ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
El día del inicio del Cónclave se celebra una misa en la cual los cardenales piden a Dios ayuda para elegir sabiamente. Foto: AFP

Tras el fallecimiento del papa Francisco, el Vaticano tiene la importante tarea de elegir al que será el nuevo regente de la Iglesia católica. Tan trascendental decisión, que marcará el futuro de millones de feligreses alrededor del mundo, no es tomada a la ligera.

Desde el momento en que se decreta la muerte del papa hasta que se nombra a su sucesor, se pone en marcha un complejo protocolo, el cual consta de tres partes esenciales: liturgias fúnebres, periodo de luto y, finalmente, el Cónclave. Este último es una práctica religiosa con casi 800 años de antigüedad, en la cual se elige al nuevo sumo pontífice.

La palabra cónclave, del latín cum lave, significa «con llave», y hace alusión al hermetismo con que es realizado el proceso, y a que, literalmente, los votantes son encerrados bajo llave hasta que es elegido el nuevo papa.

El enclaustramiento al que son sometidos los cardenales se remonta al siglo xiii, y tiene como objetivo evitar cualquier tipo de influencia externa. Con el paso del tiempo se han ido actualizando las medidas para evitar a toda costa la comunicación con el exterior.

Por ejemplo, en el Cónclave de 2013, la Capilla Sixtina fue «barrida» utilizando mecanismos electrónicos para identificar la existencia de dispositivos de escucha o vigilancia. También la conexión wifi se desconectó en toda la Ciudad del Vaticano, y fueron instalados inhibidores de frecuencia para impedir cualquier forma de comunicación electrónica entre los electores y el resto del mundo.

En el próximo Cónclave, que se espera que comience entre los días 6 y 11 de mayo, todos aquellos cardenales menores de 80 años –únicos elegibles para participar en el proceso de selección papal– permanecerán en la Capilla Sixtina hasta que lleguen a un consenso sobre quién se sentará en el trono de San Pedro.

No existe un periodo de tiempo establecido para el Cónclave. Este puede extenderse durante días, semanas, meses y –mucho menos probable–, años. Aunque la duración media de los últimos diez cónclaves ha sido de tres días –el que eligió al papa Francisco en 2013 duró solo dos días–, hubo uno en el siglo xiii que llegó a dos años, nueve meses y dos días; concretamente, el que decretó al papa Gregorio X, en 1271.

Actualmente el proceso está regulado por la constitución apostólica Universi Dominici Gregis, promulgada por Juan Pablo ii el 22 de febrero de 1996, a la que Benedicto xvi introdujo reformas en 2007 y en 2013, estableciendo el requisito de una mayoría calificada de dos tercios para elegir.

El mundo exterior conoce el resultado de cada votación mediante las llamadas «fumatas». Una vez realizado el conteo de votos, las papeletas son quemadas con químicos que hacen que el humo desprendido sea negro si no hay papa, o blanco si habemus papam.

Como todo proceso electoral, existe una lista de candidatos con mayor posibilidad de ser elegidos que el resto, los llamados «papables». Son figuras con experiencia en órganos de gobierno de la Iglesia católica, además de tener sólidas trayectorias pastorales.

El cardenal italiano Pietro Parolin, de 70 años, es considerado como uno de los principales candidatos, quien es el actual Secretario de Estado del Vaticano. Existe también la posibilidad de tener el primero de origen asiático: el filipino Luis Antonio Gokim Tagle, de 67 años, poseedor de una gran experiencia pastoral y sólida formación teológica. Otro posible candidato es el cardenal congolés de 65 años, Fridolin Ambongo Besungu, voz importante en el catolicismo africano quien, de ser elegido, sería el primer papa negro de la historia.

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