
El compañero Raúl en varias oportunidades ha insistido en la necesidad de enfrentar resueltamente todo tipo de conductas inapropiadas y comportamientos inadecuados que no están en correspondencia con los valores que ha sembrado la Revolución en nuestro pueblo. Realmente los hechos vandálicos, robos, hurtos, daños a la propiedad social son de las manifestaciones más repudiadas y que debemos combatir resueltamente entre todos. Pero existen otros comportamientos, que no laceran tanto, que también dañan y distan de la adecuada cultura ciudadana a la que aspiramos. Entre ellos quiero referirme a un tema asociado a las relaciones humanas y voy hacerlo recordando un pasaje inolvidable de mi infancia.
Cada mañana pasaba frente a mi casa el lechero, montado en una mula con una cantina de leche en su alforja. Coincidía con nuestra salida para la escuela. Alegre y pintoresco, siempre nos saludaba y alguna broma se gastaba. En una ocasión lo trate de tú. Mi madre, que me arreglaba el uniforme escolar, me regañó y en voz baja me dijo:
—No lo tutees, a menos que él te lo pida.
Evocando ese recuerdo, que me ayudó a establecer mis códigos al tratar a los demás, quisiera abordar el uso desmedido en nuestra sociedad del tuteo. No es que esté en contra de tutear ya que es una de las formas de tratamiento de confianza y cercanía entre los individuos.
Entre familiares, amigos y conocidos es normal y contribuye al ambiente de cordialidad e intimidad entre los miembros de estos grupos. Pero cuando nos dirigimos a alguien con quien no tenemos una relación personal, ni conocemos, el tratamiento debe ser de usted. No es adecuado tutear de forma directa a quien no conocemos. Por ejemplo, cuando vamos al hospital y tratamos con médicos y enfermeras, el dependiente de las tiendas y mercados, el trabajador por cuenta propia, el policía, las recepcionistas de las entidades que nos vemos obligados a visitar y a cuantos individuos nos encontremos en la cotidianidad de nuestras vidas. Peor aún es tratar a quien no conocemos con los sobrenombres de puro, asere, socio, chama, ambia y otros apelativos tan comunes hoy.
Por otra parte se encuentran los que conocemos y ameritan que tratemos de usted, como son nuestros superiores jerárquicos, nuestros subordinados, personas mayores, los maestros de nuestros hijos, el médico de la familia, el jefe de sector y otras tantas figuras públicas que actúan en nuestro entorno. Tratar de usted no hace inferior a nadie y no es sinónimo de rendir pleitesías a alguien.
Quienes consideran que tutear, sin importar a quien tienen en frente, es parte de la modernidad, la igualdad y la libertad individual, cometen el error de considerase más cercanos. Realmente son menos respetuosos. En tal sentido Martí sentenció: “el respeto a los que lo merecen honra al que sabe respetar”.
En las relaciones humanas lo más atinado es, siempre, iniciar por el tratamiento de usted. Las relaciones y la vida darán la confianza necesaria para tutear. Es cuando, parafraseando al popular programa de televisión, podemos codearnos entre tú y yo.


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Rene dijo:
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21 de agosto de 2014
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victor ramos dijo:
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Reinaldo dijo:
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Maria Teresa Macía Pazos dijo:
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Mamerto Cucañas y Tirado dijo:
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Mamerto Cucañas y Tirado dijo:
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DAZ dijo:
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YANES dijo:
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martha diaz cardenas dijo:
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Emilce dijo:
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Pepe Amella dijo:
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