China es una súper economía de 1 300 millones de habitantes. Su habilidad para crecer y aumentar su influencia global en el contexto de la crisis financiera internacional ha hecho que buena parte del mundo mire al gigante asiático como un faro en medio de la tormenta.
La depresión de la economía mundial contrasta con los éxitos cosechados por China desde que inició el proceso de Reforma y Apertura hace más de 30 años. Desde 1978 a la fecha, Beijing se dio a la tarea de crecer económicamente para beneficio de su población, pero también se planteó el reto de convertirse en una referencia global.
Durante los últimos años, su economía equivale al 30 % del Producto Interno Bruto Global y está entre los primeros cinco países que más invierten en otros mercados, lo que convierte a China en uno de los motores de las alicaídas finanzas globales.
La lista de éxitos de los chinos, sumado a su apuesta por la estabilidad por encima de cualquier meta, han sido esenciales para que la comunidad internacional cifre sus esperanzas en ellos. Entre 1980 y el 2015 el Producto Interno Bruto (PIB) chino se multiplicó por 16 y en el 2010 superó al de Japón y se convirtió en el segundo mayor del mundo, sobrepasado solo por el de Estados Unidos.
Antes, en el 2009, ya había superado a Alemania para convertirse en el primer exportador a nivel universal.
China, como potencia, ha dicho que no pretende huir de su responsabilidad con el resto de las naciones y por ello sugirió la construcción de una economía mundial innovadora para generar nuevos vectores de crecimiento, abierta para ampliar el alcance del desarrollo, interconectada para forjar sinergia interactiva e inclusiva para fortalecer la base de los resultados ganar-ganar.
MANTENER EL PROGRESO PARA ASEGURAR EL LIDERAZGO
En medio de una economía global llena de riesgos y desafíos, Beijing está consciente de su rol actual. Desde hace varios años ha dibujado una serie de estrategias destinadas a asegurar su crecimiento constante, bajo los preceptos de la profundización de la Reforma y Apertura.
La historia ha demostrado que la capacidad constante del crecimiento económico no solo es una necesidad del pueblo chino, sino que también es una fuente de beneficios para el resto del mundo.
Luego de 38 años de reformas, el país se encuentra en un punto de partida, en el cual trata de profundizar, optimizar y generar motores más fuertes para su ascenso.
Las autoridades de la segunda mayor economía a nivel planetario han reconocido que transitan por una etapa de «nueva normalidad» y que se fortalecen de cara al futuro.
Durante varios años consecutivos, la tasa de crecimiento de la economía china se desaceleró gradualmente hasta estabilizarse, desde el 2010 a la fecha, alrededor de los siete puntos porcentuales. De acuerdo con el Banco Mundial, ese índice sigue siendo una quimera para muchos países, incluso para algunos de los más grandes.
En ese contexto, el liderazgo de la nación asiática ha asegurado que adoptarán las medidas necesarias para garantizar la estabilidad y hacer una contribución aún mayor al mundo.
Tanto el presidente, Xi Jinping, como el primer ministro, Li Keqiang, han dicho que su estado trabaja en profundizar una reforma integral que abra mejores perspectivas de desarrollo y que le permita convertirse en un impulsor del desarrollo.
Sus perspectivas para lograr una versión mejorada de la economía china comprenden elevar la calidad y la eficiencia, el empleo y los ingresos, la protección ambiental y el ahorro de los recursos.
Llevar a cabo la modernización de un país con la mayor población del mundo es un hecho sin precedentes en la historia de la humanidad, pero la mayoría de los conocedores confían en la tenacidad de los chinos, capaces de sacar de la pobreza a más de 600 millones de personas.
En la planificación para progresar a un nivel superior, la innovación se ubica como el principal impulso para la próxima revolución tecnológica e industrial. China apuesta por las nuevas ciencias como fuentes inagotables de crecimiento económico sostenible.
Situar el peso de la progresión en el uso de las tecnologías y los más recientes modelos de producción y comercio, son conceptos recogidos en el último plan quinquenal aprobado por las autoridades asiáticas.
De acuerdo con lo planteado, apostar por la innovación implica también impuslar vías alternativas para crecer y transitar hacia motores de riqueza más actualizados.
Para China la promoción de estrategias para lograr la excelencia basadas en la innovación, estimular políticas verdes, compartir de manera justa y ampliar la apertura, son opciones necesarias para garantizar su auge, mientras para el resto de los estados, se trata de una bocanada de aire, para superar las dificultades y crear más oportunidades.
Las propuestas de Beijing no solo establecen bases renovadas para impulsar la progresión a escala universal, también contribuyen al bienestar de todos los seres humanos y a la paz.
