ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA

Los años 70 del pasado siglo no solo fueron los de la contracultura y los hippies, sino también los de la crisis del sistema monopolista. Estados Unidos perdía terreno hegemónico cambiando su dólar por papel, mientras la extinta URSS se acercaba a las posiciones de los países del Tercer Mundo. La necesidad de reinventarse llevó al neoliberalismo y, por añadidura, a la nueva forma de intervenir en los países fue defender sus miradas hacia «la democracia y los derechos humanos».

Si el documento aprobado por Naciones Unidas habla tanto de los derechos universales e individuales, los capitalistas se apropiaron de estos últimos para continuar repartiéndose el mundo en esferas de influencias. Se valieron de tres elementos claves: la creación de estados de opinión desfavorables del país objeto de intervención, las presiones diplomáticas y la utilización de las variantes de guerra no convencional. En esencia, el empleo de estos persigue desacreditar cualquier proyecto que no se ajuste a sus exigencias, y derrotar cualquier camino que tenga como influencia al socialismo.

Después de logrado el objetivo, poco importa el respeto de los derechos. Aún frescos en la memoria están los abusos cometidos en la prisión de Abu Ghraib, en Irak; las masacres en la guerra de Centroamérica, cuyos responsables aún no han rendido cuentas ante la justicia, y, para no hacer larga la lista, los más recientes crímenes en Bolivia, y los asesinatos diarios en la Colombia de hoy.

Muchos cubanos recordamos las deplorables escenas de los funcionarios estadounidenses, presionando a los diferentes países para lograr un voto de condena contra Cuba, que justificara su agresiva política en la desaparecida Comisión de Derechos Humanos de Naciones Unidas, que, debido a su pérdida de prestigio en muchos temas sensibles como el derecho a la autodeterminación, tuvo que ser sustituida.

La hipocresía sigue siendo la práctica del capitalismo, con EE. UU. a la cabeza, cuyo gobierno, para defender su premisa hegemónica sobre los pueblos del mundo, prefiere dedicar fondos para atacar e intervenir en Cuba, Nicaragua y Venezuela, antes de ocuparse del derecho a la vida en su país, ese que no han tenido los más de 250 000 estadounidenses que ya no están, porque se fueron al otro mundo con pasaporte gubernamental en la nave de la COVID-19.

Rescatar la verdadera esencia de todos los derechos para la humanidad sigue siendo hoy la opción ética de los pueblos, a fin de salvar la especie.

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