Lo ocurrido recientemente en la Asamblea General de la ONU y también en los alrededores del recinto, en Nueva York, no deja duda alguna en cuanto a la opinión internacional sobre la implicación del Gobierno de Estados Unidos en el crimen que comete Israel contra la población palestina en Gaza, y otras partes de ese país.
El presidente de Colombia, Gustavo Petro, ha sido un exponente de la dignidad que se debe practicar, más cuando se tienen altas responsabilidades y cuando se habla en nombre de un pueblo.
Petro lo mostró, no solo en su discurso dentro del cónclave de la Asamblea General en su 80 edición, también fue digno y desafiante, cuando salió a la calle y acompañó en sus reclamos a cientos de manifestantes que llamaban a detener el genocidio en Gaza.
Allí unió sus votos por la paz a los de quienes, en la cuna del imperio, condenaban los crímenes israelíes y la complicidad de la Casa Blanca. Inmediatamente se supo que el Departamento de Estado, léase Marco Rubio, cumpliendo órdenes de Donald Trump, suspendía la visa a Petro, de manera que no pueda viajar a territorio de Estados Unidos.
El presidente de Colombia ha instado a su par estadounidense a que «no se rodee de genocidas» y se aleje «de Hitler». Y prosiguió: «Quítese las musarañas de sus asesores, vea a la humanidad con claridad y lo que acontece. No se hace unos Estados Unidos grande matando bebés indefensos».
En otra muestra del uso que dan a la ONU, el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, y la administración Trump, el líder sionista utilizó el podio como si fuese un vertedero, al que arrojó odio y mentiras.
Allí sucedió lo que quizá él esperaba: la mayoría de las delegaciones abandonó el recinto. Y Netanyahu, con las manos y el alma manchadas de sangre palestina, y su cinismo característico, mostró una tenue sonrisa a los cuatro o cinco que quedaron en la sala y a alguno que otro, que aplaudía su presencia.
Sobre su discurso no hay mucho que decir: «Israel no comete genocidio en Gaza», «no es verdad que en Gaza haya hambruna», «la culpa es del Movimiento Hamás, no de Israel», entre otras mentiras.
A propósito de la presencia de Netanyahu en la ONU, valdría la pena hacer otra pregunta al actual Gobierno estadounidense: ¿Cómo es posible que mientras pesa sobre él una orden de captura por sus crímenes, pueda el primer ministro isarelí viajar libremente a Estados Unidos y acudir a la ONU a decir cuántas mentiras se le ocurran?
Una vez más la paradoja del poder, se censura la dignidad de Petro, pero se da entrada a un criminal al recinto de la ONU, que debería ser sagrado.
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