Comoquiera que hace unos días publiqué en estas páginas una crónica titulada «Los tipos duros no usan nasobuco» (acompañada de una foto en la se veía a Trump rechazando un mascarilla que le extendía un trabajador de Arizona), hoy el deber profesional obliga a dar cuenta de que, ¡finalmente!, el presidente se la puso, aunque con reservas. Así lo cuenta un cable de la AP fechado este 22 de mayo:
«YPSILANTI, Michigan.- Desafiante, como siempre, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, dijo ayer que, aunque lo había utilizado, no le daría "el placer" a la prensa de verlo con un barbijo, cuyo uso es recomendado para prevenir contagios de la coronavirus, que ya mató a más de 94 000 personas en su país, el más golpeado por la pandemia».
Ríos de tinta han corrido especulando por qué el presidente se ha negado en todo este tiempo a llevar mascarilla, lo que sería un ejemplo de vida o muerte para una nación que él mantiene en ascuas con sus recomendaciones disparatadas, como bombardear los cuerpos infectados con rayos ultravioletas, o inyectarles desinfectantes, pronunciamientos que parecen escapados de una mala película de ciencia ficción, pero que están debidamente asentados –junto a otros muchos– para cuando llegue el momento de trazar un perfil histórico veraz del personaje.
¿Acaso priman la vanidad y la arrogancia, como lo ha sugerido Nancy Pelosi, líder de la Cámara de Representantes? («se imaginan yo, un líder mundial, recibiendo a un presidente, o a un rey, con eso puesto», ha declarado Trump, además de reconocer que protegerse el rostro, lo hace lucir débil). ¿Artificio político relacionado con la idea de «aquí no ha pasado nada y todos a votar por mí», obsesión machacada de que la pandemia pasará con la rapidez de una pesadilla y lo importante es reactivar una economía que haga crecer los números antes de las elecciones de noviembre?
Retintín político este último, frente al cual The New Yorker pareció responderle publicando en su portada una viñeta en la que aparecía el Presidente llevando una mascarilla sobre los ojos.
Durante el reciente recorrido por la planta de la Ford, en Michigan, donde se fabrican respiradores, Trump dejó ver la ansiedad por darle luz verde a los actos de su campaña, «aunque se celebren al aire libre», dijo.
Hay un video que lo muestra allí usando una mascarilla azul, pero solo parte del tiempo, no obstante haberle solicitado el ejecutivo empresarial que la llevara, como hacen todos los trabajadores. Lo que predomina en las fotos del recorrido es Trump sin mascarilla, desentonando en medio de los demás. Tampoco la utilizó en las declaraciones que al término del recorrido le ofreció a la prensa, y cuando le preguntaron por qué no la llevaba, la extrajo de un bolsillo y la mostró, mientras aseguraba que una reciente prueba había arrojado que estaba en perfecto estado de salud.
Ahora queda por ver si mañana, o en los días que siguen, la tela volverá a cubrir sus rostro, porque lo que sí queda claro es que para él, y sus seguidores, no llevar mascarilla se ha convertido en un manifiesto político vinculado con una supuesta dureza frente a la debilidad de los otros, no importa que las cifras demuestren que en el mes de abril, cada 42 segundos, murió un norteamericano a causa de la pandemia.
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Lucía dijo:
1
25 de mayo de 2020
09:13:33
Carlos Respondió:
27 de mayo de 2020
13:54:21
Fernando dijo:
2
25 de mayo de 2020
10:00:45
Johnatan Arbolaez Respondió:
26 de mayo de 2020
09:11:39
Daniel pico martin dijo:
3
26 de mayo de 2020
18:43:31
Alexander Soto Oliva dijo:
4
26 de mayo de 2020
20:40:55
Maribel dijo:
5
27 de mayo de 2020
09:06:04
Carlos dijo:
6
27 de mayo de 2020
15:08:56
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