroso elaboró sus tesis criminológicas y frenológicas en su texto primario Los Negros Brujos de 1906; y luego empleó por primera vez en el siglo XX el concepto de afrocubano en 1910 en sus trabajos Las Rebeliones de los Afrocubanos y Los Cabildos Afrocubanos. Ya en 1847 Antonio Veitía había empleado el término afrocubano con connotaciones racistas mientras que Ortiz le daba un sentido puramente cultural a un concepto que aún hoy es polémico. En 1910 publicó Los Negros Esclavos, con una visión positivista de los hechos históricos relacionados con la esclavitud y la trata mercantil esclavista. En mi opinión aquí radica el punto de despegue investigativo del genio orticiano. Ya en Menorca había escrito su opúsculo Mal Noms, sobre los apodos que escuchó a sus condiscípulos en la escuela menorquina y luego Príncipe y Prostes; ambos textos iniciales fueron publicados por la Fundación Fernando Ortiz en los años 90. 

En resumidas cuentas su obra, desde el principio, despuntó hacia el horizonte de lo patrimonial. Esa fue una constante en sus inquietudes como intelectual identificado con la cultura popular. Porque su obra es, sin lugar a duda, una obra de fundación basada en las raíces ignotas y escamoteadas de la realidad nacional y de sus contextos sociohistóricos. Así comenzó a aplicar una metódica que lo emparentaba con la sociología de la escuela de Chicago y con las lecciones recibidas de su maestro de España, Sales y Ferré. Esto lo llevó a lo largo de su vida a obtener una visión integral de los fenómenos estudiados, asimismo un enfoque entre el todo y las partes sin que se inscribiera en el funcionalismo de moda o en ninguna otra escuela antropológica. Su humanismo, profundamente dialéctico, lo condujo a una concepción holística de la cultura.

La categoría de transculturación, esencialmente sociológica, así como su concepto dinámico de la cultura lo convierten en un novedoso forjador de las ciencias sociales contemporáneas. Se negó siempre a expresarse en términos absolutos. A su vez, se alejó de un positivismo radical para convertirse en un seguidor fiel del electivismo cubano. Fue integrador, revalorizador, y pionero de los estudios afrocubanos, lo que lo distinguió, con mucho, de la mayor parte de sus colegas.

«Un pueblo que se niega a sí mismo está en trance de suicidio», escribió en el prólogo a los Cuentos Negros de Cuba, de Lydia Cabrera. Muchos han sido los aportes de su obra a la cultura cubana, pero ninguno más importante que el del rescate y la revalorización del legado africano a Cuba. Su obra etnográfica cubre una zona tan vasta y diversa de la cultura cubana que es imposible resumirla en unas líneas. En todas descuella el investigador original, arriesgado a costa de los más profundos abismos, documentado y agudo en sus percepciones. Su sabiduría, al decir de Alfonso Reyes, es «válida tanto en el concepto humanista como en el humano». Afirmó junto a José Martí que no hay raza pura, pues todos los seres humanos sin excepción son mestizos de incontables cruzamientos. «La esencia de todo lo mestizo de las ideas engendra en los abrazos de las culturas del mundo», expresó.

En su texto La reconquista de América: reflexiones sobre el Prehispanismo y su colección de ensayos Entre cubanos: psicología tropical de 1913, el joven intelectual, con bríos renovados por su ­encuentro definitivo con la patria, elaboró el primer proyecto político moderno que la naciente república ofrecía en los años en que Cuba emergía de la guerra contra España y de dos intervenciones norteamericanas. Esa línea de inquietudes se refleja en su discurso programático La decadencia cubana, que leyó en la Sociedad Económica Amigos del País.

Pero es con la publicación del Contrapunteo cubano del tabaco y el azúcar que Fernando Ortiz, en 1940, sienta cátedra universal en las ciencias sociales. Esta obra reveladora del talento personal, científico y literario de Ortiz fue pionera en los estudios socioeconómicos del continente. Metáfora elaborada con sapiencia y hondo calado, el Contrapunteo... apunta sobre los orígenes y las causas de la economía dependiente de la Isla y sus vertientes políticas, mostrando una imaginación sociológica digna de los postulados de Wright Mills y Levi Strauss. Anticipándose a ambos, Ortiz expone la historia de estos productos en un contrapunteo que supera cualquier valoración precedente. El azúcar foránea y nociva y el tabaco autóctono, emancipador y afrodisíaco. «Cuba no sería en verdad independiente», escribe, «sin que se libre de esa retorcida sierpe de la economía colonial que se nutre de sus campos, pero estrangula a sus gentes y se enrosca en la palma de nuestro escudo republicano, convirtiéndolo en un signo del dólar extranjero».

