Fidel vuelve a la Plaza, porque nada de ese sitio le es ajeno. Muchas veces acudió allí a hablarle a su pueblo, a hablarnos.
Esta vez, será el pueblo (nosotros) quien acuda a su encuentro para homenajearle, para despedirle…
La plaza no tendrá hoy, ya lo sabemos, la sonrisa pareja, ni la algarabía acostumbrada, ni la energía propia de ese lugar tantas veces tribuna de denuncia o proclama. Hoy, a la Plaza le faltarán las palabras.
Es que Cuba toda anda medio cabizbaja, callada, sobrecogida. Cuba está triste. Y la Plaza no podrá escapar a ese sentimiento. Pero Fidel fue allí tan gallardo, tan profundo, tan enérgico que así habríamos de recordarlo, más allá del vacío y del desasosiego que aún no amaina. Y recordarlo es revivirlo. Es traerlo de vuelta. Es multiplicarlo en quien lo evoque, en quien lo siga.
Y entonces asoma el Fidel de siempre, el imperfecto, el que sueña y crea, sufre, se empecina… ama. El que se viste de Quijote, de leyenda, va diez pasos por delante, regresa y nos cuenta. El talismán, el símbolo, el medio Dios y hasta profeta.
El hombre.
El Fidel que muere, y aun así, ANDA…
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yamira dijo:
41
30 de noviembre de 2016
22:21:26
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