ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
El coste medio de estancia en hospital para tratamiento y diagnóstico de COVID-19 en EE. UU. fue de 23 000 dólares por paciente: Foto: Archivo de Granma

Desde el punto de vista económico, se puede catalogar de brillante la gestión realizada por Estados Unidos en el enfrentamiento a la pandemia. Según un reciente artículo de The New York Times, el coste medio de estancia en hospital para tratamientos y diagnósticos de COVID-19, fue de unos 23 000 dólares por paciente, lo cual significa una extraordinaria contribución de los enfermos a la buena salud del Producto Interno Bruto (PIB).

El PIB es una magnitud macroeconómica que expresa el valor monetario de la producción de bienes y servicios de demanda final de un país durante un periodo determinado. Un simple cálculo permite ver entonces que los 33,3 millones de personas contagiadas hasta la fecha en Estados Unidos, pudieran haber aportado a ese indicador más de 765 000 millones de dólares, lo que se traduciría en un crecimiento económico del 3 %.

Para comprender la dimensión de semejante proeza, baste saber que dicha cifra equivale al PIB nominal del estado de la Florida, cuarto mayor de la Unión; y sobrepasa ampliamente lo generado por todo el sector primario (extracción y obtención de materias primas, agricultura, ganadería, explotación forestal, etc.), el cual representa el 0,9 % de la actividad económica del país.

Es mayor, incluso, que lo aportado por sectores claves como el turismo en tiempo de bonanza (450 000 millones); o la industria del hierro y el acero (113 000 millones); mientras, en números relativos, tributa un crecimiento superior al promedio alcanzado por ese país durante los últimos 15 años, el cual osciló en valores próximos al 2 %.

Todo lo anterior demuestra que las medidas tomadas por Donald Trump de abrir la economía y estimular el contagio fueron más que acertadas. En su momento el expresidente recibió severas críticas; pero hoy se comprende mejor su genial estrategia de catalogar al virus de ligera gripe o resfriado pasajero. Con admiración descubrimos que no fue una irresponsabilidad suya, sino efectivo recurso anímico dirigido a elevar la moral de los ciudadanos, así como a derrotar lógicos, aunque indeseables temores ante el desmantelamiento de rutinas.

Por desgracia, no todo marchó sobre rieles. Tales medidas se vieron entorpecidas por la presión antisistema de ciertos gobernadores y congresistas, quienes junto al epidemiólogo Anthony Fauci, conformaron una troica de ideas arcaicas. Si estos no hubieran persistido tanto en su actitud antipatriótica de cerrar el país, imponer restricciones de movilidad y usar mascarillas, quizá ahora mismo Estados Unidos estuviese en inmejorables condiciones para ser grande otra vez frente a amenazas como las de Rusia y China.

También es de lamentar que muchos ciudadanos muriesen sin haber resistido más tiempo de convalecencia. En cualquier caso, quizá debieron poner más empeño en el honor de servir al país; pero, aunque duela decirlo, no estuvieron a la altura, o no fueron conscientes de cuánto significaba para la economía nacional cada semana o día que lograsen sobrevivir al virus.

En cambio, otros tuvieron actitudes dignas de los mayores encomios. Uno de estos héroes fue Michael Flor, ciudadano de Seattle, quien en su épica batalla por el crecimiento económico, se mantuvo ingresado durante 62 días, para aportarle al PIB nacional la saludable cifra de un millón cien mil dólares: ¡tanto como 48 pacientes!

Llegado aquí, el lector comprenderá que este texto constituye una sátira, género literario que expresa indignación hacia algo, con propósito moralizador. No es una burla a los miles de muertos de ese país, los cuales sentimos como propios, porque Martí nos enseñó que Patria es humanidad; es dolor por la irresponsabilidad de un gobierno que actúa bajo la lógica de un sistema inhumano, en tanto prioriza el dinero antes que la vida.

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