ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
Los palestinos, en espera de que se les permita regresar a sus hogares en el norte de Gaza, después de haber sido desplazados hacia el sur, por orden de Israel, durante la guerra. Foto: Reuters

En su primera semana de mandato, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, hizo gala de su estilo de dirección, humillante y amenazador, fuera de toda lógica razonable, para encontrar «respuestas» a problemas de política internacional, entre los que se encuentra el relacionado con Palestina, heredado de su antecesor, Joe Biden.

Pudiera alguien llamar a ese crimen como «agua pasada», porque al menos en los papeles, Israel «no masacra» a los habitantes de Gaza, después de que dejó allí casi 50 000 muertos a causa de los bombardeos.

Lo cierto es que esta cifra, así como la de desplazados, aún mayor, y la realidad terrible de una ciudad destruida, hacen que el crimen siga vigente. A eso se suman nuevos desafueros, como la propuesta de Trump de que los palestinos, en su totalidad, abandonen Gaza y sean acogidos como refugiados en Jordania y Egipto.

Sería esta una fórmula para entregar ese territorio a Israel y acabar con la lucha y la resistencia de los palestinos, a quienes se les quiere hacer «vivir» en casas de campaña por el resto de sus vidas, sin derecho a un Estado, y a ser parias en su propia tierra.

Trump se ufanó de «haber pedido al rey de Jordania que reciba, junto a Egipto, a más de un millón de palestinos desplazados de la Franja de Gaza». Argumentó que la acción supondría un esfuerzo por reducir la población en Gaza y... ¿comenzar desde cero?

Calificó lo que ha ocurrido allí como «un desastre», pero no mencionó para nada la autoría israelí y la complicidad estadounidense con el régimen sionista de Benjamín Netanyahu.

Luego, explicó su deseo de que Egipto y Jordania se hicieran cargo de esta «gente».

«Estamos hablando de un millón y medio de personas, y simplemente limpiaríamos todo ese lugar. Ya sabes, a lo largo del siglo ha habido muchos, muchos conflictos. Y no sé, algo tiene que pasar», añadió, como conclusión de su macabra propuesta.

Trump no propone esto por primera vez, y ambos países –Egipto y Jordania– lo han desaprobado; incluso, el presidente egipcio, Abdel Fatah al-Sisi, dijo que la propuesta es «impensable», y equiparó esa posibilidad «directamente con la desaparición de la identidad palestina».

Semanas antes de la toma de posesión, el enviado de Trump para los asuntos de Asia Occidental, Steve Witkoff, dijo que «el Presidente estaba considerando reubicar a los habitantes de Gaza en Indonesia». Por supuesto, ese país lo rechazó, y consideró «inaceptable cualquier intento de reubicación».

Las cifras son espeluznantes, tras 15 meses de genocidio israelí: 47 283 personas murieron y 111 472 quedaron heridas o mutiladas, así como que 2,4 millones han sido desplazadas y más del 80 % de las edificaciones gazatíes ha sido destruido.

En tanto, el Movimiento de Resistencia Islámica de Palestina (Hamas) ha afirmado que «los palestinos no abandonarán su tierra natal, cualesquiera que sean las circunstancias.

«El pueblo de Gaza soportó la muerte para preservar su patria, y no la abandonará por ningún motivo», afirmó el domingo Sami Abu Zuhri, el portavoz de Hamas, en respuesta a la propuesta de Donald Trump, de transferir a los residentes del enclave a países vecinos.

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