ALIANZAS QUE APORTEN AL DESARROLLO GLOBAL
China transforma los métodos para persistir en su despunte económico, mientras que se comunica y se abre al exterior de manera más profunda.
Cuando hace apenas diez años, la influencia de Beijing solo comprendía a aquellos países cercanos a sus fronteras, muy pocos alcanzaban a prever su papel como garante de la estabilidad económica internacional.
Hoy, no solo es evidente su creciente poder como país, sino también su capacidad de crear una extensa red de lazos con el resto del mundo.
Alcanzar un florecimiento equilibrado de la mayor cantidad posible de naciones es uno de los objetivos que se plantea China como potencia. La iniciativa de «Una Franja y Una Ruta» constituye un intento importante al respecto. Por vías terrestres y marítimas, esta inmensa ruta de comercio vinculará al país con Europa, el resto de Asia y África, con el propósito de integrar las economías de diferentes países.
Este nuevo modelo de cooperación multilateral y bilateral en el que interviene el Banco Asiático de Inversión en Infraestructura (BAII) como proveedor del capital, busca promover la cooperación internacional y contribuir a elevar la calidad de la vida en los más de 70 países que hasta el momento participan del mecanismo.
La diversificación de su cartera de inversiones en el exterior, es otra de las vías con la que China ha logrado influir fuera de sus fronteras.
El informe de Tendencias Globales del 2030 elaborado por el Consejo Nacional de Inteligencia de Estados Unidos señala que la nación asiática ya superó a EE.UU. en cuanto al valor de importación y exportación de mercancías, convirtiéndose en el país con mayor comercio del orbe y probablemente también desbancará a la potencia norteamericana antes del 2030, para convertirse en la mayor economía de la tierra.
Las cifras de la inversión directa china en el extranjero y la inversión extranjera en el gigante asiático son indicadores que también avalan su potencial como generador de oportunidades para el resto del planeta.
Según cifras oficiales, en el 2015 las inversiones chinas superaron los 120 000 millones de dólares, para ubicarse como el segundo país inversor en el extranjero, solo por detrás de Estados Unidos.
El desarrollo más allá de sus fronteras también ha tenido como buen puerto a América Latina, continente con el que ha desarrollado una importante alianza estratégica.
Cifras oficiales confirman que en los últimos años el comercio bilateral ha crecido hasta los 200 000 millones de dólares y el gigante asiático es el primer mercado de destino de las exportaciones de Brasil y Chile, y el segundo de Perú, Cuba y Costa Rica.
China también está lista para impulsar la cooperación con la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (Asean). Para estos diez estados que funcionan como bloque la relación con el gigante asiático es vital para que la región sea estable y dinámica económicamente.
Su objetivo es fomentar la exportación de capacidades industriales avanzadas, asequibles y amigables con el ambiente a los países que las necesiten, afirmó a la agencia Xinhua Ning Jizhe, subdirector de la Comisión Nacional de Desarrollo y Reforma.
Para la Asean, una comunidad con más de 600 millones de habitantes e integrada por Vietnam, Brunei, Cambodia, Filipinas, Indonesia, Laos, Malasia, Myanmar, Singapur y Tailandia y que pretende hacer frente a los desafíos actuales de manera coordinada, desplegar una mayor colaboración con su socio comercial más grande mediante la inversión directa, subcontratación de proyectos, cooperación tecnológica o comercio de equipo, resulta de una importancia estratégica.
Si bien hasta el momento más de 300 empresas financiadas por China han sido establecidas en 26 zonas de cooperación económica, en ocho países de la Asean, con una inversión total de 1 770 millones de dólares, los lazos económicos todavía cuentan con un amplio margen de mejora debido a las enormes complementariedades que poseen.
Su integración en el grupo de los BRICS, como fuerzas principales de las economías de mercado emergente y los países en vías de desarrollo, también demuestra su compromiso por establecer sociedades donde las ganancias sean compartidas.
Este grupo compuesto por Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica posee un enorme potencial de crecimiento, aspira a que los llamados emergente tengan papeles más importantes en los asuntos internacionales y la gobernanza global, lo que contribuirá a la construcción de una economía mundial más equilibrada.
A estas alturas China ya ha alcanzado un ritmo de crecimiento y un grado de integración en el mundo suficientes para tener un impacto sustancial a escala internacional. Pero eso solo será posible, según los entendidos, si los gobiernos implementan una asociación global para la cooperación de beneficio mutuo, una comunidad de destino e intereses compartidos y la creación de una nueva gobernanza económica mundial sin discriminación y basada en la cooperación.
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Miguel Angel dijo:
1
16 de septiembre de 2016
14:56:49
Dr. José Luis Aparicio Suárez. dijo:
2
16 de septiembre de 2016
17:07:05
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