Asistir, por tanto, a la lectura del Contrapunteo..., es un reto intelectual y a su vez una experiencia de carga ideológica que complica y niega aproximaciones esquemáticas preconcebidas. Bronislaw Malinowski, con vena volteriana, le otorga especial valor a esta obra monumental del sabio cubano. No voy a adelantarme aquí a descripciones o valoraciones que ustedes ya conocen. Su obra científica no se limitó al rico arsenal de libros que escribió y que son imagen viva de Cuba, de la Cuba profunda y misteriosa. Él develó los secretos de la africanía y su hechizante mundo místico y estético. Ahí están ellos esperando por el lector joven que los ­descubra. Verá cuánto valen, cuánto enseñan y cuánto iluminan. Además de eso, y ahí me voy a detener, fue pivote de movimientos sociales y artísticos de la República. Eje del movimiento Minorista, de la Reforma Universitaria y del rescate del libro cubano. Creador de múltiples instituciones como la Sociedad de Folklore Cubano y la de Estudios Afrocubanos, y revistas que ya son clásicos de nuestra bibliografía, gestadas con prominentes figuras como José María Chacón y Calvo y Emilio Roig de Leuchsenring. Impulsa y preside por un tiempo la Sociedad Económica Amigos del País, donde crea la Institución Hispano Cubana de Cultura que vive dos intensos periodos de activismo cultural. En 1926, y conjuntamente con su viejo amigo Chacón y Calvo, funda la Academia Cubana de la Lengua. Hace patente su fecunda labor en todas estas instituciones mientras asiste a conferencias y congresos internacionales.

Moderno, transgresor, consciente y paciente marcó el rumbo para alcanzar eso que Miguel de Unamuno llamó la verosimilitud, mediante una aguda reflexión filosófica y un método transcultural que puso en el festín de los desposeídos los alimentos del espíritu. Unió su vida a la del pueblo cubano y con sus libros levantó puentes de conocimientos que nos hicieron más ricos y consistentes. Y sobre todo, más cercanos a nuestra verdadera identidad.

La cultura es la patria, escribió, y la Patria es la sustancia de la nación. Pocos hombres de letras en periodos tan largos de su vida se consagraron a un ideal humanista como lo hizo Don Fernando Ortiz. Cuando en 1995 se creó la Fundación que lleva su nombre, estábamos rindiéndole homenaje a él y a sus contemporáneos. Hoy el Consejo Nacional de Patrimonio del Ministerio de Cultura declara el conjunto de su obra Patrimonio de la Nación Cubana, para perpetuar la memoria de quien Juan Marinello sagazmente llamó el Tercer Descubridor y a quien la grey intelectual y el pueblo de Cuba le dio el noble y merecido tratamiento de Don.

Uno de sus más leales secretarios, el poeta y revolucionario Rubén Martínez Villena, escribió en 1923 en el prólogo a su libro En la tribuna –manifiesto civil de reparación moral de la sociedad– estas palabras con las que quiero terminar: «Cuando rueden al olvido piadoso los hombres que usaron máscara intelectual o patriótica y eran por dentro lodo y serrín, la figura de Fernando Ortiz, por toda la solidez de su talento y su carácter quedará en pie sobre los viejos escombros y será acogida por la juventud constructora para servir como uno de los pilares maestros sobre los que se asiente la nueva República».

La Fundación que lleva su nombre, y que me honro en presidir, mantiene ese propósito y enarbola el lema que él inmortalizó: «Ciencia, Conciencia y Paciencia».

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dr orlando gutierrez boza dijo:

1

17 de julio de 2019

09:34:05


Emotivas y hermosas palabras del profesor BARNET,qien con dedicacion ,teson y amor ha dirigido desde hace mas de 25 anos la FUNDACION FERNANDO ORTIZ logrando mantener viva su figura,sus obras,enseñanzas y su legado de tercer descubridor de cuba como senalara JUAN MARINELLO. Sea esta la ocasion tambien pra rendir homenaje al siempre joven BARNET por su lucha por difundir las obras de este gran itelectual que brillo en tantos campos de la vida socio cultural cubana y a quien debemos conceptos como la transculturacion tan presente en la cultura de la resistencia de nuestro pueblo. Sirva este momento ,para trabajar todos por rescatar su historica vivienda de L Y 27,donde escribio sus grandes obras para que sus discipulos tengan un lugar adecuado pra seguir su obra con CINECIA,CONCIENCIA Y PACIENCIA ACHE PARA DON FERNABDO,ACHE PARA BARNET,,,

Roberto Valdes Martinez (Robertico) dijo:

2

17 de julio de 2019

18:22:49


Un saludo. Miguel, hay un bello tema que amplia un poco lo que usted tan elocuentemente describe y que es digno de destacar: es de 1945, donde Fernando Ortiz hace análisis de la mejor definición del Cubano, buscando una expresión más adecuada al analizar este titular publicado en esa época: Cuba, Crisol de Culturas. Fernando define: Aquí se habla del Cubano como un Crisol; la mejor forma de ver y conocer los rasgos del Cubano, no es el Crisol de fundición: el Cubano es como el Ajiaco; que es el Guiso Cubano más típico y más complejo: la imagen del Ajiaco simboliza bien la formación del pueblo cubano. Se trata de un análisis de la formación de los cubanos en todos los sentidos. Saludos; Robertico Valdés Martínez

Francisco Rivero dijo:

3

17 de julio de 2019

23:49:46


Es de agradecer y de leer atentamente los propositos del señor, Miguel Barnet. Un saludo fraterno