ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA

Apareció, recientemente, el presidente Donald Trump, llamándole la atención en estilo de «cocotazo» al premier sionista israelí, Benjamín Netanyahu, por los bombardeos de sus fuerzas militares a Doha, la capital de Catar.

La justificación del asesino de miles de palestinos, yemeníes, iraníes, sirios, libaneses y otros, fue la participación de representantes del grupo de la resistencia palestina, Hamas, en una reunión auspiciada, precisamente por Estados Unidos, para «facilitar» un cese al fuego en Gaza.

Netanyahu, como si se quisiera «desmarcar» de la supuesta línea pacífica de Trump, optó por lo que siempre ha hecho y los gobiernos estadounidenses han aprobado y apoyado: bombas, muerte y guerra.

Según The Washington Post, «Israel y Estados Unidos les prometieron (a las autoridades de Catar) que los representantes de Hamas no serían blanco de ataques en su territorio».

Será por ello que, luego de las arremetidas del martes, que dejaron varios muertos, «los funcionarios cataríes reaccionaron con conmoción y una sensación de traición, ya que parecía que el ataque iba a terminar con el papel de Catar como mediador en el conflicto de Gaza», reportó rt.

Inquirido por el hecho, el Presidente de ee. uu. dijo que «fue una decisión tomada por el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, no fue una decisión tomada por mí».

¿Creíble o no? Lo real, y para nada maravilloso, es que tanto Trump como su administración y las anteriores instaladas en la Casa Blanca son los máximos responsables de cuanto crimen ha cometido y sigue cometiendo Netanyahu, amparado por la anuencia de los mandatarios estadounidenses, por las armas y el dinero que les facilitan, y por su veto criminal en el Consejo de Seguridad de la onu, para que no se le condene.

Con este hecho, bien que Trump pudiera adoptar medidas para que, de una vez y por todas, Israel abandone su manera de actuar basada en la exclusión y el genocidio.

Bien se sabe que, si Trump quiere, Netanyahu acepta un cese el fuego y, también, un acuerdo de paz con los palestinos.

Además, podría suspender la ayuda militar a Israel, abolir sus vetos en el Consejo de Seguridad y otras dependencias de la onu, para que, al menos, se puedan aprobar resoluciones que exijan el cese el fuego.

Puede Trump –hasta con una simple llamada telefónica– ordenar al hombre de las manos manchadas de sangre que dirige a Israel, que permita la entrada de ayuda humanitaria a territorio gazatí, para que no sigan muriendo, a causa del hambre, cientos de niños palestinos, a quienes se les niega la comida que se pudre sobre camiones cargados de ayuda humanitaria.

La política de Donald Trump es tan condenable como el crimen mismo de Netanyahu. No se trata de retóricas mediáticas de las que acostumbra a usar el mandatario republicano. La humanidad toda debe exigir –no pedir– que cese el crimen, y quienes contribuyen a ello también deben ser juzgados como culpables.

El «cocotazo» mediático de Trump a Netanyahu, por el nuevo crimen, esta vez en la capital de Catar, no es la solución al problema; más bien es el sustento comprometido con quienes aplican el genocidio en tierra palestina.

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