Santiago de Cuba.—11:40 a.m. Camino entre la gente con pesantez, con la mochila puesta. Y sudo.
Estas calles no son normales. Este no es el Santiago por el que caminaba hace unos días. Este es un Santiago eufórico. Apenas cabe gente en las aceras. Apenas pasan autos. Hay bullicio.
Está a punto de pasar la caravana que trae las cenizas de Fidel.
***
12:26 p.m. Un helicóptero se aligera en el cielo sobre el Moncada. Hace grandes círculos. Noto huecos de bala en las paredes del edificio. Y un montón de niños en la escalera. Y banderas y flores.
—Aquí se le va a brindar un tributo a nuestro Comandante —me dice Marlene Muguercia Marén, directora general de la Ciudad Escolar 26 de Julio (antes, Cuartel Moncada)—. Aun cuando todo el pueblo santiaguero le va a brindar tributo, es un honor para los niños del Moncada recibirlo aquí, en la puerta de su escuela. Y vamos a leerle poesías, y a decirle consignas. Y vamos a seguir defendiendo este país desde nuestras posiciones: los niños con el lápiz; los maestros con nuestros planes de clases.
El helicóptero se aleja. Va hasta los edificios frente a la calle y hace un nuevo círculo sobre nosotros. ¡Caravana!, gritan. Gritan: ¡yo soy Fidel! Y me estremezco.
—Él llegaba aquí a la escuela y le gustaba pararse por las ventanitas de las aulas, recorría todo el balcón, caminaba y miraba a cada uno de nosotros dando clases.
«Un día yo estaba allí en el polígono, y el Comandante entró, y empezó a abrazar a todos los niños, y yo no me había percatado de por qué los niños estaban alegres, eufóricos: era que lo habían visto.
«Y de momento el Comandante vino, me tocó en el hombro mío derecho, y me abrazó y me dijo: maestra, tiene unos niños muy buenos, ¿con qué matrícula usted trabaja?
Yo trabajaba con una matrícula de 53 niños. Y me dice:
—¿Cuál es la calidad del aprendizaje de su aula?
—La tengo en un 86,4.
—¿Y cuándo va a llegar al 100?
—Bueno, tengo que trabajar con las diferencias individuales.
«Y entonces él me dice: es cierto. Tenemos que dar tratamientos individuales. Todos los alumnos no son de 100».
Marlene está orgullosa.
—¿No ves? Fidel inspiraba confianza.
¡La caravana!, gritan…
Ahora sí. Parece que se acerca.
***
12:50 p.m. A media cuadra, de frente al Moncada, retumba la canción de Raúl Torres.
Dicen que ahora salió la caravana del Parque Céspedes. Que va a Chicharrones y a Plaza de Marte. Que luego llega.
Hay cámaras, micrófonos. Hay un orden extremo entre la gente. Hay una orquesta (tambores, trompetas) en la esquina opuesta a la que estoy parado.
Una señora de 60 años me pregunta si yo soy periodista. Digo que sí. Me pide (está llorando) que publique una carta que le escribió a Fidel:
Tú viniste a la Tierra a amparar a los pobres, a los hambrientos, a los explotados, para con esa visión que tenías alertar a tu pueblo y a los pueblos de América y del mundo.
Así que le pido a Dios que nos sigas guiando por el camino que tú nos enseñaste, cada paso, cada momento de nuestras vidas.
Gracias, Comandante, por habernos dado paz, por habernos dejado conocerte y tenerte y por habernos hecho el mejor pueblo del mundo.
¡Hasta la victoria, siempre!
Lourdes Tamayo Herrera
***
1:02 p.m. Dicen que está saliendo de Versalles. Se lo dijo a un señor con un sombrero una mujer que tiene un radiecito. Hay sol. Me está sudando la camisa. Pero es cuestión de nada que esté aquí.
—Para mí Fidel era como un padre, porque, aunque no lo haya conocido físicamente, estoy muy agradecida con él por todas las cosas que hizo. Por eso hoy todas las personas del pueblo cubano decimos que somos Fidel —me dice Rosalín Miriam
Maurelo Martínez.
Tiene 11 años. Está en sexto grado en la escuela Juan Manuel Ameijeiras (dentro de la Ciudad Escolar).
Habla con una seguridad extrema.
—Yo me sentí muy triste por la pérdida del Comandante, y le agradezco que dejó atrás a su familia para ocuparse de su Revolución, para entregarse a la Patria y hacer un país libre y soberano.
«Pero yo sé que el Comandante no ha muerto, porque la Revolución lo necesita aquí. Él es el que va a defendernos siempre».
***
1:26 p.m. La caravana es un grupo de carros a los que no hago caso. Cuando pasa, busco desesperadamente la urna. Es una caja pequeñita, guardada en un cristal.
Tiene una bandera encima. Tiene miles de gentes que la lloran.
Dentro, tiene un país. Y me estremezco.
Yo también soy Fidel.









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Margaret dijo:
1
4 de diciembre de 2016
11:49:22
Emperatriz dijo:
2
4 de diciembre de 2016
15:11:38
Mara dijo:
3
5 de diciembre de 2016
15:58:07
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