Acostumbrados a un mundo en el que han impuesto, y pretenden seguir haciéndolo, leyes particulares y prohibiciones de cualquier tipo, Estados Unidos decidió que la República Islámica de Irán, desde el nacimiento de su Revolución, en 1979, no podía emprender planes de desarrollo de la energía nuclear, aunque fueran con fines pacíficos.
El líder de la Revolución Islámica, el ayatolá Seyed Ali Jamenei, ha declarado enfáticamente que la República Islámica no considera fabricar armas nucleares ni de destrucción masiva y que, como signatario del Tratado de No Proliferación (TNP) nuclear, tiene todo el derecho a desarrollar un programa nuclear pacífico con fines sanitarios y energéticos; es decir, que con nivel científico y tecnológico, por determinación de EE. UU., no puede crear sus propias plantas a fin de producir los elementos necesarios para la investigación en distintas ramas.
Con el uso de reactores nucleares es posible obtener importantes cantidades de material radiactivo para la producción de isótopos en áreas de la agricultura; o en la medicina, como agentes terapéuticos y de diagnóstico en el estudio y cura de enfermedades de las tiroides, del hígado, el riñón, la circulación sanguínea, el corazón, el pulmón, entre otras, por lo que ha apostado Irán, lo cual es parte del desarrollo del país para beneficio de sus ciudadanos, no de las armas ni de las guerras.
Es interesante que, en la propia región del Oriente Medio, Israel, máximo actor del genocidio en Palestina, cuente con armas nucleares que no ha permitido que sean inspeccionadas por los organismos reguladores internacionales. Incluso, ha amenazado con utilizarlas contra Irán.
El hecho que se estén realizando diálogos, aunque indirectos, entre funcionarios iraníes y estadounidenses, para tratar el «tema nuclear iraní» es de mucha importancia a fin de la región y el mundo.
No puede obviarse que, en 2002, el programa nuclear de Irán con fines pacíficos fue ignorado por EE. UU. y otros países occidentales, y se emprendieron gran cantidad de sanciones contra la República Islámica. Luego, en 2015, se formó el Grupo 5+1
(EE. UU., Reino Unido, Francia, Rusia, China, Alemania) y firmaron un Plan Integral de Acción Conjunta, que concebía que Irán limitara las actividades nucleares y el sometimiento a inspecciones a sus instalaciones, a cambio de que se aliviaran las sanciones.
Lo que parecía que podría fomentar el avance en las conversaciones, se convirtió en una quimera, cuando en 2018 llegó a la Casa Blanca Donald Trump y, entre sus primeras acciones, decidió retirarse unilateralmente de ese Plan, con lo que restableció y fortaleció las sanciones contra Teherán.
El camino hacia un acuerdo final sigue siendo empinado, tortuoso y plagado de obstáculos políticos. Como expresó Seyed Ali Jamenei, en sus últimas declaraciones, Irán se mantiene escéptico y desconfiado de la otra parte.
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